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Juan Manuel Telechea: “Terminar con el cepo el 10 diciembre podría generar una inflación del 200%”

Doctorando en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI), magíster en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), el investigador advirtió sobre los errores en la lucha contra el aumento de precios. Y el debate shock o gradualismo.

Juan Manuel Telechea
Juan Manuel Telechea es un economista que se especializa en macroeconomía y estudios sobre inflación. | Sergio Piemonte

Doctorando en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI), magíster en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), y director del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala, Juan Manuel Telechea es especialista en macroeconomía e inflación en Argentina y esta semana participó de la Agenda Académica de Perfil Educación. “El punto central de esta discusión es lo que se conoce como el traslado a precios de la devaluación y los efectos de segunda vuelta. A diferencia de 2015, hoy la economía se encuentra en un régimen de alta inflación, por ende, esos efectos son más potentes que en 2015. Por eso, sacar el cepo el 10 de diciembre podría generar una inflación del 200%. Si el gobierno que asume no utiliza las herramientas adecuadas podría rápidamente perder el control de los precios. Uno escucha decir a algunos candidatos que unificarían el tipo de cambio desde el primer día, pero a mí me genera muchas dudas”, sostuvo.

Docente de Introducción a la Economía en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), de Crecimiento Económico en la Universidad Arturo Jauretche (UNAJ), y de Macroeconomía en la Universidad Provincial de Ezeiza (UPE), Telechea es autor de una gran producción académica, con trabajos como ¡Inflación! ¿Por qué la Argentina no se la puede sacar de encima?; ¿Cuál es el esquema macroeconómico adecuado para los países latinoamericanos?; Integración financiera y crisis de balance de pagos en la globalización financiera temprana: la experiencia argentina 1820-1890; e Inestabilidad financiera y Brexit. Desafíos para Latinoamérica. “El problema que tiene Argentina es que tiene una inflación particular, que podemos llamar una inflación crónica. Cuando uno mira los datos, desde 2010 en adelante, hubo solo dos países en el mundo que durante todos los años presentaron una inflación anual superior al 20%: Argentina y Venezuela. Al adoptar una mirada de más largo plazo, observamos lo mismo. Si tomamos los 93 países con lo que contamos con datos para la evolución de los precios desde 1970 a la fecha y utilizamos como corte una inflación anual del 20%, vemos que Argentina lidera el ranking: es el país que más años convivió con una inflación anual igual o superior al 20%. El hecho de tener una inflación tan alta y por tanto tiempo es el condimento principal para entender por qué nos cuesta tanto salir de este proceso”, agregó.

—Usted ha publicado en los últimos años ensayos sobre debates en torno a la macroeconomía pero acaba de presentar un libro muy interesante sobre el devenir de la inflación en la Argentina, se trata de un trabajo que parte de una rigurosidad académica, pero, y esto es lo más interesante, es presentado con un enfoque de fácil interpretación para que sea accesible a cualquier tipo de lector. El trabajo se titula ¡Inflación! ¿Por qué la Argentina no se la puede sacar de encima?. Me gustaría comenzar, precisamente, por ese interrogante. ¿Por qué la Argentina no se puede sacar de encima la inflación?

