El idioma nos une muchísimo más de lo que nos separa, dice, aunque trabajó una década para producir una herramienta para que esa separación sea aún más invisible. Joseph Persico nació en Estados Unidos, donde se recibió de lexicógrafo, pero vivió 13 años en la Argentina y, enamorado de nuestra forma de decir, armó un diccionario bilingüe al que define como “de términos porteños”, y que se presenta como el “más exhaustivo de regionalismos compilados para un solo dialecto del español”.
El libro, distribuido en Argentina por editorial Océano, reúne 2.400 definiciones, entre ellas, del uso aplicado de algunas palabras –como “zapatilla” o “media”–, que encierran aquí más de un significado.
La tarea, asegura, no fue fácil: “Hice unas 6 mil horas de lectura, a razón de unas veinte horas por semana, de novelas y ensayos, obviamente; pero también de diarios y revistas en Buenos Aires, buscando los términos. Anotaba todo en cuadernos, obsesivamente, y recopilé unos 3 mil términos que ‘depuraron’ en el resultado final”, cuenta a PERFIL desde California, donde vive y enseña actualmente.
Su objetivo –además de compartir la pasión por los dos idiomas, claro– era “convertir el diccionario en el compañero ideal no sólo para los argentinos que estudian inglés sino también para los extranjeros que eligen la ciudad para vivir”, agrega. Y una rareza: el 60 por ciento de las definiciones de su libro no figura en el diccionario The Oxford Spanish Dictionary, “el mayor referente en el campo de la lexicografía bilingüe”, agrega.
Lengua viva. La idea de Persico es que el diccionario, de formato papel, “sea un complemento de algo digital: tendrá una segunda edición en la que la gente colabore de forma remota con sugerencias y correcciones”, cuenta.
“El 98% de los términos se puede traducir al inglés, pero yo traté de darle un tratamiento más completo: por ejemplo, ‘boludo’ puede traducirse como ‘stupid’; pero en mi diccionario ocupa una columna entera”. Para el periodista inglés James Grainger, editor del Buenos Aires Times –que trabaja en inglés pero “vive en castellano”–, “boludo” es el término que más fácilmente se instala para quien incorpora el porteño a su habla: “¡No hay una palabra mejor! Me gusta mucho el sonido y la música del castellano, y ‘boludo’ es un ejemplo perfecto”, comparte. Y lo mismo sucede –pero no únicamente– con los insultos, cuya transcripción al inglés le resulta, cuando menos, “curiosa”.