Patricia N. Ibasca*
La batalla de Vuelta de Obligado, el primer enfrentamiento enmarcado en la Guerra del Paraná librada por la Confederación Argentina contra la coalición anglo-francesa, otros aliados extranjeros y unitarios argentinos, ha sido considerado como una derrota en términos militares y un símbolo de la lucha por la soberanía nacional.
En el centro de la disputa estaba la cuestión de la libre navegabilidad de los ríos de la Plata y Paraná. Las potencias europeas necesitaban expandir sus mercados en el contexto de la Segunda Revolución Industrial, con el surgimiento de nuevas formas de dominación que implicaba la irrupción del capitalismo. Asimismo subyacía la intención ulterior, por parte del agresor inglés, de conformar la República Mesopotámica y profundizar así la atomización del territorio argentino.
La defensa confederada emplazó en Vuelta de Obligado un dispositivo sino inexpugnable, al menos dilatorio del avance enemigo por el Paraná con destino a Asunción. Se trataba de una flota fluvial consistente en 90 embarcaciones de guerra y comerciales. El 20 de noviembre de 1845 su paso fue dificultado por el artilugio de las cadenas, las características naturales del territorio elegido (río, terreno y clima), y el fuego tenaz de las baterías criollas. La resistencia, en clara inferioridad de condiciones, se sostuvo a lo largo del día hasta que Obligado cayó. Pero la defensa continuó, aguas arriba, en las batallas de Tonelero, Segunda San Lorenzo y más tarde Angostura de Quebracho.
¿Qué es una derrota? La palabra deriva del francés desroute que se relaciona con la fuga de un ejército. Las fuerzas criollas no huyeron, la guerra continuó. La batalla de Obligado quedó inscripta en la memoria nacional como un símbolo hasta el presente resignificado, discutido pero insoslayable de la lucha de un pueblo por su soberanía.
*La autora es bibliotecaria y egresada de las Clases Magistrales de Perfil Educación.
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