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Diego Galante: “El Juicio a las Juntas representa algo distinto para el radicalismo y para el peronismo”

El sociólogo, magíster en Ciencia Política y doctor en Ciencias Sociales analiza el histórico proceso que se retroalimenta con "Argentina, 1985". El fundamental rol de Raúl Alfonsín. Las contradicciones de una sociedad que criticó a los militares sin cuestionar la lucha contra la subversión.

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Diego Galante se especializa en el estudio académico del Juicio a las Juntas Militares en Argentina. | Pablo Cuarterolo

Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), magíster en Ciencia Política por la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (IDAES-UNSAM) y doctor en Ciencias Sociales (UBA), becario doctoral y posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Diego Galante se especializa en el estudio de Juicio a las Juntas Militares y esta semana participó de la Agenda Académica de Perfil Educación. “El Juicio a las Juntas representa algo distinto para el radicalismo y para el peronismo. A su vez, tiene distintas lecturas para el movimiento de Derechos Humanos y para los militares acusados. El Juicio fue rechazado por las instituciones militares en su conjunto, también por los sectores políticos y sociales allegados al partido militar. Mientras que fue celebrado como un triunfo por parte del gobierno nacional y sus aliados políticos y también por buena parte de los sectores más progresistas del Justicialismo. Pero los sectores más tradicionales del peronismo no apoyaron al Juicio a las Juntas y se pronunciaron en su contra. Por el contrario, los resultados fueron vividos con intensidad diferente por los organismos de Derechos Humanos que, por un lado, celebraron las iniciativas de la democracia y los avances paulatinos de la Justicia, pero al mismo tiempo pusieron en cuestionamiento aquello que el Juicio había dejado sin tratar”, sostuvo.

Docente de “La construcción social de la memoria colectiva” en la Carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y investigador del Grupo de Estudios sobre Historia Reciente y Memoria Social en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, Galante es autor de una amplia variedad de contribuciones académicas como El Juicio a las Juntas. Discursos entre política y justicia en la transición argentina; Democracia y justicia por las violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura: el relato circular; Los debates parlamentarios de “Punto Final” y “Obediencia Debida”: el Juicio a las Juntas en el discurso político de la transición y Memorias de la democracia: la lucha de los relatos sobre la historia política reciente y los procesos de justicia por violaciones a los derechos humanos en el discurso político nacional. Argentina, 2003-2013. “Hay diversos elementos de distintas naturalezas, que me sorprenden acerca de la película. Lo primero que tengo que decir es que sin estar formado en cine, Argentina, 1985 me parece que está maravillosamente realizada. Parece ser que tiene todo para ganar el Oscar. Me parece que resuelve narrativamente diversos elementos que son claves para contextualizar el Juicio en la forma en el contexto en que en que realmente se dio. El primero de esos aspectos tiene que ver con la idea de la incertidumbre. Era algo que primaba en el contexto de la transición democrática, el hecho de que no se sabía qué iba a pasar con el Juicio, qué resultados iba a producir, ni siquiera se conocía si  la democracia iba a poder sobrevivir al Juicio en ante el hecho que refleja muy bien la película que fue la serie de atentados permanentes durante el proceso judicial”, agregó.

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Galante asegura que "Argentina, 1985" resuelve narrativamente diversos elementos claves para el Juicio a las Juntas.

—En El Juicio a las Juntas. Discursos entre política y justicia en la transición argentina usted señala: “El Juicio a las Juntas Militares fue un referente central en las políticas públicas que, desde 1983, la democracia argentina implementó para procesar las violaciones a los derechos humanos. Inauguró el escenario de los tribunales, desde entonces central en la tramitación de los delitos de lesa humanidad en el país, y ha jugado un papel medular en la conformación de representaciones, ideas y memorias sobre los crímenes sucedidos en la Argentina cuatro décadas atrás”. ¿Qué representa el Juicio a las Juntas en términos históricos, no ya solo para Argentina, sino para todo el mundo?

