SOCIEDAD

Prescribió la novelesca causa del niño atropellado en un country

La Justicia archivó un caso que incluyó peleas en un juzgado y una trama oscura con un cadaver falso y documentos truchos. Fotogalería.

El carro de golf y la remera de Nicolás Juan, de 4 años, atropellado en marzo de 2005 en un barrio privado de Pilar. El vigilador privado lo arrastró ocho metros y el chico casi se muere.
| Perfil.com

Pocas causas judiciales en la Argentina han tenido una trama tan digna de una novela policíaca como la del vigilante privado que embistió con un carro de golf en un barrio privado en Pilar a un chico de cuatro años dejándolo varios días en terapia intensiva . El 6 de agosto último, la Justicia bonaerense envió la causa a los archivos y el acusado nunca fue detenido. Es más, la familia Juan acusó al juez Fernando Ochoa y la empresa privada de seguridad de armar una trama ilícita para protegerlo.

El hecho ocurrió el 19 de marzo de 2005, cuando Nicolás Juan, de 4 años, fue atropellado por Juan Carlos Díaz, un vigilador del country La Legua quien manejaba un carro. Era de noche y el agente de seguridad no llevaba los faroles encendidos. El niño fue atropellado y arrastrado ocho metros por el pavimento. Al hospital llegó con heridas graves y politraumautismos. Por la gravedad de las lesiones y la imprudencia le correspondía al acusado mínimo de tres años de cárcel.

Walter Juan llevó al vigilador y a la empresa de seguridad a los tribunales. La causa recayó en el Juzgado Correcional Nº4 de San Isidro, a cargo de Fernando Luis Ochoa. Hubo testigos del hecho y la causa parecía no tener mayores complicaciones. Pero cuando el imputado fue llamado a declarar, sus abogados llamaron al juez diciendo que Juan Carlos Díaz había muerto al ser arrollado por un tren. El cuerpo, precisaron, había sido enterrado como NN en una fosa de gente sin recursos. Y hasta presentaron un certificado de defunción.

El juez suspendió el juicio el 25 de marzo de 2008, pero la familia Juan sospechó de esa versión y ordenó un estudio genético, que dio "positivo". Unos supuestos tíos del vigilante también dijeron que habían reconocido el cuerpo. La querella siguió sin creerles y el padre de la víctima logró que se exhumara el cuerpo del vigilador. En su lugar estaba el cadáver de una anciana. Todo resultó ser una farsa: el testimonio de los tíos, los certificados y hasta el estudio genético encargado por la Justicia.

Como si fuera poco, el “muerto” reapareció un año después y dijo en una llamada telefónica que iba a declarar. Pero cuando la policía de Santiago del Estero, donde siempre estuvo escondido, lo fue a buscar a su domicilio, el vigilante los engañó y logró escapar por la puerta de atrás. Para ese entonces, Ochoa se desentendió de esa causa y el expediente recayó sin resultado alguno en manos de la magistrada Emma Prada.

Cuando todo esto sucedió, el abogado de la familia Juan, Gregorio Dalbón, discutió entre forcejeos con el magistrado Ochoa delante de las cámaras de varios canales de noticias. Según testigos, el juez habría simulado una fuerte caída al piso y luego apareció en su despacho con manchas de sangre en su camisa (ver galería) para ser fotografiado como presunta víctima de una agresión.

Walter Juan, indignado, logró ser recibido por el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Al contarle el increíble caso, el funcionario le sugirió que el vigilante privado podría ser utilizado por su agencia para marcar casas deshabitadas y que luego puedan ser asaltadas por bandas de delincuentes asociadas, o incluso para introducir drogas en los countries. Díaz, de hecho, tenía otra causa judicial abierta por tráfico de drogas.

Según concluyó el padre del chico a Perfil.com, la compañía de seguridad no quería que el vigilador 'cantara' qué hacía en ese country y por eso pensaron en un principio lo habían “hecho desaparecer”.

Finalmente, Juan denunció a Ochoa ante el Consejo de la Magistratura por “prejuzgamiento, mal desempeño y falta de decoro”, pero el magistrado renunció a los pocos días, el 24 de noviembre de 2008, para evitar el jury y el gobernador Daniel Scioli le aceptó la dimisión casi un años después. Ahora, increíblemente, el que enfrenta una querella por injurias es el propio padre del chico atropellado. Esta novela no ha terminado.