Igual que en Buenos Aires –donde, según cifras oficiales, sus vecinos conviven con unos 680 mil perros y gatos que ya pueden, incluso, viajar en subte los fines de semana–, en París, Barcelona y Los Angeles las mascotas ocupan un lugar cada vez más preponderante en la vida urbana y familiar. Pero aún existe una gran diferencia entre el resto del mundo y la Ciudad: cuando esos animales mueren, no existen cementerios públicos, cosa que sí sucede en esas otras urbes. Y así como cada vez hay más animales domésticos, también crecen las consultas y servicios para quienes eligen llevarlos a un lugar donde puedan ir a recordarlos en familia.
Según las leyes argentinas, cuando muere un animal, es considerado como residuo patogénico, similar al material de descarte en hospitales o centros de salud. Tanto a nivel nacional como en CABA y la provincia de Buenos Aires, las normas fijan estándares de calidad ambiental para que esos restos tengan un tratamiento adecuado y no contaminen los suelos, el agua y el aire con la emisión de gases, provocados por el entierro o la incineración.
“Hay quienes eligen cremarlos, e incluso algunas veterinarias ofrecen la devolución de las cenizas, pero si no, los entierran en algún lugar privado o los deben dejar como residuos. Esas son las opciones que existen hoy en la Ciudad de Buenos Aires”, explica Gabriel Pisapia, subdirector médico veterinario del Instituto Pasteur, donde reciben los cuerpos de los animales para cremarlos en forma gratuita. Los costos de los servicios de parques privados pueden ascender hasta los $ 2.200 anuales, en la Legislatura porteña ya existe un proyecto para que se implemente un espacio público que contemple dónde ir a rendir homenaje a las mascotas (ver aparte).
Desde No me olvides, que funciona en CABA desde 2004 afirman que cada vez “hay más interés” en este tipo de prácticas. Las opciones van desde urnas con diseño hasta la posibilidad de subir un retrato con un mensaje a un cementerio online.
“Las cremaciones aumentaron entre un 40 y un 50% en los últimos tres años. Se hacen para todo tipo de animales domésticos: perros, gatos, conejos, loros y hasta pajaritos. Las familias tienen su espacio para hacer sus rituales de despedida”, cuenta Pini Aguirre, encargada de Cremascotas, que tiene sedes en Morón y San Isidro. Los servicios cuestan entre $ 800 y 1.800, según el peso del animal, y a partir de ahí se suman los gastos extras en traslados y la elección de la urna.
Los cementerios privados fuera de la Ciudad son otra alternativa que permite inhumar los restos de las mascotas. Se puede optar por parcelas individuales, que van desde los $ 1.400 a los 1.800 anuales, e incluyen placas personalizadas y mantenimiento diario. O fosas grupales, con un pago único que va de los 900 a los 2.200 pesos. En Jardines del Alma, un cementerio de Moreno, confirman que “en el último año hubo una explosión en las consultas”y que realizan “entre tres y cuatro entierros por semana”, afirma su directora, Alicia Barreto.
“Cuando Kiara falleció fue un bajón muy grande, no la quería dejar en la veterinaria ni cremarla”, recuerda Patricia Corchio, quien decidió enterrar a su perrita en el Jardín del Amigo, un parque cerca de Pilar. “Ahora vamos en familia a visitarla cada 15 días, porque era como una hija para mí”, dice.
Un espacio porteño para decirles adiós
En la Ciudad, hay 14 perros y ocho gatos domésticos cada cien porteños. Sin un espacio público para inhumar los restos de esas mascotas, el legislador Diego García Vilas (Confianza Pública) presentó un proyecto de ley que propone la creación de un cementerio público de animales domésticos. La iniciativa, presentada a principios del mes pasado –y que aún aguarda ser tratada– determina que la autoridad de aplicación de la ley será el Ministerio de Ambiente y Espacio Público, que “controlará que dichas tareas se realicen bajo una conducta adecuada al lugar sin contrariar las normas de sanidad vigentes”. También, de un espacio para que las familias puedan ir a rendirles homenaje.
“Presentamos el proyecto partiendo de una cuestión sanitaria. La gente no sabe qué hacer cuando sus mascotas mueren. Si bien muchos lo dejan en sus veterinarias para que sean retirados como material patogénico, muchos otros lo tiran a la basura o los entierran en parques o plazas –ya que no cuentan con los recursos necesarios para hacerlo en un cementerio privado– con todo el riesgo de enfermedades de origen zoonótico que ello implica”, asegura García Vilas. La norma prevé un servicio de cremación “optativo, salvo en los casos donde la causante de muerte pudiera afectar las condiciones sanitarias”. Tanto el entierro como la cremación del animal tendrá un canon de pago, que no está definido.
“La Ciudad considera cada vez más a las mascotas como parte de las familias”, concluye.
Tenerlos cerca para siempre
“Conservo las cenizas de todas mis mascotas. De hecho, acabo de recibir las de la última gatita que falleció”, cuenta Alberto Cormillot, que siempre se declaró un ferviente defensor de los derechos de los animales. Hasta el momento, tiene 35 mascotas cremadas, distribuidas entre la biblioteca de su casa y su clínica: para él, son un miembro más de la familia. “No se me ocurre otra cosa más que hacer, formaron parte de mí, los quiero y es una forma de que sigan conmigo”, asegura.
Para el médico, cada vez hay más personas que recurren a la cremación porque “hay una mayor conciencia sobre el cuidado de los animales”. Y para él son tan importantes que incluso personaliza cada una de sus urnas. “Les pongo una foto y su nombre”, cuenta.
La ex modelo Daniela Cardone decidió embalsamar a su gato Matute.El taxidermista Aníbal José Principiano cuenta que ella “se emocionó al ver el resultado final”. “Sufren mucho cuando la dejan, y se conmueven cuando la vienen a buscar”, dice el experto. Y si bien, no hay un precio estipulado, porque depende del tamaño del animal, Principiano afirma que “es accesible” y “es una tendencia que va en aumento”.