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—Deberíamos partir de una idea que es central para comprender el proceso en profundidad. Se trató de un completo acontecimiento complejo, heterogéneo, en el que intervinieron diferentes órdenes de discursos, no sólo legal, sino también político, social y cultural. No podríamos comprender lo que significó enjuiciar a las Juntas, sino a partir de esa diversidad, dando cuenta a la vez de su especificidad en tanto que evento penal, pero también como algo que iba mucho más allá, que excedía la órbita de los tribunales. Por un lado, el Juicio a las Juntas fue una gran apuesta de la transición Argentina para lidiar a la vez con los crímenes masivos cometidos durante la dictadura militar y en ese mismo acto, consolidar una democracia perdurable en el país. Fue el puntapié inicial de los procesos de Justicia en Argentina, una de las consignas y demandas centrales que venía poniendo en escena pública el movimiento de Derechos Humanos desde la época de la dictadura. Por otro lado, fue un acontecimiento que con el correr de los años y tras su finalización se convirtió, en sí mismo, en un objeto de Memoria a partir del cual diversos grupos políticos y sociales, estructuraron sus memorias y representaciones no sólo sobre la dictadura y los crímenes cometidos sino también sus ideas acerca de la experiencia de la joven democracia y de lo que cabía esperar y producir de ahí en adelante para tener una democracia más profunda y, a su vez, es cierto que es un aspecto menos conocido por nuestra sociedad algo que tendrá que ver, posiblemente, con que nos ha atravesado y ha permeado la historia de todos nosotros en Argentina, y es el hecho de que fue un acontecimiento que fue sumamente observado a nivel internacional. Representaba un proceso novedoso por diferentes motivos. Uno de ellos, la experiencia judicial. Fue el primer juicio que fue conducido tras procesos masivos de violencia política por parte de lo que llamaríamos la justicia civil, la Justicia Federal en Argentina por oposición al fuero militar dado que, hasta entonces, los antecedentes que se contaban en materia justicia transicional, había dos grandes referencias la primera de ellas los Juicios de Núremberg, tras la Segunda Guerra Mundial, que fueron con un tribunal extranjero y el antecedente inmediato era el de la transición griega, el Juicio de los Coroneles, que había tenido la particularidad de haber sido conducido por el Tribunal Militar. Eso hizo a su vez que dado que Argentina era la primera experiencia de transición a la democracia tras las dictaduras de los sesenta y setenta en el Cono Sur, que el fenómeno fuera observado con mucho y particular interés. Y de hecho, tras su finalización también se convirtieron objeto de interés para la Ciencia Política a nivel internacional a partir del cual trataron de iluminarse o comprender otros procesos de transiciones a escala global.

—El Juicio a las Juntas también fue un caso único en relación a la reparación del terrorismo de Estado en otros países. Representó algo que no se vislumbró, por caso, en la región. Tenemos el caso paradigmático de Uruguay,  que en una misma lección eligieron a un ex guerrillero como presidente y aprobaron una amnistía a los militares. O el caso de Chile, que mostró un régimen que se sentía tan poderoso que buscó ser plebiscitado y le legó a la democracia una Constitución promulgada por la dictadura. O el caso de Brasil y Paraguay, que no pudieron avanzar hasta la actualidad con procesos de Verdad, Memoria y Justicia como el argentino. ¿Por qué cree que se dio este fenómeno?

—Ese es otro de los tantos motivos por los cuales el caso argentino es observado a escala internacional, no sólo desde mi punto de vista, sino también desde el punto de vista de varios investigadores e investigadoras que se hicieron los mismos interrogantes. Hay una serie de aspectos que tienden a destacarse en esta excepcionalidad del caso argentino que fue una transición a la democracia con Justicia, algo que durante muchos años iba a ser una particularidad solamente local. Por supuesto, con sus bemoles, sus carencias y sus faltas, sin embargo, resulta claro que el camino escogido para Argentina este fue el camino de la Justicia. De ahí hay diversos elementos. Algunos investigadores han destacado, por ejemplo, el rol de la de la rápida acelerada del régimen militar tras la derrota de Malvinas, que influyó en el hecho de que no pudieran institucionalizar a nivel político procesos de largo plazo, como una democracia tutelada. Debemos considerar en este punto que el proyecto de Justicia se escribió también en un proyecto transicional del Gobierno encabezado por Raúl Alfonsín, donde el juzgamiento de los crímenes cometidos durante la dictadura ocupaba un rol central. Un tercer elemento, que es fundamental para comprender por qué eso fue posible, es la lucha que venían desarrollando tanto en sus manifestaciones públicas a nivel local, como el impulso en el exterior el movimiento de Derechos Humanos en Argentina, que era particularmente fuerte con respecto al resto de los países de la región. Cuando se inicia el período político de transición en Argentina, desde el punto de vista de la opinión pública esa presencia previa del movimiento de Derechos Humanos fue tan fuerte en buena parte de la población, que los crímenes cometidos ya fueran vistos en clave de violaciones a los Derechos Humanos, lo que de algún modo permitió que se alinearan los planetas y que ese proyecto transicional encabezado impulsado por el gobierno encontrará sustento en la población para que se volviera sustentable en un contexto de verdadero peligro y de inestabilidad institucional. Pues si bien los militares habían menguado su poder político conservaban su capacidad permanente de desestabilización del régimen constitucional.

