ACTUALIDAD
El paraíso perdido existe

Valle Hunza, refugio contra el coronavirus

En el norte de Pakistán existe un pueblo en donde las mujeres dan a luz hasta los 60, los hombres juegan hockey hasta los 100 y algunos viven hasta los 130 años. Sin contagios, el coronavirus les pasa por al lado. Es el Valle Hunza.

Valle Hunza en Pakistán
Piel blanca y ojos claros, los rasgos predominantes den la tribu. | Captura Youtube Vanina Gaetani

Los Hunza habitan casas de piedra casi medievales, talladas en el vientre rocoso de la montaña. En el invierno gélido, los hombres –90 plus- improvisan un hockey sobre hielo mientras las mujeres se reunen a conversar de cara a un sol que nunca llega a ser tibio pero acaricia sus arrugas centenarias. Las niñas siempre revolotean, indiferentes al frío, vestidas con túnicas largas y velos pudorosos. Son los habitantes de Hunza, un valle oculto entre tres potentes cadenas de montañas: los Himalayas, el Karakoram y los picos del Hindukush, en el lecho increiblemente turquesa donde confluyen los ríos Indus y Gilgit. 

En este lugar paradisíaco, entre moles geológicas prestigiosas y atemorizantes, rodeados por cimas que superan los siete mil metros, desarrollan su vida plácida los Hunza, la comunidad en donde la expectativa de vida supera el siglo –algunos alzanzaron los 130 años-. Según su propia carta de presentación, son los descendientes del mismísimo Alejandro Magno y sus tropas helénicas. Desde hace un tiempo, su fama silenciosa comenzó a correr entre los turistas más exigentes, pero ahora vuelven a ser noticia. Hasta la fecha, los pobladores del valle, al noroeste de Pakistán, no han reportado ningún deceso por coronavirus. Ya era un sitio único en el mundo, pero ahora es excepcional: es un refugio contra la pandemia


Según datos publicados por el Ministerio de Salud de Pakistán, este país que supera los 200 millones de habitantes registra 270.400 casos de covid-19. Mientras los habitantes de la región Gilgit-Baltistán piden al gobierno el cierre de la frontera con China, los hunza se abroquean entre sus montañas.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

A su alrededor, los hospitales de la zona reclaman respiradores y reportan 43 fallecidos. Pero a los Hunza, el virus parece pasarles por al lado. Y no es que no hayan tenido visitas, ya que es un destino tan presente en el turismo inernacional como olvidado por el gobierno. Sino que algo los inmuniza contra la pandemia. 

Según información publicada ayer por el sitio Hunzanews.net, se contabilizaban 29 personas aisladas en el Hunza Embassy Hotel de Karimabad (a dos horas del valle), y 47 habitantes en cuarentena doméstica; pero hasta la fecha no hay menciones específicas sobre la tribu Hunza, una de las varias que pueblen el valle. Con una excepción: aunque no se especificaba su procedencia, el Sr. Aziz Abdul Aleem, de 103 años, el 23 de Julio abandonaba  su internación, porque había derrotado el coronavirus. Desde que comenzó la pandemia, en todo el valle habitado por 40 mil personas, se hicieron 1119 hisopados y 877 dieron negativos; no se registraron nuevos casos. 

Cerca, pero lejos
Los pueblos próximos no equiparan la expectativa de vida de los Hunza ni comparten sus hábitos; y se enferman más. Los Hunza desconocen el cáncer, el apendicitis, la obesidad y la úlcera gástrica. Cuando el valle pertenecía a India, a comienzos del 1900, el médico inglés Sir Robert McCarrison los veía regularmente y en sus escritos dejó constancia de su asombro: atendió pacientes que alcanzaron los 130 años de vida y sus aflicciones más habituales eran granos y cataratas.


Alguna vez se dijo que el mito de la eterna juventud habría que buscarlo aquí, porque entre estos muros del Asia recóndita crece un secreto, a resguardo de la codicia de Occidente.

