Encaje paraguayo, bordado bangladeshí, técnicas de tejido y teñido natural de los países andinos: el Ethical Fashion Show de París, que cerró sus puertas el domingo, permitió apreciar como la moda ética puede dar un nuevo impulso a artesanías ancestrales, garantizando a veces su perennidad.
La Carta de la moda ética, a la que adhieren todas las firmas participantes en esta gran cita mundial, incluye, al mismo nivel que el respeto de los trabajadores y la protección del medio ambiente, la salvaguarda de las artesanías populares, "portadoras de riqueza y diversidad".
La peruana Judit Condor Vidal, laureada del Premio Ethical Fashion 2006, trabaja con artesanos de Latinoamérica, pero también de otros continentes y considera los contactos "Sur-Sur" imprescindibles para conservar técnicas que hoy tienden a desaparecer.
En la colección de Cóndor Vidal presentada en el salón parisino, figuran prendas de alpaca tejida a mano en Perú, pero también chaquetitas de seda delicadamente bordadas hechas en Bangladesh.
"Se trata de una suerte bordado-zurcido que se utilizaba para remendar las ropas viejas, una técnica que estaba desapareciendo, y que ahora revive con la sola función del adorno", explica la diseñadora.
Condor Vidal se preocupa particularmente por las técnicas de tinte natural. "Esto, por ejemplo, está teñido con coca", dice señalando un echarpe de lana.
"Muchas de esas técnicas de tintura se están perdiendo, por eso tenemos el objetivo de organizar una pequeña conferencia de productores de países del sur, porque creo que tenemos muchas cosas que aprender los unos de los otros", recalca.
En otro stand, la argentina Liliana Riveros muestra su primera colección para la marca Ñandutí, que creó hace ocho meses, tras haber trabajado dos años como diseñadora de la firma franco-brasileña Tudo Bom.
Los encajes y bordados tradicionales de Paraguay engalanan una colección de pret-a-porter de líneas depuradas, dando a las prendas un toque alegre, pero no étnico.
"Los diseños los hago en París. En Paraguay trabajamos con artesanas que hacen a mano el 'ñandutí' (que significa en guaraní tela de araña) y el 'encaje ju'. Todo lo que es producción de algodón y confección de las prendas se hace en Argentina, en un pequeño taller de Buenos Aires", cuenta la diseñadora.
La línea incluye vestidos inspirados de la tradición de la vestimenta campesina, con tirantes o escote de encaje. En otro modelo, ajustado al cuerpo, el ñandutí es un broche que puede llevarse en el pecho o para ajustar el cinturón.
" En la relación con las artesanas de Paraguay eliminamos todo tipo de intermediarios. Los precios de cada bordado son fijados por las propias artesanas junto con el IPA (Instituto Paraguayo de Artesanía), y nosotros lo pagamos sin discutir", precisa la estilista.
"Nosotros le pedimos la forma que necesitamos para nuestros modelos, pero el diseño del encaje es dejado a la libre creatividad de las artesanas", agrega Liliana Riveros, que incluye sus nombres en el catálogo de presentación de la colección.
Argentina hija de paraguayos, Riveros cuenta que siempre deseó "trabajar con artesanos del Paraguay", país que conoce desde niña. "La vida quiso que viniera a vivir a París, donde estudié diseño de moda. El proyecto de mi vida era unir a esos tres países. Con Ñandutí lo he logrado", dice.
Otro ejemplo de nueva utilización de las artesanías tradicionales es la colección del camerunés Martial Taplo, en la que la rafia, la paja o la corteza de árbol se codean con la seda, la organza y el tafetán en modelos sumamente sofisticados.