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El Correo y la Ley de Bases

El autor describe, a través de la carrera de su padre en el Correo Argentino, la contracara de 44 años de servicio contra las olas privatizadoras.

Arnoldo Escobar
Arnoldo Escobar, Don Escobar, El Jefe, comenzó trabajar a los 14 años como mensajerito en el Correo Argentino de Ñorquinco, un pueblo de la línea sur de la provincia de Rio Negro, al filo del paralelo 42 en la Patagonia. | Jesús Escobar

Arnoldo Escobar, Don Escobar, El Jefe, comenzó trabajar a los 14 años como mensajerito en el Correo Argentino de Ñorquinco, un pueblo de la línea sur de la provincia de Rio Negro, al filo del paralelo 42 en la Patagonia.

Ávido por formarse, estudió el código morse en la oficina de El Bolsón y Esquel. Tiempo después obtuvo su título de Telegrafista, cosa que unida al empuje le permitió hacer sus primeros relevos, que consistían en reemplazar a un Jefe de Correo de otra localidad o paraje que se tomaba vacaciones. Así ganó experiencia, templanza y en Las Bayas, conoció a Nina, una princesa india que lo encandiló y lo acompañaría durante sus próximos 50 años.

7 años después juntaron bártulos, cargaron a su bebé y cruzaron por tierra dos provincias, una ruta infinita y luego de vadear el rio Ñorquín llegaron a El Huecú, un pueblo enclavado en el norte de Neuquén.

En El Huecú Arnoldo se convirtió definitivamente en El Jefe, como Bruce, como Springsteen. Y como no serlo, si el Jefe de Correos en esas latitudes no solo era la única representación de una institución del Estado Nacional, sino también aquel que además de las tareas propias de su oficio, era por su honestidad y rectitud, el árbitro de los partidos de futbol del pueblo; era el que partía hacia algún paraje en su auto a buscar una parturienta con complicaciones, acompañado por el padre del futuro niño que había llegado a caballo buscando socorro; era el que compartía con toda la comunidad el único diario que llegaba dos veces por semana a la localidad en el colectivo que venía de Zapala; era el que escribía las cartas o telegramas de cuanto paisanito iletrado o solo necesitado de una pluma poética lo requiriera. Y mil cosas más hechas, siempre con bondad, paciencia y esmero, pues así estaba formado un empleado de correo.

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Casi 12 años después, dado que no había colegio secundario en El Huecú , siguiendo a su hijo adolescente recalaron en Campamento 1 YPF, Plaza Huincul. De su paso por ese Correo hasta hoy se acuerdan hombres y mujeres ya maduros, entonces niños de El Jefe o Don Escobar. Siempre les guardaba las estampillas para coleccionar, que pasaban a buscar a la salida de la escuela. Como no recordar a quién acompañaba, escuchaba y compartía las charlas, las ansiedades o los sentimientos de quien esperaba una carta, una respuesta, un amor o un sueño.

Tras 44 años de servicio, Arnoldo Escobar se retiró del Correo Argentino en 1994 luego que Menem con sus privatizaciones destrozara la petrolera estatal, la comarca Cutral Co - Plaza Huincul y también el Correo Argentino. Dejaba una huella de amor, servicio, entrega que en esos lugares aún se recuerda. 

30 años después, el diablo mismo decidió cerrar las pocas estafetas o correos pequeños que siguen haciendo Patria y Nación en parajes o pueblos en remotos lugares de nuestro país. De un plumazo y sin previo aviso, Javier Milei, dejó sin trabajo a empleados de correo con décadas de antigüedad, que cumplían funciones y tareas muchísimo más allá de las previstas en sus contratos. 

Claro, un ser que apenas conoce la mitad de las capitales de provincia argentinas, desconoce que en una montaña de la cordillera o en medio de la estepa patagónica, el correo suele ser el único contacto con el mundo. Aunque el costo de la oficina postal sea ínfimo comparado con cada viaje de fines privados que el Presidente hizo al exterior, la crueldad decidió que no eran necesarios.

Un país no son números fríos revisados en una oficina del hemisferio norte, una comunidad no es el resultado de un examen cruel y egoísta solo para privilegiados.  La construcción de la Argentina y la libertad, es y será consecuencia del amor, con todos sus hombres y mujeres, incluidos, especialmente los más vulnerables. 

Los recursos naturales, la producción, la industria, el trabajo, al servicio del desarrollo de la Nación y su Pueblo. Por esto, por Argentina, su historia, su Pueblo y su futuro, los senadores deben votar contra la Ley Bases.

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​(*) Ex candidato a Presidente de la Nación por Libres del Sur