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—El problema que tiene Argentina es que tiene una inflación particular, que podemos llamar una inflación crónica. Cuando uno mira los datos, desde 2010 en adelante, hubo solo dos países en el mundo que durante todos los años presentaron una inflación anual superior al 20%: Argentina y Venezuela. Al adoptar una mirada de más largo plazo, observamos lo mismo. Si tomamos los 93 países con lo que contamos con datos para la evolución de los precios desde 1970 a la fecha y utilizamos como corte una inflación anual del 20%, vemos que Argentina lidera el ranking: es el país que más años convivió con una inflación anual igual o superior al 20%. El hecho de tener una inflación tan alta y por tanto tiempo es el condimento principal para entender por qué nos cuesta tanto salir de este proceso. En cambio, en el resto de los países, donde la inflación es baja y estable, cualquier brote inflacionario (como por ejemplo el que se observa en la actualidad, asociado a la pandemia y a la guerra entre Rusia y Ucrania) se puede solucionar con relativa facilidad adoptando políticas tradicionales, es decir políticas monetarias contractivas o ajustes fiscales. Fundamentalmente, porque son economías que venían con una inflación muy estable y eso le otorga al Banco Central una gran credibilidad y mucho poder de fuego para estabilizar los precios. En cambio, acá el hecho de tener una inflación elevada y creciente por tantos años redujo por completo la credibilidad de que el Banco Central pueda bajar la inflación. Para entender esto, la analogía que a mí me gusta es la de una adicción., Pensemos, por ejemplo, una persona que empezó a fumar hace solo u año y otra que lleva más de veinte años haciéndolo. Evidentemente la solución en cada caso no es la misma. El nivel de adicción y la creación del hábito hace que sea mucho más difícil de curar. Con la inflación en Argentina pasa lo mismo, que es lo que llamo que la inflación “tenga memoria”. El hecho de convivir con una inflación elevada por muchos años genera un cambio importante en las conductas de las personas y las empresas, que se van adaptando al entorno, desplegando distintos mecanismos defensivos. Por ejemplo, utilizar al dólar como instrumento de ahorro o remarcar los precios ante cualquier volatilidad o incertidumbre. Por otro lado, están los trabajadores que también tienen muy aceitado ese mecanismo a través de las paritarias para evitar perder contra inflación. Toda esa combinación de elementos, que no aparece en otros países, hace que la inflación se ajuste muy rápidamente y salte a niveles más altos. Por eso es que resulta muy difícil bajar la inflación de un día para el otro, es un proceso que tarda mucho tiempo por tener tantos componentes a la vez. A eso le tenemos que agregar una dificultad adicional que es que la economía argentina, como cualquier país periférico, está frecuentemente afectada por shocks externos que presionan al alza la cotización del dólar y pueden desestabilizarlo, como una sequía, la guerra entre Rusia y Ucrania, la pandemia, por mencionar los ejemplos más recientes. La combinación de estos dos elementos, los shocks recurrentes y la memoria de la inflación, son los principales factores que explican por qué tenemos una inflación persistente y en alza.

Inflación
Telechea advierte que Argentina es el país que convivió con más alta inflación y crisis durante las últimas cinco décadas.

—A partir de sus investigaciones, ¿cuál es la raíz que usted encuentra para este problema?

—Me parece interesante centrarnos en estos últimos treinta años. En estás tres décadas, por ejemplo, tuvimos la Convertibilidad, que fue un periodo donde la inflación se eliminó como problema pero a costa de engendrar un problema mucho más grave. Para tratar de bajar inflación no hay ninguna duda de que el tipo de cambio tiene que ser estable, eso lo tenemos bastante en claro, pero podríamos decir que Argentina siempre nos pasamos un poco de rosca. Entonces la manera de hacerlo fue fijando el tipo de cambio por ley, encorsetándonos mucho los márgenes de acción que tiene la política económica. Y eso genera un proceso que es insostenible porque para poder sostener ese tipo de cambio estábamos obligados a conseguir financiamiento externo, porque los dólares que generaba la economía no alcanzaban para financiar todo lo que se demandaba. Todo eso terminó manifestándose en la crisis del 2001, con una megadevaluación del tipo de cambio, que si bien tuvo un traslado bajo a los precios, hizo resurgir la inflación y activar esa memoria.

—En ¡Inflación!... usted también plantea que el aumento de índice de precios no representa solo un problema de mala gestión y enfatiza que no se propone bajar línea ni establecer calificativos o argumentos estirados para posicionarse por encima de la grieta política. Más allá de esa postura inteligente y necesaria para resolver los problemas de fondo en la Argentina, ¿qué porcentaje del problema inflacionario usted atribuye a una receta heterodoxa o populista, más cercana al kirchnerismo, y la receta ortodoxa o neoliberal, más propia del macrismo?

