No es la primera vez que un caso tan monstruoso es noticia. Hace uno meses el mundo conoció al austríaco Josef Fritzl, que encerró y violó durante 24 años a su hija Elisabeth, con la que tuvo siete hijos-nietos. La semana pasada, casi la misma historia salió a la luz en Mendoza: A. Lucero, de 67 años, fue detenido y acusado de haber violado durante más de veinte años a su propia hija, con la que también tuvo siete hijos.
Perfil.com consultó a especialistas para comprender cómo funciona la psiquis de un hombre capaz de cometer semejantes atrocidades. ¿Es un monstruo, como se llamó al austríaco? ¿Un chacal, como denominaron al mendocino? “Es un gatito asustado”, dice, con seguridad, el psiquiatra y psicoanalista Adrian Besuschio, miembro de APA . “Es una persona que tiene miedo al mundo externo, y ese miedo hace que arme su propio mundo en su casa, con los miembros de su familia”, señala el especialista. Y agrega: “Una persona que abusa de su hija, en verdad tiene mucho temor a estar solo, a ser abandonado, y a relacionarse con personas del mundo externo; pierde el sentido de la realidad: ahí está la locura de esta persona, crea un mundo con su propia descendencia”.
Por su parte, el psiquiatra Hugo Marietan, destaca que no es ni más ni menos que “un psicópata”. Lisa y llanamente. “Es un psicópata porque ha cometido actos que salen del rango de lo común; porque ha tratado a las personas de su entorno sin dignidad de personas sino como cosas; porque ha trabajado por su propio placer en detrimento de los demás; y porque se ha demostrado con los hechos que carece de empatía, que es colocarse en lugar de la otra persona”, explica el especialista.
Según Marietan, todo psicópata tiene un modo claro de actuar: “Primero trabaja con la persuasión, con la seducción de su víctima en pequeñas dosis, generando en ella cierto acostumbramiento. Al cabo de un tiempo le agrega la coerción, es decir la amenaza, provocando miedo en la niña, que en este caso comenzó a ser abusada a los 8 años, una edad en la que nadie tiene criterio para defenderse de un adulto”. Según Marietan, la niña se fue acostumbrando y, después de vivir así durante 20 años, “para ella esto es normal”.
Por su parte, Besuschio señala que las víctimas “son herederas de la patología del padre”. Es decir, que “ellas también tienen miedo de ser abandonadas o ser maltratadas, entonces acceden al abuso, para no perder al padre”. En este sentido, el especialista explica que, en este tipo de casos tan siniestros, “tanto víctimas como victimarios son parte de la misma patología”. Respecto del victimario, Besuschio destaca que se trata de una persona con “delirio en la conducta”, porque, según explica, “está reproduciendo un hecho de su infancia que no recuerda, pero que lo tiene en su archivo mental, en su inconsciente, y lo repite en un acto”.
Se trata, sin más, de casos en los que hay “una cuestión sadomasoquista”, porque tanto el padre, como la madre que lo permite, y como la hija quedan prendados de esa locura, explica Besuschio. “La madre es complementaria del psicópata y entrega a su hija. Su relación es como el del amo y el esclavo. La chica, en tanto, termina en la sumisión extrema, creyendo que lo que vive es normal”, señala por su parte Marietan. Y concluye: “Los hechos se transforman en una naturalidad morbosa” .
(*) Redactora de Perfil.com