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Galante realizó una importante investigación académica para realizar una tesis doctoral sobre el Juico a las Juntas.

—En El Juicio a las Juntas. Discursos entre política y justicia en la transición argentina usted también advierte que sería un error intentar comprender lo que se dijo en el Juicio en 1985 en relación a lo hoy sobre ese Juicio. ¿Esta observación se retroalimenta con la proyección de Argentina, 1985?

—Las representaciones que tenemos hoy acerca de este acontecimiento central son historiales también. Esas representaciones cambian en función de los grupos que portan estas representaciones. El Juicio a las Juntas representa algo distinto para el radicalismo y para el peronismo. A su vez, tiene distintas lecturas para el movimiento de Derechos Humanos y para los militares acusados. El Juicio fue rechazado por las instituciones militares en su conjunto, también por los sectores políticos y sociales allegados al partido militar. Mientras que fue celebrado como un triunfo por parte del gobierno nacional y sus aliados políticos y también por buena parte de los sectores más progresistas del Justicialismo. Pero los sectores más tradicionales del peronismo no apoyaron al Juicio a las Juntas y se pronunciaron en su contra. Por el contrario, los resultados fueron vividos con intensidad diferente por los organismos de Derechos Humanos que, por un lado, celebraron las iniciativas de la democracia y los avances paulatinos de la Justicia, pero al mismo tiempo pusieron en cuestionamiento aquello que el Juicio había dejado sin tratar. En particular lo que causó bastante desilusión fueron las absoluciones de los comandantes que se produjeron en la sentencia. No son muchos los datos que he podido recabar acerca de encuestas de opinión pública en el Juicio, sin embargo, hubo algunas que fueron publicadas y mostraban posiciones contradictorias al interior de la sociedad. Uno de los resultados en los que coincidían los sondeos de opinión pública es que arrojan una alta satisfacción con el desarrollo del Juicio, con apoyos del 80 y hasta 90 por ciento. Sin embargo, eso no iba necesariamente acompañado de una condena moral y pública hacia los militares con los crímenes cometidos, porque también se veía entre un 70 y un 80% de la población que se manifestaba de acuerdo con el hecho de que los militares hayan realizado el golpe de Estado en marzo en 1976 y con el hecho de que los militares pudieran volver a convertirse eventualmente, si se consideraba necesario, en un nuevo agente de lucha en una guerra contra la subversión. Esta idea del Juicio como un elemento trascendental para la democracia fue acompañado también con la idea de que se convertía en un hecho trascendente y monumental, un logro de la democracia argentina y un ejemplo para el mundo, pero también se constituía en un tesoro frágil en el período de la transición que había que cuidar. Era contradictoriamente un hecho monumental y a su vez un frágil tesoro, que debía este ser preservado en el inestable contexto político de la transición. De ese modo, también había una nueva contradicción en las valoraciones positivas que iba a establecer el Gobierno sobre el desarrollo de las audiencias esta idea de que, algo que es fundamental en las memorias de los radicales sobre la transición, el hecho de que el Juicio consagró la democracia en Argentina se observaba una suerte de contradicción. Así aparece la idea de que era algo que había que cuidar y preservar, un hecho que se expresó, por ejemplo, en la pronta proliferación de publicaciones destinadas a registrar y comunicar el Juicio transformando en archivos. O el viaje de los camaristas a Europa para depositar una copia completa de los de las filmaciones. Más tarde, cuando avanza la década del ochenta, y sobre todo a partir de los indultos del año 1990, un ciclo transicional que había iniciado el gobierno de Alfonsín con dos legislaciones: las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, se clausura la vía judicial y aquí comienza una nueva lucha por las significaciones acerca de ese sentido del pasado.

—Su tesis doctoral es una gran investigación académica sobre el Juicio a las Juntas. A partir de esa experiencia, ¿qué reflexión hace usted sobre Argentina, 1985?