Cuando mirás los datos fiscales y externos encontrás que las políticas no eran sostenibles. Argentina fue el único país del mundo que mostró un deterioro fiscal por 8 años consecutivos. Pasamos de un superávit del 1% en términos del PBI a un déficit de casi 6 puntos. Por otro lado, tuviste una apreciación cambiaria (es decir, un abaratamiento del dólar) prácticamente ininterrumpida desde 2007 hasta la devaluación del 2014. Resulta paradójico sostener que el principal problema es la falta de divisas y al mismo tiempo permitir que el precio del dólar baje sistemáticamente. Es evidente que eso va a impulsar la demanda de dólares, tanto por el lado de las importaciones como por el lado del ahorro, generando una olla a presión en el mercado cambiario, que trató de contenerse con el cepo y con la regulación de las importaciones, hasta que se hizo imposible y se llevó a cabo la devaluación a principios de 2014. Pero luego, con Cambiemos lo que hubo fue una subestimación del problema, al pensar que solo con las herramientas tradicionales, por ejemplo la adopción de un sistema de metas de inflación, alcanzaba para bajar la inflación. Pero también hubo fallas evidentes en el diagnóstico, al creer que la devaluación necesaria para eliminar el cepo no iba a tener impacto en los precios porque, como sostuvieron públicamente, creían que los precios ya estaban fijados a la cotización del dólar paralelo, o que el aumento de las tarifas tampoco sería inflacionario. Eso se vio complementado por una política de endeudamiento en dólares claramente insostenible que es lo que provocó sendas devaluaciones en 2018 y 2019, agudizando el problema inflacionario.

Juan Manuel Telechea
Telechea es autor de una gran producción de publicaciones académicas sobre estudios de inflación y macroeconomía.

—En ¿Cuál es el esquema macroeconómico adecuado para los países latinoamericanos usted analizó la primera década de este siglo en la región, a partir del vigoroso crecimiento que hizo resurgir las discusiones en torno al desarrollo y las diversas estrategias a seguir y analizó los instrumentos de política macroeconómica (monetaria, fiscal y cambiaria) con los que contaban entonces los gobiernos en estos países. Otra vez, la situación macroeconómica ha cambiado en la región y, especialmente en Argentina se plantea un debate urgente para la economía argentina actual: gradualismo o shock. ¿Hay algo en este debate que permita ser leído a través de la experiencia acumulada?

—Lo primero que me parece importante aclarar es que la salida del cepo es imprescindible para poder recuperar el crecimiento. No hay antecedentes que demuestren que existan países que hayan podido crecer de manera sostenida con brechas cambiarias del 100% como la que tiene Argentina en este momento. Por lo tanto, creo que hay un consenso bastante extendido en que hay salir de esta situación, el tema es cómo hacerlo. Me parece que las condiciones actuales son bastante más complejas que las de 2015, tenés una inflación cuatro veces más alta y, volviendo a lo que dije antes, los mecanismos de remarque de precios y de paritarias están mucho más aceitados. Esto es lo que en la literatura se conoce como un “régimen de alta inflación”. Por lo tanto, la unificación a través de un shock devaluatorio me parece algo sumamente riesgoso en este contexto, porque al más mínimo traspié la inflación se podría espiralizar rápidamente. Una salida gradual, que busque primero dar señales a través de las políticas económicas para bajar la inflación y la brecha cambiaria, me parece más apropiado.

—En Integración financiera y crisis de balance de pagos en la globalización financiera temprana: la experiencia argentina 1820-1890 usted señala que en el caso argentino, las enseñanzas de la historia parecen estar más cargadas de frustraciones que de optimismo, porque la mayoría de los ciclos de integración financiera resultaron en experiencias fallidas producto del excesivo endeudamiento, la especulación y la fuga de capitales. ¿Cuáles son los condicionamientos que podrían cambiar esta tendencia a partir de la asunción del próximo gobierno?

—Yo creo que es muy importante siempre volver a mirar la historia argentina porque todos estos problemas ya los vivimos. Todos los episodios en donde se aplicó una fuerte apertura financiera combinada con un elevado endeudamiento terminaron en crisis cambiarias. Esto no significa que no haya que apuntar a una economía financieramente más abierta, que es lo que se observa en el resto del mundo. El tema que hay que entender es que ese proceso hay que hacerlo de manera gradual para que sea sostenible. De nuevo, la experiencia reciente del gobierno de Cambiemos es una muestra de ello.

Juan Manuel Telechea
Telechea asegura que Argentina debe aprender de las lecciones del pasado para implementar una política contra la inflación.

