La banda de secuestradores virtuales, que llegó a realizar cerca de 150 llamados en una sola noche, utilizaba un ardid con un alto nivel de efectividad: el truco de la mujer que llora desesperada pidiendo auxilio desde el otro lado del teléfono. En la jerga, a estas mujeres se las conoce como “lloronas”. Según fuentes policiales, esta organización contaba con dos buenas “actrices”: Yamila K.C. y Milena I.
La primera de ellas (apodada “la Japonesa”) fue detenida el viernes pasado a la madrugada en el barrio porteño de Villa Lugano. Sería amante de uno de los cinco miembros de la organización.
Milena, en cambio, no pudo ser capturada en los doce allanamientos ordenados por el fiscal del Area Criminal de San Fernando, Alejandro Musso. Es la hija de Daniel I., uno de los cabecillas de la banda. Junto a Cristian P., alias “Ianco”, tiene pedido de captura.
Papel clave. Para los investigadores, tanto Yamila como Milena cumplían un rol fundamental en el engranaje de la organización porque eran quienes se encargaban de iniciar el contacto con las futuras víctimas.
La gavilla, integrada por miembros de la comunidad gitana y presuntamente liderada por un hombre conocido como “Milanco”, habría realizado, en promedio, cerca de 4 mil llamados extorsivos por mes, según estiman los investigadores. Las fuentes destacaron que pudieron acreditar al menos treinta casos en los que se cobró rescate, y que entre sus víctimas podría estar la periodista y biógrafa de Cristina Kirchner, Sandra Russo.
Para el jefe de la Policía Bonaerense, el comisario general Hugo Matzkin, ésta es “una de las causas más importantes de los últimos tiempos”.
“La gente lo que tiene que hacer es denunciar inmediatamente para frenar ese ataque psicopático, pensar dos minutos y no dejarse seducir y cortar el teléfono, que es la herramienta que ellos utilizan para hacer creer que hay un allegado secuestrado. Tampoco hay que dar nombres, porque hubo casos en que se han realizado pagos con el familiar en su propia casa sin darse cuenta de que estaba durmiendo”, dijo sobre la modalidad.
Según fuentes policiales, la banda contaba con una estructura piramidal con roles definidos. Además de las “lloronas” contaban con un grupo que trabajaba en el cobro del rescate analizando el lugar y otro, encargado de llevar adelante las negociaciones telefónicas con las víctimas.
Con los secuestros virtuales los delincuentes consiguieron disparar sus ingresos. Sólo en autos se estima que invirtieron cerca de 18 millones de pesos. Entre los coches que habrían comprado con el dinero de los rescates figuran modelos importados y descapotables, como un Fiat 500 Cabriolet, un Mini Cooper y un Smart. La ambición y la facilidad con la que conseguían engañar a sus víctimas los llevó a evaluar la posibilidad de ampliar el negocio. Según los investigadores, planeaban montar un call center.