Hay diversos elementos de distintas naturalezas, que me sorprenden acerca de la película. Lo primero que tengo que decir es que sin estar formado en cine, Argentina, 1985 me parece que está maravillosamente realizada. Parece ser que tiene todo para ganar el Oscar. Me parece que resuelve narrativamente diversos elementos que son claves para contextualizar el Juicio en la forma en el contexto en que en que realmente se dio. El primero de esos aspectos tiene que ver con la idea de la incertidumbre. Era algo que primaba en el contexto de la transición democrática, el hecho de que no se sabía qué iba a pasar con el Juicio, qué resultados iba a producir, ni siquiera se conocía si  la democracia iba a poder sobrevivir al Juicio en ante el hecho que refleja muy bien la película que fue la serie de atentados permanentes durante el proceso judicial. También aparece la incertidumbre del fiscal y aparecen ahí algunos elementos que hacen que esta incertidumbre resulte un poco exagerada, porque de hecho tanto Julio César Strassera como los integrantes del Tribunal sabían que habían sido convocados a sus funciones porque iba a estar al frente del Juicio la Junta. No les llega casualidad le llega el juicio de las Juntas sino que eso formaba parte del propio proyecto de Justicia transicional, no podía optar por asumir o no sino que estaban obligados por ley a revisar lo actuado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.  Este me parece un gran logro narrativo de la película. Otro gran logro narrativo que encuentro es la construcción que hace el director a partir de las figuras de la mamá de Luis Moreno Ocampo. Existe algo bastante difícil de condensar, es difícil de condensar y explicitar en una tesis doctoral que tiene quinientas páginas, yo me imagino lo desafiante que debe ser para un director mostrarlo en una película. Me refiero al carácter conflictivo que tenía la sociedad de la transición y la forma en que esa sociedad podía a la vez horrorizarse por los crímenes cometidos contra personas que se presentaban en tribunales a narrar los acontecimientos más increíbles y a la vez identificarse ideológicamente con los discursos este de la dictadura. Aquella ideología de la guerra y sobre todo de la victoria, que reclamaba los militares en la guerra antisubversiva y que era un discurso que en continuación de la dictadura con los que se identificaban vastos sectores de la población, esa serie de contradicciones y tensiones, me parece muy bien condensada en esta figura de la mamá de Luis Moreno Ocampo en la película. Luego, más allá de objeciones en torno a la adecuación estricta a los fenómenos históricos que acompañaron el Juicio a las Juntas, que me parece que sería injusto analizar en la película, hay sucesos que son construcciones que responden a la necesidad de construir narrativamente una trama, pero aún a pesar de esto sí hay algunas cosas que me gustaría poner en escena. Una de ellas tiene que ver con la construcción solitaria que se hace de la figura del fiscal. Yo comprendo que eso parte de una necesidad narrativa y la construcción de un héroe y que eso permite funcionar mejor a la película. Pero en realidad el Juicio fue una construcción colectiva en la que participaron diversos actores, algunos de los cuales se muestran y otros no se los muestra. Esto es algo que aparece desdibujado, entiendo que con la intención de manifestar el enorme trabajo de la Fiscalía, pero no fue un trabajo solitario, fue un trabajo que integró a diversos actores. He escuchado también algunas críticas a las representaciones manifestadas que ver con ciertos olvidos políticos, que tendría la película con respecto al pasado. Uno de ellos es el protagonismo de Alfonsín, que de hecho, tuvo ese rol protagónico en la transición en el diseño del Plan de Justicia transicional. Puedo comprender por qué esta figura resulta corrida de escena y es que si hubiese aparecido Alfonsín se comía la película. En ese marco, también el papel del Tribunal resulta un poco desplazado. Pero volviendo a la cuestión de Alfonsín comprendo también que correr esa figura del presidente también permite mostrar algo que efectivamente fue cierto que fueron la serie de contradicciones que tuvo el propio Gobierno Nacional en los ochenta.

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Galante sostiene que un sector progresita del peronismo apoyó el Juicio pero el sector tradicional lo criticó abiertamente.

—En Democracia y justicia por las violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura: el relato circular usted analiza la idea de que “la historia de la justicia por las violaciones a los derechos humanos en la Argentina se escribió finalmente con un relato circular, iniciado en los ochenta y retomado en el nuevo siglo, que tenía desde el punto de vista político a la democracia como su tema central”. ¿Qué pasa hoy con ese relato circular cuando en las nuevas generaciones de argentinos es en dónde más se expresa un discurso que rompe con ese consenso democrático, algo que se puede observar en los discursos de odio y de violencia política?

