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Mauricio Dayub: “Creo que podría haber sido cantante de bailanta”

El protagonista de “El Equilibrista” participó del Ciclo de Entrevistas organizado por estudiantes de Periodismo de Perfil. El teatro por streaming. Y los actores y la política.

ENTREVISTA MAURICIO DAYUB 20210405
Entrevista a Mauricio Dayub | Captura de pantalla

Mauricio Dayub visitó la Escuela de Comunicación en forma virtual para responder preguntas de estudiantes de Periodismo de Editorial Perfil. El actor y director se refirió a las dificultades que trajo la pandemia para el mundo del espectáculo: “Descubrí que cuando tenemos hambre el cuerpo nos avisa, pero cuando nos estamos perdiendo un concierto, una gran película, una muestra de pintura, no hay ninguna parte del cuerpo que nos avise”, aseguró.

También indicó que el teatro que se hace por streaming “se aleja de lo que es esencialmente una obra de teatro” y que Hamlet es un personaje que le gustaría interpretar. “En todas las obras siempre tomé algo de la vida que me preocupa, que me parece que no está bien, que podría mejorar. Y lo pongo un poco al servicio de todos para que lo discutamos y también yo lo pueda mejorar como pensamiento, porque no siempre el autor tiene razón”,  concluyó Dayub en el Ciclo de Entrevistas a cargo de Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación.

¿Cómo fue volver a su teatro Chacarerean después de casi un año sin actividad y cómo se sostuvo el financiamiento del mismo?

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—Vamos por la parte más linda: fue muy emocionante volver. Luego de nueve meses cerrado fue realmente difícil. No podía entrar ni siquiera para hacer cosas de mantenimiento. Primero fue el encuentro con los empleados del teatro, después con los técnicos, y finalmente todos juntos recibimos al público. Nos dimos cuenta que volver no solo lo necesitábamos nosotros sino también la gente. Se sintió que estábamos haciendo algo importante. Descubrí que cuando tenemos hambre el cuerpo nos avisa, pero cuando nos estamos perdiendo un concierto, una gran película, una muestra de pintura, no hay ninguna parte del cuerpo que nos avise. Fue muy hermoso. Pero, para terminar de responder tu pregunta, lo mantuvimos gracias a cierto apoyo que tenemos del Estado, que pagó una parte de los sueldos, y también del Instituto Nacional del Teatro. Ni sumando ambas contribuciones alcanzamos el 50% de lo que hace falta para mantenerlo.  

¿Qué obra de teatro le llegó más al corazón y cuál fue el personaje que no pudo hacer y quisiera interpretar?

—No sé si alguna vez me pregunté cuál era la obra de teatro que más me emocionó. Lo que sí recuerdo fue una película por la que decidí ser actor. La película, llamada “Melody”, la vi cuando tenía 11 años. Esto lo recordé porque ayer se cumplieron 50 años de su estreno y en todo el mundo había fanáticos que iban a verla por streaming. Con respecto al personaje, yo siempre he hecho roles por necesidad. Siempre encontré la manera de poner en escena algo que no me animo a hacer en la vida. Hamlet es un personaje que me gustaría mucho hacer, incluso ahora que ya no tengo edad para interpretarlo. Es una especie de “tour de forcé” con el que me gustaría emular a uno de los  actores que admiré mucho, Alfredo Alcón, a quien vi hacer partes de Hamlet. Sé que cuando uno en la etapa de formación ve a alguien que lo inspira, y siente mucho deseo de que le pase algo similar, en algún momento de su vida esas dos cosas se juntan y lo logra. He logrado hacer partes de lo que ha hecho Alcón en otros personajes. Por eso creo que tendría mucho para ofrecerle a una versión de Hamlet.

¿Cómo ve hoy la ficción de la televisión argentina comparada con los enlatados que se compran en el exterior?

—La televisión argentina en este momento es un fenómeno que a mi me produce mucha curiosidad. Soy de la época que a la tele tenía la vaca atada y que le fuera mal era impensado. Hoy se festeja por un pico de 7 puntos y me hace mucha gracia. Este es un ejemplo extraordinario para entender que nada es para siempre, que nadie se la tiene que creer, que todos debemos ser humildes e inteligentes frente a lo que hacemos porque nada es tan rígido ni tan perpetuo. Esto que me decías que compare con los enlatados es parte de la respuesta que te estoy dando. Lo que antes podían poner en los peores horarios, hoy puede ocupar el prime time y es algo inusitado. Si te preguntas como empresario por qué la gente cree que encuentra un punto de identificación en una novela con otras características, generada en otro país, que vive otras culturas; nos pasaría lo de siempre cuando nos preguntamos por qué algo es un éxito. No sabría cómo responder.

