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PANORAMA económico

La “enfermedad holandesa” y los dólares del colchón

Es un término teórico de la economía, que alude a un ingreso sustancial de divisas al país. Asistimos a su extraña variante criolla.

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Vincent Van Gogh. | Pablo Temes

Tiene varios nombres. Todos aceptados. Se la conoce como el “síndrome holandés”, el “mal neerlandés” o, más popularmente hablando la “enfermedad holandesa”. Es un término teórico de la economía moderna, que estudia el daño que puede provocar para la economía de un país en general o un mercado puntual en lo particular, de un incremento significativo de ingresos de divisas a un Estado nacional.

Es generalmente provocado por la mejora sustancial y rápida de los precios internacionales de uno o varios insumos o productos de exportación con bajo valor agregado (referido a su proceso de industrialización y a la intervención directa de mano de obra no intensiva ni numerosa); pero dentro de un nivel de retribuciones interno alto o medianamente alto. Así, un país comienza a aumentar de manera rápida y sustancial sus ingresos de divisas (moneda no doméstica), en un esquema de poder adquisitivo ya en equilibrio o en crecimiento; provocando un aumento en los costos internos que termina perjudicando a la economía local. En lugar de ser un factor de apalancamiento del desarrollo, esa mejora en el ingreso de divisas termina perjudicando a la economía en su conjunto y provocando una caída en el ritmo de producción. El debate general es si llegado ese momento, se hacen necesarias las aplicaciones de políticas activas para actuar sobre ese ingreso de divisas. Y en ese punto, como es habitual, difieren los ortodoxos de los heterodoxos. Unos hablan de dejar actuar al mercado para que logre sus nuevos equilibrios. Los otros reclaman frenar el ingreso de divisas al mercado y regular vía aumento de reservas inamovibles.

Termina perjudicando a la economía en su conjunto y provocando una caída en la producción

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La noción como concepto de estudio económico se desarrolló en las principales universidades europeas a fines de los 80 y, fundamentalmente, en los 90; en los años previos a la concreción de los acuerdos de Maastricht, donde toda la Unión Europea aplicaría una sola moneda. El euro. Puntualmente, lo que se estudiaba era el fenómeno generado en los Países Bajos cuando en la década de 1960 sufrieron una recesión importante generada por el incremento exponencial de las ventas de gas natural, luego de haberse descubrieron importantes yacimientos en Slochteren, en el norte del país. Como resultado del incremento de divisas, el florín (la moneda neerlandesa de esos tiempos) incrementó su valor por arriba del tipo de cambio promedio en Europa, convirtiendo a ese mercado en el más caro del continente, perjudicando las exportaciones industriales, encareciendo los costos de sus puertos internacionales y provocando, en consecuencia, caída en la productividad, baja en la inversión directa y, finalmente, dos años de recesión. En 1982, dos autores, Warner Max Corden y Peter Neary, le ponen nombre al fenómeno. Y en su teoría práctica mencionan que el principal peligro de un esquema de este tipo, es cuando ese incremento en el ingreso de divisas llega en una situación previa de inflación y consecuente devaluación; especialmente en países en desarrollo.

Es el caso argentino actual. Empeorado por un detalle. Se da sin factor expansivo ni insumo exportador notable. Simplemente, por un mega-ajuste cambiario previo con la devaluación que llevó el tipo de cambio el 12 de diciembre a los 800 pesos, el severísimo ajuste monetario que liquidó la base monetaria y exterminó la emisión, una inflación acumulada del 60% con una licuación de ingresos, la pulverización consecuente del mercado interno y las expectativas de una futura mejora de la economía fruto de las posibles consecuencias negativas de tamaño ajuste de todo tipo y color. En el medio sucede algo que ningún economista, estudioso, político o similar proveniente de un país o universidad del primer mundo puede analizar o siquiera comprender: los dólares blue acumulados en los colchones de ayer, hoy y siempre; que ante la necesidad de mantener estructuras productivas o niveles de vida de clase media y media alta, deben venderse en cuevas y afines; monetizando de manera indirecta una economía sin emisión. Forma de enriquecimiento de la economía,  imposible de entender en los templos académicos de donde salen los Premios Nobel de Economía más importantes de la historia antigua y reciente.

El peligro es cuando el ingreso de divisas llega en una situación de inflación y devaluación. Es el caso argentino.

Se genera en la Argentina de los últimos meses una especie de “enfermedad holandesa” a la criolla. No hay ningún fenómeno de precios de algún producto exportable (casi todo lo contrario, con una soja que navega por debajo de los 500 dólares la tonelada). No hay ingresos de divisas genuino producto de una mayor productividad. Ni siquiera endeudamiento voluntario, ante un mercado que permanece cerrado para, quizá, el peor alumno del sistema financiero internacional. El ingreso de dólares que está viviendo el país se debe a la liquidación de divisas guardadas fuera del sistema financiero local, en condiciones de múltiples sofisticaciones y precarizaciones que van de los más importantes paraísos fiscales a los colchones del Conurbano Bonaerense. Se venden vía liquidación MEP y CCL, además de ventas de exportadores; así como se “revientan” canutos de dólares comprados en los últimos años en las cuevas amigas. Todo para pagar deudas, alzas de impuestos, proveedores locales y del exterior, colegios privados, expensas, deudas financieras de todo tipo de peligrosidad y ambición o pagar los increíbles aumentos en los servicios públicos como luz, gas o el agua. Ingresan dólares de manera constante, el tipo de cambio cae y se estanca, la inflación crece y se genera entonces un proceso recesivo. A diferencia del gas natural neerlandés de los 60 que afectaba a un país de exportaciones industriales clásicas, el fenómeno de la “enfermedad holandesa” criolla de comienzos del 2024, se da inmediatamente después de evitar una hiperinflación y con una economía general grogui.

La mala noticia es que los autores que crearon el área del estudio del fenómeno (Corden y Neary) no los posteriores seguidores de la teoría de la “enfermedad holandesa”, no aplican soluciones para países como Argentina. Sólo recomiendan algún tipo de recomendación para los estados europeos; vinculados a la expansión de las inversiones de capital de ese país en terceros países, el control de daños sobre el ingreso de divisas en el mercado interno con políticas activas y el desarrollo de exportaciones industriales  tradicionales. Nada de esto le sirve a la Argentina. Menos en el estado actual de las cosas.