—Es cierto lo que manifiesta la pregunta y es algo fundamental. Algo que tuvo nuestra sociedad que se empleó en torno a las Juntas y que explica la larga trayectoria de discusiones y nuevas miradas,  incluso una nueva película sobre el Juicios a las Juntas cuarenta años después, es que las propias representaciones y propuestas e imaginarios acerca de lo que se entendía que debía hacer una democracia, cómo debíamos vivir en democracia, se anudó a proyectos de Justicia, que son dos momentos de nuestra historia reciente: los ochenta y en los dos mil, cuando se vuelven a tematizar y a poner de manifiesto la necesidad de repensar la democracia como criterio de vida en comunidad. Por un lado la justicia por las violaciones a los Derechos Humanos y las memorias sobre los crímenes de la dictadura, y por el otro lado la propia idea de las discusiones sobre cómo debía funcionar como debía ser una verdadera democracia. En los periodos en que esas reflexiones se relajaron, en que la democracia dejó de ser un objeto relevante de discusión en la vida política nacional, estoy pensando en los años noventa, en que las discusiones acerca de políticas sobre la democracia se diluyeron, y también estoy pensando en el gobierno de Cambiemos, que estas discusiones dejaron de resultar preponderantes en la discusión de la vida pública y, también dejaron de convertirse en un tema relevante el tratamiento de las violaciones por los Derechos Humanos como un tema de un proyecto social.

—En Memorias de la democracia: la lucha de los relatos sobre la historia política reciente y los procesos de justicia por violaciones a los derechos humanos en el discurso político nacional. Argentina, 2003-2013 usted advierte que a partir de 2003, se formularon nuevas memorias públicas que extendieron los períodos de representación, incorporando el período institucional posdictatorial. ¿Cómo impactó la relectura bajo el gobierno kirchnerista del discurso por la memoria y las violaciones a los derechos humanos, algo que hasta entonces, era propio de un legado del alfonsinismo?

—Durante el gobierno de Alfonsín se asumía que el desarrollo de Justicia por las violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura era el piso inicial que iba a sembrar las bases para que una democracia más profunda y verdadera surgiera a partir de aquella idea de que con la democracia se come se cura y se educa. Era el punto de partida fundamental que iba a permitir un desarrollo ulterior de una democracia sustantiva. Esta cuestión vuelve a aparecer en 2003, la idea de que era posible construir una idea de la democracia asociada al juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, hubo un cambio en esta lectura. El juzgamiento de los crímenes ya no se asumía como la el punto de partida, como el puntapié inicial que iba a dar origen a la democracia, sino que se asumía un nuevo hito tras el período de impunidad de los noventa, entonces se planteaba una deuda pendiente de esa democracia y se entendía también hacia otras dimensiones sustantivas, como la recuperación del empleo, la distribución del ingreso, por lo que se planteaba una obligación y una necesidad recuperar. Dada la fortaleza entre derechos humanos y democracia que se había establecido en los ochenta, se empieza a asociar la vigencia de ese régimen social inequitativo con la impunidad de los crímenes del pasado, de manera tal que cuando se inicia el proceso político del gobierno del Frente para la Victoria ya se encontraba configurado cierto imaginario en diversos grupos sociales que asociaban la impunidad de esos crímenes al desarrollo de políticas económicas y sociales inequitativas.

—Esta sección se llama Agenda Académica porque pretende brindarle espacio en los medios masivos de comunicación a investigadores y docentes universitarios. La última pregunta tiene que ver, precisamente, con el objeto de estudio: ¿por qué decidió dedicarse a investigar el proceso del Juicio a las Juntas Militares?

—Me hice la misma pregunta mucho más recientemente después de haber estudiado el Juicio a las Juntas y me he dado cuenta que mi infancia transcurrió en los ochenta y mi primer recuerdo de la vida colectiva tiene que ver con haber tirado papelitos en la vuelta de la democracia y me di cuenta también que este mi segundo recuerdo político tiene que ver con haber escuchado en mi casa, un hogar donde la política no era un aspecto relevante de la vida cotidiana. También recuerdo haber escuchado por radio la sentencia del Juicio a las Juntas en la cocina de mi casa y con mi familia presente. Sobre el final de mi carrera, mi participación en un grupo de investigación sobre historia y memorias sociales, dirigido por Emilio Crenzel en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, descubrí un nuevo campo de interés: la manera de entender y de interrogarse acerca de las formas en que el pasado y las memorias sobre el pasado tenían consecuencias en las lecturas que hacíamos sobre ese presente dado.


Producción: Melody Blanco ([email protected])