En una nota que dio durante el verano dijo que con su hijo había tenido un pequeño proyecto de vender paltas, ¿qué le hubiese gustado hacer o qué estaría haciendo si no fuera reconocido en el medio?

—Lo de las paltas, lo aclaro por las dudas, lo conté porque me preguntaron qué me había permitido hacer estar con el barbijo, que nadie me reconozca. Y recordé una de las cosas que me había animado a hacer: fue el proyecto de las paltas. Tengo un árbol de paltas y junté como diez cajones. Las distribuí con amigos y gente que trabaja conmigo. Hasta me animé a hablar con un verdulero. Con respecto a la pregunta sobre qué haría si no fuera actor, yo creo que la esencia del actor tiene más que ver con observar que con ser observado. La esencia de este trabajo tiene que ver con lo que podemos registrar viendo la vida, escuchando, sintiendo y produciendo. Creo que podría hacer muchos trabajos y oficios comunes. Tengo mucho sentido común y de la organización. Creo que podría haber sido cantante de bailanta o de algo popular. Siento que hay un destino Cacho Castaña, un destino Sandro que me robaron en el camino y que lo cumplió otro.

Mauricio Dayub en el Ciclo de Entrevista

Dijo que el teatro le permite expresar cosas que no se animaría a decir en la vida, ¿Cuáles son esas cosas?

—En general tienen que ver con cosas que creo del mundo y que no podría estar simplemente diciéndolas en las conversaciones, sino que las tengo que profundizar y plasmar. Mis obras, casi todas, tienen que ver con algo que quiero comunicar, en las cuales estoy en desacuerdo con el mundo. Al ponerlo arriba del escenario hago una especie de puente con la crítica, con los espectadores y con los otros artistas, y el tema que a mí me preocupa empieza a cobrar forma y lo termino de elaborar de algún modo. La primera obra que escribí, El Amateur, se trataba de alguien que quería ser único en el mundo y era la persona menos indicada para serlo. Y la mayoría estaba seguro que por el aspecto que tenía, por cómo se vestía y por como hablaba, jamás iba a poder ser único en el mundo. Y ese personaje, a través del derrotero que le escribí, lograba sorprender al público, porque éste advertía que, si esa persona tan común pudo lograrlo, también lo podía lograr el espectador. Y eso producía una emoción muy fuerte por advertir, sin que nadie te lo diga directamente, el prejuicio con el que vivimos, o la cantidad de condicionamientos sociales que tenemos que nos hacen ser más o menos como hay que ser y no lo que realmente sentimos, no lo que realmente podríamos ser. 

¿Qué piensa del streaming y cómo lo vive usted?

—El teatro históricamente se produjo en vivo, estando juntos. Y, para que eso se produzca, antes estuvieron juntos el actor, el director, el productor, el escenógrafo y el músico. Al no poder hacer todo eso juntos aparece la manera de hacerlo por separado. Yo creo que en pandemia todo está permitido porque es una situación límite. Lo que sí, me parece que hay que encontrarle el nombre adecuado, porque es otra la actividad de hacer algo en streaming. El teatro que se hace por streaming, el que se filma, se aleja de lo que es esencialmente una obra de teatro. Creo que estamos llegando a muchos más espectadores con esta posibilidad. A personas que realmente no podrían venir al teatro  y eso me gusta más todavía porque los mantiene en contacto con la actividad. Creo que, como muchas otras actividades de la pandemia que se hicieron fuertes, el streaming llegó para quedarse. Llevará su tiempo, tal vez al principio no llegue a tanta gente. Le pasará lo que les pasa a todas las actividades que se emprenden nuevas. Pero no me parece mal, me parece que hay que diferenciarlo, para no confundirlo.

Hace un par de años le hicieron un reportaje en el que dijo que “ser feliz es ser de grande lo que imaginamos de chicos”. ¿Usted se considera una persona feliz o en camino a eso?

