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A 40 años de su muerte

Antonio Berni, el artista que descubrió poesía en la villa

El rosarino que frecuentó a los surrealistas y pintó las villas de la gran ciudad llegó a ser el artista plástico más cotizado del arte argentino. “Como todo poeta, está en el bando de los demonios”, dijo de él Ernesto Sábato, que se negaba a reducirlo al pintor de los pobres.

Antonio Berni 2021013
Antonio Berni | cultura.gob.ar-SHUTERSTOCK-TELAM

Hace 40 años, el 13 de octubre de 1981, moría Antonio Berni un artista que nació humilde y terminó siendo uno de los más cotizados del arte argentino. Su vida  atravesó todos los vaivenes de la historia del siglo XX y esa vorágine llegó también a sus cuadros, desde los paisajes de su primera muestra, a los 15 años, hasta la XXXI Bienal Internacional de Arte de Venecia, en donde ganó el Gran Premio con sus grabados, en 1962. 

Artista de búsquedas permanentes, en la obra de Antonio Berni confluyeron el arte figurativo y las vanguardias, Nueva York y el rancho santiagueño, la desprolijidad y las líneas geométricas, la prostituta y la clase media. La poesía de la vida, en fin. 

Y no diremos que con Juanito Laguna y Ramona Montiel se convirtió en el gran pintor de los de abajo para no incomodar a Ernesto Sábato, que tan sabias líneas le dedicó.

Pero lo cierto es que Antonio Berni no sólo protagoniza un éxito de público (algunas superaron el millón de visitas) cada vez que se exhiben sus obras sino también llevan su firma los cuadros hasta ahora mejor cotizados de la pintura argentina. 

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Ramona Montiel y la saga de una mujer que sobrevive con la prostitución.

La firma Christie’s de Nueva York, por caso, bajó el martillo por Los inmigrantes en US$ 552.000 y un coleccionista argentino llegó a comprar Desocupados por cerca de US$ 800.000.

 

Berni, desde abajo


Berni nació en Rosario y una placa con bajorrelieve en el frente de la modesta casa de la calle España 288, todavía recuerda la casa de su primera infancia. 

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España 288, en Rosario, la casa de su infancia.

Su padre era un sastre italiano y a pesar de las necesidades de su entorno, a los 10 años Antonio ya sabía qué quería: se inscribió en un curso de pintura en el Centre Catalá de Rosario y su primera “exposición” fue entre los billetes de una agencia de lotería de Roldán, el pueblo santafecino de donde provenía su madre, también hija de italianos.

En 1923 llegaría a una galería de Buenos Aires, Witcomb, con más que un puñado de pinturas e ilusiones. Le sirvió para conseguir una beca del Jockey Club de Rosario y partir para Europa, en 1926, un viaje que le abriría los ojos. 

El surrealismo lo deslumbró tanto como frecuentar a Louis Aragon, Max Jacob, André Breton, Trsitán Tzara, Luis Buñuel, Salvador Dalí y Paul Eluard. 

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Los paisajes fueron las pinturas predominantes en las primeras décadas.

Logró montar una exposición individual en la Galería Nancy de Madrid y luego, al regresar, se ganó un lugar en una muestra que organizaba la Asociación Amigos del Arte, detrás de los grandes nombres de entonces: Libero Badii, Héctor Basaldúa, Horacio Butler y Lino Enea Spilimbergo

 

Berni, la villa y la poesía


En 1934, con Manifestación  y Desocupados los temas políticos y los problemas sociales llegaron a sus cuadros y ya no habría vuelta atrás.

La década del 40 lo encontró recorriendo Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia tomando fotos y registrando los latidos de América para un estudio de las culturas precolombinas que le había encargado la Comisión Nacional de Cultura.

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La escuelita rural.

En los años 50 las penurias de Santiago del Estero hilvanaron su producción: Los hacheros, La marcha de los cosecheros, La comida, Escuelita rural , Migración, Salida de la escuela, El mendigo, Hombre junto a un matrero y El almuerzo. 

Al regresar a Buenos Aires, tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón, la migración interna le ayudó a dar forma a dos personajes que ya le venían rondando la cabeza, Juanito Laguna y Ramona Montiel, emergentes de las sociedad subdesarrollada de América Latina. 

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Berni utilizó los desechos de la vida en la ciudad para plasmar la vida de los desclasados.

Juanito Laguna, el chico de bajo Flores, es un arquetipo de las villas miseria del Gran Buenos Aires y Berni lo llevó al arte plasmándolo con los mismos materiales que rodeaban a su personaje, lo que le sobra a la sociedad: maderitas quemadas, latas, chapitas, chapas de zinc, gomas, arpillera, lunas de papel plateado, y muchos otros desechos son los que dan vida, textura y color a la saga que significa sobrevivir en el patio de atrás de la gran ciudad. 

“Yo a Juanito Laguna lo veo y lo siento como arquetipo que es; arquetipo de una realidad argentina y latinoamericana; lo siento como expresión de todos los Juanitos Laguna que existen (…) También es una parte de mí mismo: no me identifico ni puedo identificarme totalmente con él porque yo no fui un niño de las villas miseria. (…) Juanito Laguna no pide limosna, reclama justicia; en consecuencia, pone a la gente ante esa disyuntiva. Los cretinos compadecerán y harán beneficencia con los Juanito Laguna; los hombres y mujeres de bien le harán justicia”, según palabras del propio Berni.

 

"Juanito Laguna no pide limosna, reclama justicia; en consecuencia, pone a la gente ante esa disyuntiva", dijo Antonio Berni

 

Ramona Montiel fue la chica del interior que llegó a Buenos Aires soñando con una vida mejor, sin embargo, la realidad le ganó. “(…) es un personaje de arrabal, como surgido de una letra de tango; algo así como Milonguita (…) Pasa por los momentos más duros, pero por momentos tiene una vida fácil; de costurera pasa a ser amante de varios individuos”, dijo Antonio Berni en un reportaje. 

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Juanito durmiendo.

Y la vida de Ramona, desde luego, también fue una pesadilla, tal como la retrataba la “Serie de los Mounstros” que Berni le hizo protagonizar a partir de 1964. 

Se suele murmurar que Berni tiene mal gusto. Pero el buen gusto nunca ha tenido nada que hacer con un arte grande; se lo puede y quizá de lo debe exigir a un artista secundario”…”debo agregar que me parece disparatado el encasillamiento que a menudo se ha hecho de Berni como de pintor ‘social’, caracterizando su arte como un ‘arte de denuncia’. Por supuesto que en cierto sentido lo es, pero es ese ‘cierto sentido’ lo que debemos esclarecer. (…)”, escribió sobre Antonio Berni, otro artista que descubrió la pintura en su otoño, Ernesto Sábato.

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El pintor siempre expresa "sus demonios interiores", en palabras de Ernesto Sábato.

Todo arte es social, así, sin comillas; pues es una visión de la realidad (…) resulta así la única actividad del espíritu capaz de dar la versión integral de la realidad, ya que la realidad no es el puro objeto, sino esa complejísima trama de lo objetivo y lo subjetivo que caracteriza a la existencia humana. (…) Si yo no me equivoco, lo que distingue a Berni de un pintor que se limita a la anécdota es precisamente esa vasta y profunda visión de la existencia que sentimos detrás de ella y a través de ella.

“La visión de un poeta que, como todo poeta, está en el bando de los demonios.
“Acaso él no lo sepa.
“Y acaso tampoco lo sepan los que comparten su anhelo de justicia social”, pensaba Ernesto Sábato desde su lugar en el mundo, Santos Lugares, en noviembre de 1965.