—En Inestabilidad financiera y Brexit. Desafíos para Latinoamérica usted señala que los años que siguieron a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea fueron acompañados por una caída de precios en las commodities y eso generaba un problema para la región. El contexto actual se modificó porque la Guerra en Ucrania se presenta como una oportunidad para las materias primas. ¿Cuál sería la experiencia que debería ser tenida en cuenta por Argentina para poder mantenerse con mayor autonomía frente a la inestabilidad de las commodities y así poder identificar la estrategia adecuada que permita un manejo macroeconómico sostenible en el tiempo?

—Lo que uno ve en los países más desarrollados es que, justamente, son los que se ven menos afectados por estos shocks externos. En buena medida esto se debe a su diversificación en lo que producen y exportan. La mejor manera de mitigar el riesgo es diversificando. Pero si te fijás en el comercio exterior de Argentina, el 60% de las exportaciones dependen del sector agropecuario directa o indirectamente y entonces nuestras exportaciones están muy atadas a lo que pase con el precio de esos productos o a lo que suceda con el clima. Eso le imprime a nuestra economía una mayor volatilidad, que intensifica nuestros problemas. Con lo cual, resulta necesario no solo aumentar las exportaciones, sino diversificarlas.

—Esta sección se llama Agenda Académica porque pretende brindarle espacio en los medios masivos de comunicación a investigadores y docentes universitarios para que difundan sus trabajos. La última pregunta tiene que ver, precisamente, con el objeto de estudio: ¿por qué decidió especializarse en estudios sobre macroeconomía e inflación?

—Porque es un tema que me resulta fascinante y frustrante a la vez. Me atrajo el hecho de que sea un problema que no podamos resolver, como esos enigmas de la matemática o la física que siguen apareciendo. Pero lo más grave es que esto tiene impacto directo en la gente. Argentina es uno de los pocos países del mundo que hace más de 10 años que no crece. Eso llevó a que el PBI se redujera más del 13%. Eso explica por qué los ingresos están en caída y el nivel de pobreza en alza. Si no logramos bajar la inflación, no hay manera de mejorar la calidad de vida de la gente. Esa frustración también es la que me llevó a escribir este libro, a ver si con eso puedo aportar un granito de arena a la discusión, pero tratando de que todo el mundo lo entienda. Bajo esa premisa, la idea fue primero explicar cada uno de los componentes que tiene la inflación por separado. Por un lado, todo lo vinculado al tipo de cambio, es decir los elementos asociados a la generación y al uso de las divisas. Allí aparecen las exportaciones, las importaciones, la compra de dólares para atesoramiento, a veces, mal llamada “fuga”, la deuda en moneda extranjera y la política cambiaria. Luego está todo el tema de la creación y la circulación de los pesos, allí aparece el déficit fiscal y su financiamiento, el rol de los bancos y, en particular, el del Banco Central y la política monetaria. Explicar todo esto con lujo de detalle resulta necesario para poder entender las discusiones entre los dos principales enfoques, aquel que sostiene que la inflación se da fundamentalmente por problemas vinculados a la falta de dólares y el que dice que es por el exceso de la creación de pesos. En realidad, lo que trato de mostrar en el libro, es que en parte ambos tienen razón. A nuestra economía le faltan dólares y le sobran pesos. Y, como dijimos, a eso se le agregan los componentes adicionales que presenta una inflación crónica. Entonces, lo que tenemos es una inflación que, para bajarla, hay que atacar varios frentes al mismo tiempo. No alcanza solo con ajustar el déficit fiscal o subir las tasas de interés. Lo que se requiere es un plan de estabilización diseñado para combatir todos los frentes al mismo tiempo, que es lo que hicieron precisamente los países que en la década del 60, 70 y 80 tuvieron inflaciones de este estilo y lograron salir. Eso justamente está analizado en la última parte del libro. Y una cuestión importante que me parece necesario enfatizar es que es un proceso que va a llevar varios años. No hay recetas mágicas que bajen la inflación de manera sostenible de un día para el otro. Por eso necesitamos lograr consensos básicos en lo que hace al manejo de la política económica que sean respetados por las distintas gestiones que pasen por el gobierno. Parte de nuestro problema es que nos vamos de un extremo al otro. Este libro busca explicar todo eso. A ver si, de una buena vez por todas, logramos dejar de hablar de la inflación.