Un rumor que alimentó el novelista estadounidense James Hilton, cuando supuestamente se inspiró en el Valle Hunza para describir Shangri-la, el edén en la Tierra que imagina su exitosa novela “Horizontes perdidos” (1933), dos veces adaptada al cine.  

Aún no sabemos si este valle coincide con la utopia de Shangri-la, pero algunos datos son llamativos. Además de la longevidad, su dieta de 1933 calorías diarias es vegetariana y casi sin proteínas de origen animal, a excepción de leche de cabra agria. Comen enormes cantidades de granos enteros molidos, hortalizas crudas (mucha lechuga y papas asadas con cáscara), frutas (damasco, durazno y manzana, sobre todo) que cultivan ellos mismos en la tierra que abonan con compost, sin agroquímicos.

No ingieren azúcar ni harina procesada. Hacen ayunos, caminan todo el día por la ladera de las montañas y se bañan en agua fría, aun con -15ºC. 

Sólo el 2% de los adultos fuman, y en pipa. No se vacunan y solo toman el agua del glaciar, con un PH alcalino mayor. 

El médico rumano Henri Coanda, que ganó un Premio Nobel, estudió durante sesenta años la forma de vida de los Hunza y escribió: "Usted es lo que toma. El agua es la cosa más importante que se pone en el cuerpo, pero no todo agua es igual”.  La que consumen los Hunza es un regalo del Himalaya y tiene un pH alcalino elevado, una “extraordinaria cantitad de hidrógeno activo y un mayor contenido mineral. Las mujeres de más de 70 años tienen una apariencia de 44 años , los hombres pueden engendrar hasta los 90 años y las mujeres dar a luz hasta los 60.


El francés Christian Charles, que hizo su tesis doctoral sobre el Valle Hunza, recorrió cada metro cuadrado de la zona, los llamó “la civilizacion de la nieve”. 
En Karakorum está K2, en el Himalaya el Everest, pero muy pocos han oído hablar del primero, una cadena al noroeste del Himalaya que ofrece uno de los relieves más potentes del planeta, con cuatro de los 14 picos que superan los 8.000 metros. Sorprende ver al pie de esos paredones grises y monótonos un valle hundido en el verde sobre el que el sol cae a plomo. Toda esa fertilidad es fruto de siglos de aprendizajes para encauzar los deshielos y regar las terrazas cultivadas de los Hunza. Por eso son la civilizción de la nieve: la sequedad del entorno (122 mm anuales) es apenas superior a la del desierto Hoggar, en Argelia


Karimabad, la capital de la región se encuentra a dos horas de Hunza y Gilgit es la población más próxima, a 110 km por carretara


A este edén puede accederse por la Autopista Karakorum (o KKH), una proeza de ingeniería civil de 885 kilómetros que une China y Pakistán y tardó 10 años en construirse. El hito turístico más importante del recorrido es Baltit Fort Hunza (no se permite el ingreso de vehículos), una fortaleza de siete siglos de antigüedad que puede visitarse todo el año (en verano, desde el 1 de abril al 30 de octubre, de 9 a 17 hs). La estructura de piedra y madera, hoy bastante desvencijada, es un promontorio que permite adivinar cómo habrá sido ese pasado ilustre del Principado de Hunza, dueño del abismo inmenso y de una extension que alcanzó los 7.900 kilómetros cuadrados, hoy tapizados de frutales y pinares. 
En el trayecto al valle Hunza, desde el mirador de Rakaposhi, una de las montañas más altas de la región, puede contemplarse el misterio sin fin de un manto constante de neblina que casi nunca deja ver ni la cima ni la base de todo el entorno. Allí, a 2.400 metros de altura, en este valle legendario se fueron multiplicando los Hunza, que alguna vez conformaron un Reino disputado por India y Pakistán, hasta que se abolió en 1974, para ser anexado a Pakistán. La capital sigue siendo Karimabad, como en los viejos tiempos y aunque en toda la extension se hablen varias lenguas, prepondera el burushaski, que el lingüista alemán H. Berger emparentó en algunos tópicos con el vasco