Los que no tienen miedo
Entre las innumerables desigualdades que la pandemia hizo más evidentes, la falta de temor a los contagios que exhibieron las elites en todo el mundo, en contraste con el pánico generalizado entre el común de la población, es una de las más llamativas.
Aunque la batahola de críticas haya hecho mucho ruido, cosa lógica en plena campaña electoral, no es sólo la foto del cumpleaños de Fabiola, la pareja del presidente, en plena cuarentena estricta. Muy por el contrario, a lo largo de este nefasto período iniciado en marzo de 2020, las imágenes de políticos y famosos quebrando cada una de las normas impuestas a la población, fueron cosa de todos los días, en todos lados. Me vienen a la cabeza las instantáneas de Patricia Bullrich completamente desentendida de la distancia social, el abrazo de Cristina Kirchner y Claudia Villafañe en el velorio de Maradona (también utilizado por la oposición para estigmatizar a sus adversarios, pero sobre todo a los miles de asistentes), los programas de televisión en los que el uso del barbijo fue más bien excepcional, y miles de fotos de celebridades y políticos de todo el mundo disfrutando de viajes, besos, abrazos y amontonamientos varios antes de la aparición de las vacunas. Ahora, la variante Delta renueva el terror de los primeros meses y los gobiernos renuevan al mismo tiempo su vocación de controlar a la población con medidas harto polémicas como el pasaporte sanitario. Muchas de esas medidas, presentadas como excepcionales y apoyadas por sectores acaso demasiado tendientes a confiar en el poder pese a las infinitas desilusiones que acumulan sin que les hagan mella, probablemente se establezcan como parte de una nueva normalidad que, claramente, no corre de la misma manera para todos.
Cuando era chica, mi papá me llevó a ese reducto glorioso para los cinéfilos que fue Liberarte para alquilar en VHS el clásico de Elio Petri protagonizado por Gian María Volonté, La clase obrera va al paraíso. Lo único que entendí es que había una división infranqueable entre lo que mi papá llamaba masas y las elites que se movían por encima de ellas. Hoy distingo a esas élites mucho mejor y me tienta pensar que la falta de temor al virus que han exhibido globalmente debe tener que ver con creerse habitantes de un paraíso vedado para los pueblos cuya única opción parece ser subordinarse.
*Periodista y guionista.
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