Las universidades argentinas, como el resto del sistema educativo, se ven confrontadas e interpeladas a diario en su sentido, sus propósitos y sus prácticas por demandas totalmente originales e inéditas o por reclamos más conservadores, que provienen de distintos actores sociales.
Algunas de dichas posiciones ven a la Universidad como un espacio de lucha y de reivindicación social, de garantía de la igualdad, de libertad y de emancipación de las conciencias; otras, con aspiraciones similares, ponen el acento en la calidad académica, en la excelencia disciplinar, en la formación de profesionales de altas calificaciones, como garantía de crecimiento y desarrollo de las personas. En ambos casos los sueños y las esperanzas conciben a la Universidad y, en general, al sistema de educación superior como promotor de cambios sociales que fortalecen las instituciones democráticas y que orientan sus acciones a disminuir las brechas socioeconómicas y culturales, brindando mayores y mejores oportunidades.
Frente a estos planteos, la Universidad abre su espesura de matices y de puntos de vista que se tejen dentro y fuera de las aulas, en los pasillos, en la calle, en los medios. Todos: intelectuales, expertos, académicos, estudiantes, egresados, padres, futuros ingresantes, los medios de comunicación, etc. tienen el derecho de emitir su juicio acerca de cómo debería ser el ingreso a las universidades, cuánta exigencia se debe imprimir sobre los estudiantes y cuánto hay que tolerar el aletargamiento o el abandono. Tal vez todos tengan una cuota de razón y la discusión encendida nos conduzca por caminos insospechados.
Lo cierto es que, en algún momento, las personas y las instituciones comienzan a pensarse a sí mismas y revisan sus modos de vincularse, de ser y estar en el mundo y es, entonces, el momento de tomar decisiones acordadas, consensuadas, realistas y que –también– produzcan cambios. El rumbo de las decisiones nos obliga a pensar e imaginar otro concepto de Universidad y preguntarnos: ¿por qué, para qué y para quiénes? ¿Tenemos que seguir pensando en el formato de la Universidad tal como la concebimos hasta ahora?
Este entramado encuentra un gran desafío en el ingreso, con sus históricas y renovadas disputas, oscilantes entre la opción del ingreso irrestricto para toda la población o un sistema restrictivo, donde los criterios y modalidades de restricción son muy diversificados. En esta relevante discusión acerca del quién entra, quién permanece y quién queda afuera de la Universidad, se involucran nuevos actores, sectores sociales antes excluidos, identidades nuevas, nuevos modos de participación en las aulas, nuevas tecnologías, nuevos modos de comunicación y nuevos jóvenes.
Un sistema novedoso. Los sistemas de admisión e ingreso a las universidades argentinas son variados y van desde formas restrictivas con cupos o exámenes hasta modalidades de admisión libre o irrestricta, con un amplio abanico de matices. El “ingreso irrestricto”, a su vez, ofrece diferentes aproximaciones conceptuales, metodológicas, ideológicas y políticas según sea la afinidad que se perciba. Para algunos, ingreso irrestricto implica democratización e igualdad. Para otros, en cambio, el mismo concepto se relaciona con baja calidad y asumen que un sistema restrictivo o con ingreso garantiza la excelencia académica. En todo caso, los sistemas de ingreso se configuran como acontecimientos vivos y cambiantes, impactados por las coyunturas y por los contextos donde se inscriben.
El ingreso irrestricto, tiene como principio fundamental, brindar la igualdad de oportunidades en el acceso a la Universidad, a todos los egresados del nivel medio. Sin embargo, hay un gran porcentaje de estudiantes que se desgranan del sistema, abandonan o aletargan sus estudios. La exclusión se produce, entonces, luego del ingreso a partir de los resultados académicos de los estudiantes en los primeros años de la carrera.
Para mitigar esta situación, la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata se encuentra trabajando en la implementación y puesta en marcha de un ingreso irrestricto nivelatorio y preparatorio tanto de la vida universitaria como de los conocimientos que se requerirán a lo largo de la formación profesional, para poder compatibilizar las exigencias de la formación superior con las que posee el estudiante cuando comienza sus estudios de grado.
La Facultad de Ciencias Económicas y Sociales se propuso –además de abrir sus puertas sin exclusión a todo aquel que aspire a estudios superiores– ofrecer los mecanismos de inclusión genuina necesarios para la vida universitaria, a través de herramientas, conocimientos y saberes apropiados para garantizar la permanencia, consecución y finalización de los estudios y, a la vez, respetar las particularidades y exigencias disciplinares de las asignaturas como el corpus académico del trayecto formativo.
Tanto las estrategias didácticas, que acompañan a las nuevas juventudes y sus modos de apropiación de conocimiento, la consideración del atravesamiento de las nuevas tecnologías incorporadas a los procesos comunicativos del aula, como la revisión de los conocimientos mínimos necesarios para un buen desempeño del graduado, permiten reconocer al ingreso del estudiante como un complejo proceso de encuentros entre diferentes actores que involucran cuestiones administrativas, sociales, cognitivas y afectivas.
El establecimiento del sistema de ingreso irrestricto en la facultad implicó desarrollar un conjunto de acciones y de políticas que hicieran compatibles las condiciones en que ingresan los aspirantes –con su historia, experiencias, trayectos formativos previos, expectativas, capacidades– con las que exige la vida universitaria y el diseño curricular en sus primeros años.
Pensar otra Universidad. Las universidades tienen que asumir la responsabilidad de recibir estudiantes y darles todas las oportunidades para que continúen aprendiendo, tratando de superar una mirada meramente economicista que no considera el impacto social que significa el tránsito de los jóvenes por las aulas universitarias.
El planteo de un ingreso irrestricto preparatorio y nivelatorio implica tender puentes y brindar los apoyos necesarios para que los estudiantes sigan construyendo conocimiento, culminen sus estudios e incluso atraviesen otros ámbitos como la extensión o la investigación.
El aumento de la matrícula relacionada con nuevas modalidades de ingreso, la pluralidad de expectativas, heterogéneas formaciones de base de los jóvenes o la necesidad de motivación y apoyo en prácticas de estudio, son algunas de las razones por los cuales se hace necesaria una consideración atenta sobre los aspectos que hacen a las prácticas de enseñanza. Junto al conocimiento disciplinar de la materia es preciso involucrar conocimientos sociales, pedagógicos y didácticos para poder resolver algunas o muchas de las situaciones que van surgiendo en las clases.
Construir este espacio de trabajo debe, necesariamente, superar el abordaje que considera el dinero invertido en educación superior como un gasto, en favor de una perspectiva social e inclusiva que suponga el compromiso de dar acceso a todos los que así lo deseen y, a la vez, brindar todas las posibilidades educativas para favorecer comprensiones genuinas, aprendizajes que perduren en el tiempo y construir experiencias significativas que puedan volver a la sociedad en un diálogo vital y enriquecido.n
*Decana Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Nacional de Mar del Plata.
**Docente de Asuntos Pedagógicos, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Nacional de Mar del Plata.