—Sí, justamente por lo que dije en esa entrevista. Lo estaba pensando recién durante las respuestas a las preguntas que me hicieronn porque veía que son alumnos de primer y segundo año y no tienen la edad que uno espera. Por eso, me gusta mucho más lo que estamos haciendo porque siento que no se han dejado llevar por el tiempo y han encauzado hacia donde les gusta a ustedes. Creo que esa postal de la infancia es fundamental para sentir la plenitud que siento. Creo que, si no hubiera podido ser actor, si no me hubiera podido dedicar a algo relacionado con lo artístico, no hubiera tenido esta sensación de estar mano a mano con la vida. Y esto no lo sentí así siempre. Los primeros diez años me costó mucho que el otro me vea, que el otro me de una posibilidad, que crea en mí. No tenía las condiciones. Era provinciano, no hablaba inglés, no había ido a las escuelas reconocidas, no vivía en los barrios más importantes. Y esos años de pensiones y de boxeo me recuerdan que yo no era feliz, que tenía un pequeño malestar en el estómago todo el tiempo porque no sabía si me iba a poder realizar en lo que quería, en lo que me gustaba. No sabía si podía ser feliz en otra cosa, acomodándome en la incomodidad de otra profesión. Tenía en claro que esta era esta mi pasión. Y por eso creo que realmente no es una exageración esa frase, sino que me representa mucho. Estoy convencido que ser feliz es ser de grande lo que uno se imaginó que iba a ser cuando era chico. Porque las vicisitudes, si vos estás haciendo lo que te gusta, no son tan complejas.

Todas sus obras tienen, como usted dijo recién, denuncia, algo que lo preocupa, injusticia, incluso denuncias sociales. Sin embargo en el espacio público no interviene mucho políticamente. Cuando hoy vemos, en los últimos años, desde los dos lados de la grieta, actores muy identificados, también realizando su carrera pero con intervención política. ¿Qué piensa al respecto usted, sobre los colegas que intervienen en política?

—Me parece que la verdad es la verdad de cada uno, pero no es la de todos. Yo busco los lugares donde me pueda expresar mejor y siento que políticamente no me puedo expresar como quiero porque estoy convencido que sabemos poco de política. Sabemos mucho de una serie de cosas que se muestran, otras que se intuyen desde los medios y otra serie de cosas que se interpretan, pero todas esas son certezas, no son verdades. Son cosas de las que nos convencemos y defendemos. Yo cuando escucho hablar enfáticamente de cosas en general que nos representan a todos, a mi me da mucho pudor, porque digo: ¿cómo puede estar tan seguro? En estos días se puede decir, por ejemplo, esa cosa argentina que tenemos, (expresó con actuación) 450.000 vacunas en Chile, escuché el otro día, no sé cómo puede ser si el PBI…, ¿cómo saben todo eso?  Trato de reducir mi panorama a las cosas que conozco. Entonces me siento seguro cuando expreso, porque si me equivoco, me equivoco auténticamente, pero no es que esté mal la política, la política es una herramienta fundamental, lo que pasa es que yo ligo más la política, en este momento con la solidaridad que con la política partidaria. Un político que me representa es Juan Carr. Me siento mucho más representación en los que hacen cosas para favorecer el bien común que en la otra política que lo intenta también, pero que está llena de cosas que se interponen en el medio que hace que la política no sea tan clara. Cuando yo empecé, cuando me vine a vivir a esta ciudad, estaba el gobierno militar y no había manera ni de pensar, ni de decir y todos los errores se resolvían con las armas. la política es algo que está bien, pero bueno, como muchas otras cosas en la Argentina, las hemos ido llevando a un borde.

Agradecemos su participación en el Ciclo de Entrevistas organizado por estudiantes de Periodismo de Perfil y le damos la oportunidad de cerrar el reportaje con algún comentario que quiera realizar.

—Tal vez a propósito de lo que estás diciendo, les diría, por experiencia personal que el período de formación, a pesar de que en esos momentos nadie nos elogia, nadie nos da trabajo, nadie nos paga, nadie nos contrata y cuesta pensar que uno vale, que uno sirve… Yo le doy mucho valor porque, cuando llega la oportunidad, esa que todos esperamos, el logro, el objetivo, uno no es otro que el que era en esos momentos. (con gran emoción, se le llenaban los ojos de lágrimas) Y depende mucho de cómo hagamos nuestro trabajo en esos momentos, cómo estudiemos, cómo nos dediquemos, justamente por eso nos eligen, aunque sea muy difícil de creer. En los comienzos siempre somos los que no sabemos, los que no somos aprobados, los que somos corridos, no tenemos poder, no tenemos dinero, no tenemos trabajo, no tenemos contrato, no tenemos nada, entonces no creemos en nosotros. Pero hay que creer profundamente, porque depende mucho de lo que nos va a pasar después. Nada más.

Por Claudia García Meza, Gabriela Egas Aguilera y Natalia Gnes
Estudiantes de Periodismo de la Escuela de Comunicación