La última batalla por la vaquita marina: esperanza en el Golfo de California
En el Alto Golfo de California, menos de diez ejemplares de la vaquita marina sobreviven bajo la amenaza de las redes ilegales y el crimen organizado. El biólogo Gustavo Cárdenas y su equipo apuestan a la ciencia y la esperanza como últimas armas para rescatar al mamífero marino más amenazado del planeta.
La vaquita marina (Phocoena sinus), considerada el mamífero marino más amenazado del planeta, sobrevive con menos de diez ejemplares en el Alto Golfo de California, México. El biólogo Gustavo Cárdenas y su equipo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) lideran un monitoreo acústico para ubicar a los últimos individuos y evitar que desaparezcan atrapados en redes ilegales.
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En 1997 se estimaban más de 500 vaquitas; en 2008, la cifra se redujo a 245. Hoy, los cálculos más recientes de 2024 indican que sobreviven entre seis y ocho. La pesca incidental es la principal causa de este colapso poblacional, agravado por la presencia de redes de enmalle utilizadas en la captura de la totoaba, un pez cuya vejiga natatoria es altamente cotizada en el mercado chino.
El buche de totoaba puede venderse entre 20.000 y 80.000 dólares por kilo, lo que ha convertido a esta práctica en un negocio controlado por cárteles del narcotráfico y redes criminales internacionales. Estas organizaciones pagan a pescadores locales bajo coacción y utilizan el tráfico de especies como moneda de cambio para obtener drogas y precursores químicos.
Las redes agalleras representan un peligro mortal para la vaquita. De cientos de metros de largo y con hasta diez metros de altura, forman verdaderas “paredes invisibles” en aguas turbias. A pesar de su capacidad de emitir chasquidos para orientarse, los animales quedan atrapados y mueren asfixiados al no poder salir a respirar.
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Para enfrentar esta amenaza, los científicos aplican el monitoreo acústico pasivo. Con dispositivos autónomos llamados C-POD y F-POD, capaces de grabar las 24 horas durante meses, logran detectar los sonidos únicos que emite la vaquita. Esta tecnología permite ubicar a los ejemplares sin necesidad de costosos cruceros de observación permanentes.
El gobierno mexicano creó en 2005 un refugio de 1.263 km² y en 2020 estableció una zona de tolerancia cero de 288 km² donde está prohibida toda actividad pesquera. Allí, la Secretaría de Marina y la ONG Sea Shepherd retiran redes ilegales y han instalado bloques de concreto con ganchos de acero para impedir el uso de enmalle. Desde su implementación, la presencia de embarcaciones en la zona se redujo en un 97%.
Sin embargo, la presión del mercado negro continúa. Los buches de totoaba son transportados en maletas, mezclados con mariscos o a través de mulas, con destino final en China, donde se utilizan en medicina tradicional, regalos de lujo o incluso como dote de boda. Según informes internacionales, el contrabando atraviesa rutas que incluyen Estados Unidos, Japón y Vietnam.
A pesar de la situación crítica, los especialistas sostienen que la vaquita aún puede salvarse. Estudios genéticos demuestran que, si se elimina la mortalidad causada por las redes ilegales, la población tiene posibilidades de recuperación. Además, en recientes expediciones se observaron crías y ejemplares sanos, prueba de que la especie sigue reproduciéndose.
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Con más de dos millones de años habitando el Golfo de California, la vaquita enfrenta hoy un futuro incierto. Para los científicos, protegerla no solo es preservar una especie única, sino también un símbolo de resistencia frente al avance del crimen organizado y la explotación indiscriminada del mar.
“Cada año, aunque veamos pocos individuos, la vaquita nos demuestra que quiere seguir en su hábitat”, afirma Cárdenas. Ese testimonio, convertido en sonido bajo el agua, es la última señal de esperanza que guía la lucha por evitar su extinción definitiva.
LV / EM