La tecnología y desarrollo que ofrece el Tren Bala anunciado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no puede discutirse. Lo que resulta llamativo es que el gobierno emprenda una obra de semejante magnitud, cuando los problemas cotidianos de transporte, esos que todos los días deterioran la calidad de vida de millones de argentinos, sigan latentes. Es más, camino a cinco años de gestión kirchnerista, basta ir por Constitución para disfrutar de los servicios del Ferrocarril Roca, o de los del San Martín, del Sarmiento, para tener una idea cabal de como están hoy esos medios que supervisa el multiprocesado secretario de Transporte Ricardo Jaime.
Y es en esa realidad que anunciar una obra faraónica, de 1300 millones de dólares, llama la atención y obliga a pensar cuanto tiempo (o gestiones) más habrá que esperar para que viajar en las grandes ciudades argentinas deje de ser una tortura y llegue a ser un servicio público.
La contabilización de innumerables descarrilamientos por parte de los trenes urbanos (los únicos que prácticamente funcionan en todo el país), denota la eterna falta de mantenimiento de la infraestructura ferroviaria local. Luego de aquella frase de Menem "ramal que para, ramal que cierra", la destrucción de la red fue feroz, las inversiones mínimas y si los operadores locales siguieron en el negocio fue sólo porque los enormes subsidios les daban el rédito suficiente.
Entre las formaciones que más problemas sufrieron en los últimos años se encuentra la ex línea Roca (ex Trenes Metropolitano), que Néstor Kirchner le quitó al Grupo Taselli en momentos que las condiciones que soportaban los usuarios ya eran paupérrimas. De allí pasó a formar parte de la Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (UGOFE), creada en enero 2005 para hacerse cargo de las empresas privadas que perdieron la concesión.
En diciembre de 2006, un descarrilamiento –del que nunca se hicieron públicas las causas- entre las localidades de Gonnet y Citybell provocó que nueve personas resultaran heridas. Hechas las "reparaciones del caso", menos de dos meses después, un tren que había partido de La Plata y se dirigía a Constitución descarriló en la zona tres de sus cinco vagones. Ello mereció trabajos más serios y el servicio a La Plata estuvo interrumpido durante meses, prestándose sólo entre Constitución y Villa Elisa.
Más tarde, el 25 de octubre de 2007, once personas resultaron heridas tras descarrillar un tren también de la ex línea Roca –ya a cargo de UGOFE- entre las estaciones de Adrogué y Burzaco, en el partido bonaerense de Almirante Brown. El accidente obligó a suspender el servicio eléctrico durante dos días.
La línea ex Sarmiento también. En diciembre de 2006, una de las formaciones a cargo de la empresa TBA descarriló tras un fallo en el cambio de vías que es de la década del 30. Los pasajeros se autoevacuaron y tuvieron que caminar por los rieles.
En septiembre del año pasado, un tren de la empresa Ferrobaires descarriló después de partir de la estación Once. El accidente no causó heridos, aunque causó demoras en los servicios eléctricos a Castelar y a Moreno.
Los descarrilamientos de 2007 también tuvieron espacio para la ex línea Mitre. En abril, un tren diesel que va de Victoria a Capilla del Señor se salió de las vías, por lo que el servicio tuvo que ser interrumpido.
También en el Mitre, los tres ramales que circulan entre la termina de Retiro y las bonaerenses de Tigre, José León Suárez y Bartolomé Mitre tuvieron demoras después de que en marzo de 2006 descarrillara un tren de cargas.
Finalmente, también en diciembre de 2006, una formación de la ex línea San Martín registró una demora a raíz del descarrilamiento de una locomotora.
Este escueto raconto que no incluye otras falencias en los servicios ferroviarios como son las permanentes demoras, las pésimas condiciones de viajes o la falta de mantemiento de estaciones destruidas. Es en ese cuadro que llama la atención "el tren bala".