El 15 de abril de 2016, una protesta de taxistas contra Uber con 25 cortes de tránsito simultáneos paralizó Buenos Aires. La aplicación llevaba menos de una semana en funcionamiento y, de acuerdo al sindicato de peones de taxi, había generado una caída de entre 30% y 40% en los viajes en taxis. Ah sí, Uber había decidido poner en funcionamiento su aplicación pese a una prohibición judicial. Las protestas se repitieron durante ese año y siguen hasta hoy, generando un caos de tránsito en una ciudad que ya de por sí es compleja de transitar.
Preguntarnos si Uber es una joya de la nueva economía digital o un engendro del capitalismo salvaje sería tan contraproducente como el método de protesta de los taxistas, que en vez de generar empatía con su reclamo produce rechazo en la mayoría de los que transitan la ciudad, que se ven perjudicados por los cortes y las demoras. La adopción de nuevas tecnologías basadas en la web y la proliferación de celulares inteligentes es una fuerza imposible de detener, pero eso no quita que debemos cuestionar críticamente el rol de estas plataformas en las ciudades del presente y el futuro.
Para entender es necesario ir por partes, como también aceptar que existen múltiples puntos de vista. En las últimas semanas la revista Anfibia publicó una potente crónica sobre las vicisitudes de un repartidor de Rappi, la nueva app de delivery que pintó la ciudad de naranja fluo, titulada Capitalismo con tracción a sangre. En ella, narran cómo un periodista convertido en rappitendero tuvo que navegar una compleja burocracia humana y digital para lograr convertirse en un repartidor competitivo para una aplicación que no daba explicaciones ni una compensación adecuada al nivel de trabajo y sus riesgos. Su relato es potente, pero también parcial. Aunque es importante cuestionar si las condiciones laborales de los repartidores de Rappi y Glovo son precarias, a la vez es necesario mencionar que muchas personas -principalmente inmigrantes- logran un importante ingreso económico sin el cual quizás no podrían ponerse de pie en nuestro país. Y, claro, para el usuario el servicio es tantas veces mejor. A los que piden delivery usando una app, recuerden cómo funcionaba PedidosYa cuando no tenía competencia. En otras palabras, no son ángeles ni demonios.
Las ciudades son el punto neurálgico para entender a las sociedades del siglo XXI. El crecimiento poblacional agresivo de la humanidad desde la Revolución industrial, sumado a la concentración de capital en los centros urbanos, parieron una nueva modernidad que es esencialmente urbana. La irrupción de internet y las tecnologías basadas en teléfonos inteligentes han acelerado los procesos de transformación de las grandes metrópolis. Hoy conviven cada vez más ciudadanos de alto poder adquisitivo y con trabajos altamente especializados con otros de clase baja que se acercan a las ciudades para ofrecerles servicios básicos como limpieza y cocina. A la vez, hemos visto el surgimiento de una clase de marginales que es netamente urbana, los que han quedado fuera del ecosistema capitalista hegemónico. Estas mismas ciudades fueron pensadas hace medio siglo, donde el ideal eran las avenidas amplias para que los residentes suburbanos pudieran llegar al centro laboral. Hoy, esas mismas ideas generan polución y tráfico, externalidades negativas con altísimos costos económicos.
Alrededor del mundo estamos volviendo a pensar la ciudad, apuntando a reducir el uso de autos e incrementar los espacios verdes. La llamada economía colaborativa que permite a una persona alquilar una habitación vacía en su departamento con Airbnb o aprovechar las horas libres y la tenencia de un vehículo para llevar pasajeros con Uber son parte de esta nueva visión urbana. No debemos tapar el sol con la mano, pero sí hacer preguntas difíciles. Estos trabajadores, ¿tienen las protecciones laborales que la sociedad considera básicas? ¿Quién regula las tarifas que imponen las plataformas? ¿Las plataformas están tributando justamente? ¿Cómo podemos ayudar a modernizar las industrias que sufren el shock repentino de la llegada de un nuevo jugador con billetera aparentemente infinita?
Estas y tantas otras son las preguntas que Perfil busca responder en un nuevo ciclo llamado Ciudades del futuro: digitalización del ecosistema urbano y los desafíos del nuevo paradigma. Tuvimos un debate abierto con el manager regional para el Cono Sur de Uber, Mariano Otero; el gerente general regional de WeWork para Latinoamérica, Pato Fuks, y la ejecutiva de cuentas VIP en PayU Latam, Ana Furey, para comenzar a explorar estas temáticas. Los invitamos a ser parte del debate viendo las distintas entrevistas y participando en redes sociales, y seguiremos generando oportunidades para entender críticamente hacia dónde vamos.