Vaya quiste viejo el de Schoklender. Nos viene de 225 millones de años atrás y en superarlo o no nos va la vida en el planeta. Este imbancable gualicho se aquerenció en el triásico y no hay Conicet que lo desactive. Son muy pocos los habitantes del país que escapan al efecto de este pater gen que nos roe y debilita la conducta como la vinchuca lo hace con el corazón. Lo empecé a sospechar en 1993 al informar la sesuda revista "Nature" que los paleontólogos lo hallaron en el sanjuanino Valle de la Luna tras hurgar y desempedrar con cuchara, plumero y pico.
Pese a que aún no se había materializado en Gioja III, se lo clasificó como primer predinosaurio mundial dándosele por domicilio natal nuestro país. Pero lo que pintaba como alegrón derivó en verguenza doble. Aquel tipejo era argentino, pero de lo peor. Su ficha venía a enlodar nuestra genealogía por lo que daban ganas de salir a sepultarlo de nuevo o a secuestrar la edición mundial del aquel ejemplar de Nature. Nuestro llamado Eoraptor Lunensis era bípedo, algo petiso, nada gordo, y más cruel que Bill el Niño. Despertaba temprano para ir a rapiñar nidadas de herbívoros indefensos y huir al amparo de su reptil velocidad. Una felonía que la ciencia describió como "depredador del alba o del amanecer". Poseía tres únicos y afilados dedos y actuaba como prestímano. Y fue, seguro, el primer punguista que hubo en la Tierra.
Pero no el último. De sus descendientes está poblada la historia local. Y si no, echemos un vistazo puntual a esta semana. Impedido de huir de si mismo (está atrapado por Dostoievsky) Schoklender, quien llevaba años tejiendo telarañas, quedó de pronto culo al aire. Todo le iba bien al mal. Mediante su Eoraptor personal puso un día el ojo en el "nido" de las Madres para ir desplegando allí su malignidad. Y lábil y hábil, logró el control de las arcas de los Sueños Compartidos (sic) de la institución. Artimaña parecida a la que para objetivo más terrorífico aplicó con las mismas Madres en los 70 el Eoraptor de Navío de Ojos Azules Astiz. Estos días, seguro de zafar, Schoklender salió a defenderse a como sea. Mezcló Klausewicz con Fidel Pintos y en las pantallas obstruyó cada entrevista con rizomáticos monólogos de confusión. Esta latosa ofensiva le permitió ganar al menos una semana. La primera. Y ya sabemos que entre nos, la segunda se dedica al olvido. Está en nuestra naturaleza. Lo inmoral nos sulfura un minuto y se esfuma en el siguiente. Lo fijó así nuestro avatar ancestral Eoraptor Lunensis (born in San Juan) y vaya a saber cuántas generaciones deberán pasar para que nos libremos de su influjo.
Este "ladrón del amanecer" como han intentado edulcorarlo, fue hace 250 millones de años el embrión, el modelo de prueba, de las 350 especies de dinosaurios macro que arrasaron con todo. Y del depredador enano este fue que recibieron las mañas. Cuando los gigantes desaparecieron los hábitos de aquel proto argentino canalla fueron pasando gota a gota genética a su familia directa. No es de elecciones que trata la Cosa. Aquí hay que ver como le damos el zapatazo final al monstruo íntimo que nos impide tomar aire y crecer. Este primer bandido de la obra desocupada mundial tiene que ver, aunque nos duela, con lo que hicimos y dejamos de hacer en el país. Para verificarlo no se requiere prueba de ADN. Nuestra conducta social lo confirma.
(*) Especial para Perfil.com.