“Estábamos pasando unas vacaciones espectaculares. Por quedarnos un rato más en la playa, perdimos a Priscila. Tendremos que aprender. Las responsabilidades son de los adultos”. Así intenta resumir Valeria Montalvini, madre de la joven de 16 años que murió a causa de la caída del rayo en Villa Gesell, la tragedia que les tocó vivir.
El pasado 9 de enero, cerca de las 17 en el balneario Afrika, los Ochoa tomaban mate en la playa cuando el clima cambió y una descarga eléctrica provocó la muerte de cuatro jóvenes: Priscila, Agustín Irustia, Nicolás Elena y Gabriel Rodríguez. Otras 22 personas resultaron heridas.
Ya están de vuelta en su casa de San Luis y por primera vez comparten sus recuerdos y su dolor. “La fotografié y al segundo la vi caerse por el impacto del rayo”, recuerda Valeria. “Tengo esa foto y la veo todo el tiempo. Siento que Priscila está en casa, la siento cerca mío y eso me alivia”, comenta emocionada y confiesa que a la noche pasa por el cuarto de su hija y le desea buenas noches.
“No era la primera vez que nos quedábamos en la playa pese a que el clima cambiaba. En ese momento no pensás que puede pasar algo así. Recomendamos a la gente que cuando vea que se viene la tormenta se vaya. La playa y el mar seguirán estando, pero la vida de los seres queridos no”, asegura Valeria con tristeza.
Los Ochoa habían llegado a la costa los últimos días de diciembre. Les encantaba celebrar en la playa el Año Nuevo. Priscila adoraba ver el mar y los fuegos artificiales. Era el quinto verano que pasaban en Gesell, y ella ya tenía su grupo de amigos con el que compartía partidos de voley playero.
“Esa semana nos quedamos en la playa hasta las 21 en dos oportunidades. También hubo días de mucho viento, por eso ese jueves aunque estaba medio nublado luego de comer en el departamento nos fuimos a la playa para pasar la tarde”, cuenta Fabián Ochoa.
Cerca de las 16:45 las nubes grises crecieron y un fuerte viento y llovizna hizo que las familias se resguardaran en las carpas. “Cuando terminamos de juntar nuestras cosas dentro de la carpa, llamamos a los chicos para que se cubran de la lluvia. En eso un carpero levantó la lona y vi la explosión entre el mar y el bar del parador. Todos caímos al piso”, recuerda Fabián, y remarca que el rayo cayó en la arena.
“Priscila y los chicos eran los que estaban más alejados del lugar donde cayó el rayo, pero estaban mojados. Yo estaba dentro de la carpa con mi suegra y mi hija Salma (11). Ambas quedaron tiradas. Mi mujer le terminaba de sacar una foto a Priscila en la puerta de la carpa cuando la vio caer boca abajo”, detalla el padre de las chicas. Fabián de inmediato le hizo RCP a Salma. Luego asistió a Priscila, pero según los médicos el impacto de la descarga le ocasionó muerte cerebral, además de quemaduras severas en sus piernas hasta la altura de los riñones.
Secuelas. El 18 de febrero, Priscila cumpliría 17 años y la familia hará una fiesta con los amigos del colegio y del club. “Creo que hubiera querido que la recordemos con una sonrisa”, dice Valeria y agradece a los guardavidas de Afrika y de los paradarores lindantes, a los médicos y a las autoridades, por su ayuda y contención.
Salma, la hermana de Priscila, estuvo internada una semana. El rayo le generó un edema cerebral y pulmonar. Le dieron el alta definitiva este jueves, aunque aún tiene lastimaduras en el pie, en su ojo izquierdo y en la cabeza.
“Es durísimo lo que vivimos. No hay palabras para definir lo que es la pérdida de un hijo, y ver sufrir a mi otra hija es tremendo. Queremos creer que esto fue algo del destino. Seguramente volveremos a Villa Gesell, porque a Priscila le encantaba. No nos enojamos ni con el balneario ni con el lugar”, sostiene Valeria.
Los Ochoa comenzarán un apoyo psicológico para procesar el duelo y superar el temor a los rayos. “No podemos entender qué pasó. Nadie tiene una explicación”–confiesa Valeria–. “Salma quiso volver a la colonia y la dejé ir, pese a mis miedos. Ahora tenemos que seguir adelante. Sé que Priscila quiere vernos bien”.
Pánico en la arena
Después de la tragedia de Villa Gesell, a la que se le sumó el rayo que cayó el sábado en Mar del Plata (con siete heridos), las tormentas de verano adquieren otra dimensión. “Cuando el cielo se nubla mucha gente arma los bolsos y emprende la huida”, dice Carla Graciano, una veraneante que en San Bernardo notó el cambio de comportamiento playero.
Según explica la psicóloga Cecilia Palozzo, del Centro Especializado en Transtornos de Ansiedad, cuando ocurre un hecho en el que nos identificamos como posibles víctimas se puede generar estrés postraumático, aún sin haber sido testigos directos. “Cuando el evento traumatizante es producto de un fenómeno natural se genera en los allegados a las víctimas un sentimiento de culpa por haber sobrevivido y el resto de la sociedad se atemoriza, porque es algo que no se puede controlar de manera directa”, explicó.