SOCIEDAD
crónica

Tras perder un hijo, la agonía sigue

Cómo es el sórdido camino por el que los cuerpos son trasladados hasta la morgue en el Hospital Gutiérrez.

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En las heladeras se dejan muchas veces las sábanas que se usan para tapar los cuerpos. | Cedoc

Que se muera un hijo es una pérdida irreparable, un dolor inconmensurable. Pero esa agonía es aún mayor cuando el lugar en el que fallece no colabora para transitar la angustia. En el Hospital de niños Dr. Ricardo Gutiérrez, los padres siguen a los camilleros por los pasillos internos y externos del nosocomio hasta la morgue por un camino mal pavimentado, con baches y agujeros en el piso. 

Hay tramos tan estrechos que cuesta imaginar que la camilla vaya a lograr pasar. El agua de los aparatos de aire acondicionado cae justo en algunas partes del recorrido, durante el que se pueden observar animales muertos, uno de los cuales se encuentra en fuerte estado de descomposición siendo devorado por una montaña de insectos. En el caso de que la pérdida ocurra a la noche, se torna un trayecto lúgubre por la poca iluminación. 

La rampa por la que debe entrar la camilla a la morgue es de acero inoxidable y se encuentra parte de la misma mojada. Según explican los empleados, cuando llueve muchas veces el cadáver se les viene encima a los camilleros porque resbala demasiado. No tiene antideslizante tampoco para suplir de algún modo las malas condiciones.

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Ya en la morgue, cuando abren las heladeras, se observa suciedad y sábanas tiradas adentro, las que se usan para tapar los cuerpos de los chicos por faltante de bolsas. Si el deceso se produce a la mañana, no hay nadie para recepcionar el cadáver ni tampoco un fotógrafo que documente en qué estado llega.

Ese es el camino que deben hacer los padres detrás del cuerpo de su hijo fallecido. “A veces se horrorizan, pero nosotros lo entendemos porque nos ponemos en su piel”, cuenta un trabajador. El óbito, así lo llaman los profesionales, de su ser querido es trasladado con las mismas camillas que se usan para transportar a los enfermos y es depositado en ese lugar, donde el protocolo parece no existir.