Dicen que todas las noches se escuchaban llantos de mujer y pasos en las escaleras de la casa deshabitada del country El Carmel. Los guardias de seguridad cuentan que la vieron aparecer a ella, María Marta García Belsunce, después de muerta, confundiéndose con las sombras de la oscuridad.
Algunos policías asignados al cuidado de la escena del crimen llegaron a espantarse: "¡Por favor!, doctor, no le miento. En esa casa hay fantasmas. Sáqueme de ahí", suplicó uno de ellos al fiscal Diego Molina Pico, que no podía creer lo que oía. Otro de los custodios que escuchó la voz de María Marta atender el teléfono que sonaba con insistencia, escapó sin pedir relevo, antes de enterarse de que era la voz grabada en el contestador.
Así fue como las historias de fantasmas fueron apoderándose, sin explicación, de esta casa cargada de secretos. Pero siempre hay una familia corajuda, como el clan Otis de "El fantasma de Canterville", que llega a la mansión para burlarse de los espectros. Después de haber pintado las paredes del piso superior y de haber removido la alfombra donde quedaron las últimas manchas de sangre de la víctima, la familia F. (se preserva la identidad a su pedido) alquiló, hace seis meses, el caserón que permanecía vacío desde el año 2002.
Por lo tanto, donde antes aparecía en penumbra la silueta de María Marta, según el testimonio de los atemorizados guardias, ahora pueden verse triciclos y juguetes de niños que pertenecen a los hijos de un matrimonio joven y falto de prejuicios.
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