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Cambio climático

La sequía golpea cada vez más la cría de cabras al sur de Mendoza

Por el calentamiento global, el caudal de los ríos está 54% por debajo del nivel histórico y los criadores deben llevar a sus animales cada vez más lejos a pastar. La historia de Antonio Sazo.

Cabras, Mendoza
Antonio Sazo y familia crían cabras en Arro Poñigüe, al sur de la ciudad de Mendoza | AFP

En la inmensidad del valle, al pie de los Andes, Antonio Sazo cuenta sus cabras. Acaba de bajar de la montaña en el sur de la provincia argentina de Mendoza, adonde llevó a pastar su rebaño, cada año más lejos debido a los efectos del cambio climático, que afecta cada día más la cría de cabras.

Tercera generación de criadores de cabras, no se resigna. "Sigo luchando con los chivitos acá en el puesto", dice Antonio, de 68 años, que junto a su esposa y tres hijos tiene 300 cabras en Arro Poñigüe, en el paraje El Alambrado, a 350 km al sur de la capital provincial.

"Ha cambiado mucho la situación. Ni parecido a antes, hace dos años (el invierno) era más bueno, más nevador", cuenta a AFP en su humilde casa construida de ramas y adobe, a la manera ancestral.

En este oasis productivo del sur de Mendoza, 1.300 km al oeste de Buenos Aires, la escasez de nevadas hace sentir sus consecuencias en primavera cuando el agua de deshielo apenas abastece las vertientes, los lagos se vuelven salitrosos y las pasturas escasean.

El cambio climático: problema real pero no el único

"El cambio climático ha alterado todo el ciclo de vida en la región", explica a la AFP Iván Rosales, ingeniero agrónomo del Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA) de San Rafael, Mendoza.

El caudal de agua de los ríos en 2019-2020 será un 11% menor que la temporada anterior y 54% inferior al promedio histórico provincial, según advirtió el Pronóstico de Caudales que elabora el gobierno mendocino.

"El año pasado dijimos que esto no era una emergencia, es algo instalado. Hace 10 u 11 años que se repiten los panoramas año tras año", remarcó el superintendente de Irrigación de Mendoza, Sergio Marinelli, al presentar el informe a principios de octubre.

El drama de Sazo contrasta con la pujanza de los viñedos del centro y norte mendocinos alimentados con sofisticados sistemas de riego donde se producen vinos de exportación y se cultiva la valiosa cepa Malbec.

"Con la foto de hoy, la única esperanza está en nosotros mismos", afirmó Marinelli y apeló al uso racional del agua.

El calentamiento global también afecta a los glaciares que abundan en los picos cordilleranos. 

Su escurrimiento ha contribuido en parte a paliar la merma de agua, pero la escasez de nevadas reduce su tamaño y pone en riesgo también este recurso, según expertos.

“Los efectos del cambio climático serán cada vez más importantes”

"Aquí tenemos mucha sequía, mucho frío, mucho viento", se queja Sazo, con la piel curtida y las manos ennegrecidas por su trabajo de arriero mientras lleva sus cabras preñadas al corral adonde parirán entre uno y dos chivitos.

Pero Sazo sabe que los rindes serán menores este año, porque los animales reducen sus crías o dejan de alimentarlas como respuesta a la falta de pastura y agua.

Los rebaños, que antes promediaban las mil cabezas, se redujeron a un tercio, como el de Sazo, cuya explotación rinde apenas para el sustento de esta familia donde cuatro de siete hijos ya han partido en busca de trabajo.

A las consecuencias productivas se suma la separación de las familias. Los jóvenes van a la ciudad en busca de trabajo "pero no siempre pueden reinsertarse en otra actividad y terminan en las villas miseria (barrios marginales) que rodean la ciudad", apunta el ingeniero Rosales.

Las fotos que muestran los efectos devastadores del cambio climático

Los criadores de cabras, diseminados en lo alto del valle, compiten por el agua con explotaciones agrícolas medianas que se dedican al cultivo de papa y ajo en el valle, con mayores recursos para infraestructura, como canales de riego.

Según apuntó "un 5% del territorio de Mendoza es bajo riego y es donde vive el 95% de la gente, todo el resto es secano y depende de los ciclos del ambiente, allí se vive de la ganadería de cría ovina, caprina y caballar, no hay otra actividad posible".

En la zona, la laguna de Llancanelo, de 650 km cuadrados y posta obligada de miles de aves cada año en tránsito de migración de Tierra del Fuego hacia Alaska, "está cada vez más afectada, con menos agua", ejemplifica.

En diciembre Sazo espera vender los chivitos que han nacido en octubre, época de parición. 

"Pero los animales no engordan, no crían [producen] leche para los chivos", se lamenta.

Fuente: AFP