SOCIEDAD
el dolor y el orgullo de dos familias con vocacion de servicio

Ser bombero, una pasión que se hereda

Anahí Garnica y Sebastián Campos, dos de los nueve héroes de Barracas. "Murieron por lo que creían”, aseguran sus familiares.

Los Garnica. Anahí se convirtió en la primera mujer bombero siguiendo a su padre, Jorge. “Ella estaría feliz por el reconocimiento de la gente al esfuerzo”, dice su mamá, Ana María.
| Pablo Cuarterolo

Anahí Garnica y Sebastián Campos no se conocían, pero tenían mucho en común. Disfrutaban de ser bomberos y así ayudar a los demás. Crecieron alrededor de mangueras y autobombas, siguiendo el ejemplo de sus padres.

Ambos encontraron su pareja en un cuartel. Los dos murieron trágicamente cuando intentaban apagar el incendio del depósito en Barracas. Un día después del entierro con honores, los padres de Anahí y los de Sebastián aceptaron hablar con PERFIL, para homenajearlos a ellos y a los otros siete compañeros que perdieron la vida el pasado miércoles.

“Es muy dolorosa la pérdida de Anahí, pero mi hija estaría feliz de ver que luego de esta tragedia se reconocen la labor y el esfuerzo de los bomberos. Nos impactó la cantidad de personas aplaudiendo camino al cementerio. Sentí que ella estaba con nosotros y nos decía que disfrutemos del amor de la gente”, confiesa su mamá Ana María.

Siguiendo los pasos de Raúl, su padre, Anahí se convirtió en la primera mujer bombero. Tenía 28 años, su marido también compartía su vocación y su hermano menor, Catriel, también está estudiando para ingresar al plantel de la Policía Federal.

“Mi hija me llena de orgullo. Pasé muchas tragedias y derrumbes, pero nunca vi algo semejante. Ella era especial y creo que gracias a esto la gente valora más nuestro trabajo”, asegura Raúl, hoy ya retirado.

El hombre recuerda emocionado el día en que su hija le contó que quería seguir sus pasos. “Jamás me imaginé que una de mis hijas sería bombero, porque no había inscripciones para mujeres. Me dio mucha felicidad y admiración por su lucha. Nada la detenía. Hizo los tres años de la escuela de cadetes de la Policía Federal, donde se enamoró y, luego de recibirse, se casó”, explica Raúl, que recuerda emocionado las charlas que compartía con Anahí de colega a colega.

“Cada vez que volvía de un operativo charlábamos. En una oportunidad, había salvado a dos personas pero no logró evitar que una anciana falleciera. Estuvo dos días llorando. Le expliqué que no era culpa de ella. Estaba muy comprometida y se lo tomaba muy en serio. Sabía lo que hacía, porque estaba preparada”, sostiene. Ana María se suma: “Vivió intensamente la vida, como si hubiera adivinado que iba a ser corta. Dios se la llevó muy temprano, pero vivió con calidad”.

La primera vez que Sebastián Campos entró en un cuartel de bomberos fue a los seis años, de la mano de su papá Jorge. “El venía, se quedaba en la guardia y ya se notaba que sentía atracción por esto”, recuerda hoy en su casa de Florencio Varela.

“Al principio yo me negaba porque sabía los riesgos que podía correr”, comenta Jorge, que lleva 46 años en el oficio. “Pero no pude evitarlo, lo llevaba en la sangre”, dice con una mezcla de orgullo y resignación. Compartieron el primer incendio cuando Sebastián tenía 18 años. “Al llegar se mandó primero. Yo quise cuidarlo y lo saqué del peligro. El se enojó, pero así se empieza en esto”, sigue recordando el hombre, que también transmitió su vocación a sus otros dos hijos, Lucas y Ariel, que hoy lloran a su hermano.

Miriam escucha hablar a su marido y a sus hijos de esa pasión que todos los hombres de la casa comparten. Pero confiesa que en estos momentos ella no siente orgullo, tiene bronca. “¿Dar la vida por ser héroe? No. Yo ahora no siento orgullo, tengo rabia, impotencia. El que quedó abajo de los escombros es mi hijo. Es tan injusto”, afirma.

Miriam no puede dejar de recordar la última conversación que tuvo con Sebastián. Fue el martes pasado. “Apagá tu radio, tu teléfono. Buscá un trabajo normal. Cambiá de vida, hijo, por favor”, le dijo. Y él respondió: “Yo te re amo mami, pero dejame hacer esto, que es mi vida. Quedate tranqui que no pasa nada. Pero si muero, prefiero que sea en un incendio”.

Tanto Miriam como Jorge aseguran que sintieron que algo andaba mal cuando vieron en el noticiero el incendio. Jorge se enteró cuando llegó al hospital Argerich. “Yo tuve que avisarle a mi esposa. ¿Cómo se le dice a una madre que murió su hijo? Respiré hondo y se lo dije. Después tuvieron que medicarme”, dice.

En medio del dolor, los Campos aseguran que ahora se dedicarán a contarle a Sofía, la hija de Sebastián, quién era su papá. “Estoy orgulloso de mi hermano. Me sorprendieron un montón de mensajes no sólo de sus compañeros, sino de mucha gente que él había ayudado”, dice Lucas. “Era tan fanático de Racing que al perro le puso ‘Mostaza’. Quiero recordarlo como un tipo que tenía sentido del humor pero también carácter; las cosas injustas lo superaban. Con mi viejo vamos a arreglar el Falcon que tenía desarmado en el cuartel. Queremos hacerle el homenaje. Se lo merece”.