Geoffrey Cardozo porta una escarapela en la que la bandera argentina se une con la británica. A 40 años de la guerra de Malvinas, este símbolo impacta pero refleja el pensamiento del ex coronel británico, conocido por su trabajo de sepulcro y posterior identificación de los soldados argentinos enterrados en el Cementerio Darwin de la Isla Soledad que le valió una co-nominación al premio Nobel de la Paz.
"La palabra cuerpo nunca la utilicé. Cuando hablo de las personas que hemos hallado en el campo, son 240. El problema era que la mitad no eran identificables, no tenían chapas de identificación con su nombre o grupo sanguíneo como lo tienen los soldados profesionales", cuenta Cardozo en un español casi perfecto, poco después de tocar una melodía en el piano que viste el auditorio de la Fundación Beethoven.
En una entrevista con PERFIL, el nominado al Nobel de la Paz 2021 (junto al ex combatiente Julio Aro) rememora el escenario de la posguerra en el archipiélago y el momento en el que su trabajo encomendado por la corona británica de acompañar a los combatientes de su país giró en 180 grados ante el hallazgo de soldados argentinos caídos en combate que eran imposibles de identificar.
A sus 72 años, Cardozo pregona un mensaje de paz y reconciliación con la historia, con énfasis en la reivindicación del factor humano de la guerra y de la fraternidad entre soldados más allá de la nacionalidad y del combate. Piensa en las historias detrás de aquellos jóvenes soldados anónimos precipitados a combatir una guerra injusta e improvisada y da detalles del origen de la frase "soldado argentino conocido por Dios" que acompaña las tumbas.
Malvinas y un escenario de posguerra desolador
El capitán británico Geoffrey Cardozo arribó a las islas Malvinas en junio de 1982, pocos días después del cese de combate. A sus 32 años, su fluido español lo posicionó como el soldado ideal por lo que se le encomendó viajar a las islas para "cuidar" de sus compatriotas y las secuelas del combate.
"Como todo sobreviviente, los combatientes tienen un potencial de problemas de disciplina muy importante. Tienen una agresividad entre ellos mismos, toman mucho alcohol, drogas", explica, y agrega que encontró un escenario desolador, la "típica escena de posguerra", marcada por la suciedad, municiones y minas por todo el territorio, prisioneros, heridos y muertos.
Sin embargo, su destino cambió hacia el final de la guerra, cuando un equipo de ingenieros que hacían trabajos anti-minas le comunicaron por radio que habían encontrado cuerpos de soldados argentinos. "Mi trabajo era cuidar a los soldados británicos. Unas semanas después de mi llegada a las islas encontré un soldado argentino muerto y pensé: ¿qué hago? Mi trabajo era con hombres vivos, eso no me lo esperaba", relata.
El nuevo trabajo de Cardozo: dar sepulcro a los soldados argentinos sin identificación
Acto siguiente, Cardozo se dirigió al lugar en helicóptero, descendió mediante una soga, y se acercó al lugar donde estaba "el soldado héroe argentino", según sus propias palabras. Era la primera vez que se topaba con un soldado del ejército "enemigo", que no tenía chapa ni cartas que le dieran una pista de su identidad, algo que constató tras revisar su vestimenta. "Es difícil enterrar a alguien sin saber quién es. Encontraba cartas de chicas del colegio, era muy fuerte leerlas, pero no nos ayudaba", reflexiona.
Tras el entierro de los restos para evitar su profanación, el oficial dijo una breve plegaria y anotó las coordenadas del sepulcro. Recordó el beso de su mamá antes de abandonar Inglaterra, el "mas amoroso que recibió en su vida" (ante la posibilidad de ser el último), lo que le hizo pensar en la madre de la persona ante sus pies.
En ese momento, entre soldados y fuera de combate, la nacionalidad se vació de significado.
Desde entonces, Cardozo realizó la misma tarea con todos los argentinos sin chapa ni identificación que encontraba por todo el archipiélago, en un momento en el que la técnica de ADN no existía, algo que se convirtió oficialmente en su "nuevo trabajo" en la posguerra.
"Soldado argentino conocido por Dios"
Al armar el cementerio Darwin, Cardozo dio sepulcro a 237 caídos de los cuales 121 eran jóvenes de la generación 62-63 que fueron lanzados a combatir sin preparación y sin -al menos- una chapa con sus datos de identidad, como llevan todos los militares. Para los soldados anónimos, Cardozo eligió la frase "soldado argentino conocido por Dios" (soldier known unto God) para acompañar las tumbas, inspirado en la frase concebida por Rudyard Kipling, Premio Nobel de Literatura e hijo de un oficial británico.
"Fue un regalo divino para mí", dice Cardozo, quien luego elevaría un informe a la Cruz Roja en Ginebra, Suiza, con todos los datos de los caídos argentinos en un momento en el que no había relaciones bilaterales entre Argentina y Gran Bretaña. Muchos años después, en 2008 el excombatiente Julio Aro recibió una copia tras reunirse con veteranos ingleses en Londres, a partir de la cual creó la Fundación No Me Olvides que impulsó la identificación vía ADN de 88 de los 121 soldados.
En la guerra de Malvinas murieron 649 argentinos, de los cuales casi la mitad (323) fueron víctimas del hundimiento del crucero ARA General Belgrano, mientras que los 237 de los caídos en combate terrestre fueron enterrados en el Cementerio Militar Argentino (Darwin), en la Isla Soledad.