Economista de la semana

¿Conviene que el kirchnerismo imponga su agenda económica?

Duro. Máximo Kirchner criticó la indemnidad otorgada a los laboratorios. Foto: NA.

El aniversario de la Independencia nos ofreció tres noticias interesantes, todas relacionadas entre sí: 1) el discurso de Máximo Kirchner en Diputados, 2) una nueva “proclama” de referentes K, y 3) el trascendido de posibles préstamos en Derechos Especiales de Giro (DEG) de Rusia y otros países, por US$ 19 mil millones. Veamos lo que creo esencial de todo esto.

El discurso de Máximo. Dijo Máximo, entre otras cosas: “Si un laboratorio nos obligó a tener que cambiar todo el andamiaje, ¿qué vamos a hacer con el FMI? ¿Cómo vamos a compatibilizar con el desarrollo argentino?”. 

La referencia a “todo el andamiaje” es bastante sugestivo. Sin entrar en suspicacias, todos sabemos que Pfizer requería cláusulas de indemnidad tan fuertes como comprensibles dada la aprobación en condiciones de “emergencia” obvias en pandemia. Cláusulas que fueron aprobadas en más de ochenta países. Sabemos también que haber contado con las vacunas de Pfizer en los tiempos que la empresa aseguró podrían haberse concretado, hubiera salvado unas 30 mil vidas, según estimaciones de FIEL. Pero Máximo Kirchner no quiere que “nadie se meta con nuestro modelo de desarrollo”. Por eso tampoco sabe cómo compatibilizar nuestro modelo con las exigencias del FMI.

En el pasado, cuando nos “liberamos” del FMI, el Gobierno argentino pudo empezar a dar rienda suelta a ése, “nuestro modelo”, que consistió entre otras cosas en: tergiversar las cifras del Indec, perder casi US$ 40  mil millones de dólares de reservas, pasar del superávit fiscal al déficit fiscal, llevar la inflación del 4% anual al 25% anual… y sí, todas cosas que el FMI no hubiera aceptado. 

La proclama de referentes K. Ahora bien, el “modelo de desarrollo argentino” quedó mejor insinuado en la proclama firmada por más de 3 mil referentes K. Veamos algunos puntos: a) critica a los productores agropecuarios, por pretender beneficiarse “por rentas diferenciales ante mayores precios internacionales para aumentar, sin justificación de mayores costos, sus precios locales, como resulta tan evidente en el brutal encarecimiento de los alimentos en nuestra mesa”, b) enfatiza el “rol central” que debería ejercer el Estado “interviniendo, regulando, supervisando, orientando, planificando, generando incentivos y oportunidades”, c) afirma que “es relevante la reconstrucción de la capacidad empresaria del Estado en áreas estratégicas”, d) cuestiona la lógica liberal que “postula que el ámbito productivo debe ser reservado a la iniciativa privada”.
En esencia, todo lo anterior evidencia una visión “estática” de la economía. No creen ellos, los K, que, si los precios internacionales suben, las mayores ganancias derivarán en más emprendedores volcándose a comprar o arrendar campos, en más inversión, y a la postre en más producción. Contra la evidencia, creen que hay una producción agropecuaria “dada”, y que es cuestión de que solo ganen “lo suficiente”, y la “renta diferencial” se la quede siempre el Estado.  Esta visión estática también se percibe en el cuestionamiento de la inversión privada como “motor” del crecimiento, y el impulso que quieren darle al Estado como “omnipresente regulador” y “gran productor”. Lo contrario de lo que ha venido pasando en los países capitalistas, y en países como China, dirigido por el Partido Comunista, pero que desde hace décadas ha venido alentando a la inversión privada como motor de la economía y donde las rentas diferenciales que todo el tiempo genera el capitalismo han sido bienvenidas. País donde el “héroe de la revolución” desde hace mucho ya no es el guerrillero, sino el empresario.

El posible préstamo de Rusia. Un avance sostenido de las visiones estatistas anteriores y de la posibilidad de “hacer los que nos venga en ganas” expresada por Máximo Kirchner (que repito, en la historia reciente nos llevó a aberraciones hasta ese momento inéditas, como la publicación de tergiversadas cifras de inflación), no podrían concretarse si finalmente hubiera que llegar a un acuerdo con el FMI. Aún siendo el FMI más flexible de la historia, no dejará de exigir un plan macro, una suerte de reivindicación de la inversión privada como motor del crecimiento económico, transparencia de cifras, etcétera.

Por ejemplo: el FMI pedirá que ya sin pandemia, el déficit primario baje al menos un punto sobre el PIB en 2022 (digamos de poco más de 4% en 2021 a 3% en 2022). Y pedirá aumento de reservas netas (sin DEG). Y en pos de ello, que haya políticas (fiscales, monetarias, cambiarias) para que las brechas bajen hacia la zona del 30%, aún cuando esto pueda intentarse gradualmente (es decir, sin maxidevaluación). 
Para zafar de todo esto el Gobierno parece estar intentando conseguir préstamos de Rusia (vaya uno a saber a cambio de qué), tal vez de China (más difícil, ya que China probablemente exija acuerdo con el FMI), y otros países, todo aprovechando la distribución de DEG acordada con el FMI. Puede ser que estos préstamos se sumen a un acuerdo con el FMI (sería entonces una buena noticia). Pero puede que se intente una vez más postergar el acuerdo con el FMI, tal vez uno o dos años, y mientras, con el dinero de Rusia, pagar al organismo internacional. Es decir, desarrollar la agenda “nacional y popular”, con un déficit fiscal más alto, brechas cambiarias bien altas (100% por ejemplo), y mucha “represión” a empresas y bancos.

Conclusiones. Máximo y el kirchnerismo en general no quisieron avenirse a las exigencias de Pfizer ni a las del FMI. Quieren poder desarrollar el “capitalismo criollo” (mezcla de capitalismo de Estado con capitalismo de amigos) a su antojo. Si es necesario tergiversar incluso las cifras del Indec, hagámoslo una vez más. Si es necesario “reprimir” a las empresas y sacarle cada peso de ganancia extra (“rentas diferenciales”), hagámoslo. Si le damos a la maquinita “a piaccere” y queremos compensar esa emisión monetaria con controles de precios y “cepos” por doquier, hagámoslo. Y tratemos de conseguir que alguien nos dé dinero, como la Rusia de Putin, así le vamos pagando al FMI, y no dejamos que sea un estorbo para nuestra “agenda nacional y popular”.

 Al menos por ahora, mientras podamos dirimir nuestras desavenencias vía elecciones (con muy bajos niveles de fraude), está en nosotros, la población argentina, optar entre esta clase de modelos, o modelos muy diferentes que, con todos sus defectos, han llevado a muchos países a progresar económicamente muchísimo más que nosotros.

*Director de GRA Consultora. Ex Representante del ministro Roberto Lavagna en el BCRA.