Marcelo Pereiro es pastor evangélico y predica en una iglesia del barrio porteño de Mataderos. Como tal, difunde principios como respetar siempre al prójimo, no dañarlo y evitar la mentira. Con estos principios en mente, sería imposible pensar que avala el camino que eligió su hijo Fernando para “ganarse la vida”, aprovechándose de sus conocimientos en electrónica para vaciar cuentas en cajeros automáticos.
Fueron años de intentar disuadirlo, hasta que por fin su padre dijo “basta”. “El eligió su camino, con el que yo no estoy para nada de acuerdo. Es grande y es responsable de sus actos”, confiesa Marcelo, quien hace más de dos años que no tiene ningún tipo de contacto con Fernando.
Ya no le sigue el rastro, y parece dispuesto a seguir de esta forma. “Es un tema demasiado doloroso para mí, y lo tengo muy enterrado. No lo comparto con nadie. Ya no quiero revolver recuerdos tan lastimosos”, es lo último que dice antes de pedir que no lo perturben con un pasado al que parece decidido a no volver a mirar por más que se trate de su propio hijo.