No hay crecimiento económico sostenido sin fortalecimiento de la Universidad. La Revolución Industrial impulsó en el siglo XIX la escolarización primaria y en el siglo XX el desarrollo económico valorizó la escuela secundaria. En este siglo de acelerada globalización y avances científicos, no es posible el progreso económico, con inclusión social, sin una educación terciaria de calidad que además asegure la igualdad de oportunidades. Esto ha sido entendido por los países emergentes, que apuestan a un desarrollo con más y mejores graduados universitarios, especialmente en las ramas científicas y tecnológicas. No es posible un sostenido avance económico sin acumulación de capital humano calificado, sintetizado en el nivel de conocimientos de la población, que es hoy más importante que el capital físico. El nuevo mundo globalizado demanda nuevos conocimientos a la fuerza laboral, generados especialmente por la Universidad.
Contexto. No es casualidad que los países con sostenido crecimiento económico tengan altos niveles de graduación terciaria: por ejemplo, Australia tiene 44% menos de población que nosotros, pero anualmente tiene el triple de graduados. Corea tiene apenas 21% más de habitantes que nosotros pero se gradúa en el nivel terciario el 380% más de profesionales. También Panamá, Puerto Rico, Venezuela, Cuba, Chile y México gradúan, en proporción a la población, más universitarios que nosotros. Nuestra escasa graduación universitaria configura un atraso que se agrava año a año cuando se compara nuestra matrícula, no con naciones industrializadas, sino con nuestros vecinos, por ejemplo Brasil.
En Argentina el panorama es crítico, ya que de cada cien estudiantes que ingresan, abandonan 73 en nuestras universidades estatales, mientras que en las privadas abandonan 58. Nuestra alta deserción universitaria es casi única en el mundo, señalemos que en Portugal y Canadá no concluyen 25 de cada cien ingresantes, en Dinamarca, 18, y en Japón, apenas 9. Estas cifras reflejan que nuestra Universidad está enfrentando graves problemas, por ejemplo que nada menos 44 de cada cien estudiantes de las universidades estatales aprueban una sola materia después de un año.
La preparación de los estudiantes secundarios para su ingreso a la Universidad es clave para tener una alta graduación universitaria. En Brasil, rinden anualmente el ENEM (Examen Nacional de Enseñanza Media) más de 8 millones de alumnos. Este examen constituye una política de Estado iniciada a fines del siglo pasado y continuada por la presidenta Rousseff, quien expresó: “El ENEM es el instrumento fundamental para la juventud porque valoriza el esfuerzo de quienes quieren aprender”. El ENEM proporciona información a las universidades a las cuales aspiran a ingresar estos jóvenes, además es útil para asignar las numerosas becas que se otorgan a los buenos alumnos de origen humilde.
Los resultados del ENEM son publicados por escuela de origen, permitiendo así a las familias conocer el nivel educativo de las escuelas de su elección, derecho que está prohibido legalmente en Argentina. El ENEM incentiva la dedicación al estudio por los aspirantes a ingresar a la Universidad, ya que para ellos los últimos años del secundario son clave, y esto favorece la graduación final.
Tenemos proporcionalmente más estudiantes universitarios que Brasil, ya que cada mil habitantes hay en nuestro país 44 estudiantes universitarios y en Brasil, 35. Uno debería suponer que si tenemos más estudiantes deberíamos tener más graduados, pero no es así. En 2012 nuestra graduación fue de 110 mil universitarios; en Brasil, de 1,05 millón. Si consideramos la población, Brasil está graduando el doble. Nuestro retroceso se ha acentuado ya que, en 2002, por cada cien graduados argentinos, Brasil graduaba 641. Pero diez años después Brasil avanza y en 2012 gradúa 955 por cada cien de los nuestros. Este es el resultado del distinto aumento en la graduación, ya que Brasil incrementó en el período 2002-2012 su graduación 124%, y nosotros, apenas 47%. Esta gran diferencia en el avance en la graduación en esta década nos está diciendo que nuestro ritmo de acumulación de capital humano calificado es inferior al de nuestro vecino. Esta es una alerta negativa para nuestro futuro. Pero ¿cómo es posible que con más estudiantes tengamos menos graduados que nuestros vecinos? La respuesta se encuentra, como hemos visto, en el bajo nivel de graduación de nuestras universidades, tanto estatales como privadas (obviamente, siempre hay excepciones puntuales. Esta deserción es muy inferior en Brasil, donde más de la mitad de los ingresantes concluye su carrera universitaria.
Futuro inclusivo. La experiencia universal nos dice que hay una correlación entre las exigencias de ingreso y el posterior éxito en la conclusión de una carrera universitaria. Esta experiencia va más allá de las ideologías o regímenes políticos, ya que estas exigencias son comunes a muchas naciones capitalistas o socialdemócratas, como también a países gobernados por el Partido Comunista (China y Cuba), o países como Ecuador. La ausencia de requisitos previos para el ingreso a la Universidad es una barrera no deseada porque de hecho debilita la dedicación al estudio en la secundaria, comprometiendo así el futuro de nuestros jóvenes. Es hora de que reconozcamos la realidad ya que está en juego el futuro de nuestros jóvenes.
Si no encaramos ya esta cuestión, quedaremos rezagados en el siglo XXI, caracterizado por el papel estratégico de la acumulación de capital humano altamente calificado. El mundo del futuro no será de los recursos naturales, sino del conocimiento científico y tecnológico; recordemos que el siglo XIX fue el de la escuela primaria, el XX, el del secundario, y este siglo es el siglo de la Universidad. Para construir una sociedad no sólo próspera sino también inclusiva, necesitamos una nueva política educativa que mejore, cuantitativa y cualitativamente, nuestra graduación universitaria.
*Academia Nacional de Educación.