Más allá de las compulsas salariales y conflictos con los gobiernos por los recursos para escuelas, material didácticos y haberes, los maestros sostienen una silenciosa batalla desde hace más de dos décadas por mejorar la atención de su salud y hasta lograr la debida prevención.
Según estudió la pedagoga de CTERA y hoy profesora de la Universidad Autónoma de México Otilia Fernández, allá por los '90 "el docente argentino concurre a la consulta cuando tiene una enfermedad grave, crónica o terminal".
Pero además subrayó en su libro "El malestar docente", que Argentina, a diferencia del primer mundo, con el ejemplo de países como Alemania no realiza tareas de prevención en la salud de los educadores. Ello implica realizar exámenes anuales a los docentes que están en actividad; chequeos psicofísicos y básicamente de las dolencias que afectan habitualmente a los maestros: la voz, la columna y los problemas psíquicos y psicológicos.
La normativa oficial, esos preceptos burocráticos que rigen en cada una de las jurisdicciones, se constituye en verdaderas trampas para el maestro enfermo a la hora de pedir un tratamiento urgente, licencias o costosas prácticas.
Muchas veces los trámites son tan lentos, los requisitos innumerables y la normativa tan insensible, que los docentes con enfermedades importantes no llegan a curarse y en algunos casos fallecen porque la atención y la licencia no llegaron.
En la provincia de Buenos Aires este año comenzó la discusión de salud docente en el marco de la paritaria, de la que a veces la cara visible es la negociación salarial.
Al respecto, el titular de la Unión Docentes Argentinos (UDA) bonaerense Alfredo Conde señaló que era "prioritario" eliminar las trabas burocráticas y obtener la "licencia y cobertura médica automática" para los maestros con enfermedades graves o terminales.
En la Ciudad de Buenos Aires, según los docentes "la historia vuelve a repetirse", en el sentido de una ancestral demanda de los maestros de separar del cargo a un cuestionado funcionario del servicio de Reconocimientos Médicos del Hospital Rawson -que controla el ausentismo- y revertir el habitual "maltrato psicológico, largas colas y esperas a la hora de pedir la certificación.
El secretario General de la Asociación del Magisterio de Enseñanza Técnica (AMET) de la Ciudad de Buenos Aires, Héctor Cova, sostuvo que "el sistema no permite que el docente pida médico a domicilio y tiene que concurrir desde distintos barrios distantes enfermo, con fiebre, con bastón, con enormes problemas de salud al reconocimiento médico".
La gravedad de las denuncias contra el Rawson llegó al caso, según el dirigente docente, como "a una maestra se le tuvieron que amputar por diabetes tres dedos del pie, y del Servicio la mandaron a trabajar".
"Esto se soluciona con la descentralización de Rawson, donde sean las propias escuelas que extiendan el certificado de ausentismo al docente y con los médicos a domicilio", sostuvo Cova. Recientemente la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB) difundió un trabajo que realizó con médicos del sindicato acerca de las enfermedades que aquejaban a los maestros afiliados.
Más de 35 por ciento padece enfermedades de orden psicológicas, no ajenas a la violenta realidad de los hogares y el entorno social del país, entre las que no estuvo exento el conocido síndrome de "burn out", o conocido como "quemado" o "cabeza quemada", nada extraño para la cotidiana multitarea que realizan hoy los docentes.