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¿Qué puede ofrecer Europa a un mundo fragmentado?

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Oxford. En la última Cumbre de la Asean en Kuala Lumpur, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, describió la postura estratégica de Europa. “La Unión Europea –dijo– se enorgullece de comprometerse con la Asean como un socio confiable en el cambiante entorno geopolítico actual”. Sus comentarios se hicieron eco de los hechos cuatro meses antes por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien propuso asociarse con el Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (Cptpp), de 12 miembros.

Los esfuerzos continuos de los líderes europeos para buscar y fortalecer asociaciones “confiables” están motivados en gran medida por los intentos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de obligar a los aliados a pagar más por las garantías de seguridad y la ayuda militar estadounidenses, así como por sus aranceles elevados y a menudo arbitrarios. El propio Trump subrayó este imperativo estratégico el día antes de los comentarios de Costa, cuando anunció un impuesto adicional del 10% sobre los productos canadienses en respuesta a un anuncio provincial en Ontario que citaba al expresidente Ronald Reagan diciendo que los aranceles “perjudican a todos los trabajadores y consumidores estadounidenses”.

Esta inestabilidad presenta a Europa una oportunidad única para ofrecer una alternativa a la dependencia excesiva de Estados Unidos o China. Buscando posicionar a su país como un contrapeso a la asertividad estadounidense, el presidente chino, Xi Jinping, ha enmarcado su política exterior como una “posición clara contra el hegemonismo y la política de poder”. En su intervención en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, en septiembre, Xi, flanqueado por el primer ministro indio, Narendra Modi; el presidente ruso, Vladimir Putin, y otros 17 jefes de Estado, se comprometió a “practicar un verdadero multilateralismo” y promover un orden global basado en el comercio libre y abierto.

Para aprovechar esta oportunidad, la Unión Europea (UE) debe replantearse su ventaja comparativa geopolítica. Si bien una generación anterior de líderes europeos continúa promocionando el modelo social del bloque, los valores compartidos y los generosos programas de ayuda, estos activos que alguna vez fueron poderosos han perdido gran parte de su atractivo, incluso dentro de la propia Europa.

Los “valores europeos” de la posguerra que durante mucho tiempo sirvieron como ideales unificadores ahora están siendo impugnados en Alemania, Francia, el Reino Unido y más allá, a medida que los partidos centristas pierden terreno ante una extrema derecha resurgente. Mientras tanto, los presupuestos humanitarios y de ayuda se ven cada vez más reducidos por el aumento de los costos de defensa y las políticas fiscales más estrictas, lo que lleva a los socios tradicionales de Europa a buscar algo más tangible.

La influencia futura de Europa dependerá menos de los valores y la ayuda, y más de las oportunidades económicas. A diferencia de China, y cada vez más de Estados Unidos, la UE sigue siendo un mercado vasto y abierto, que da la bienvenida a la inversión extranjera directa. El fácil acceso al Reino Unido, Suiza y Noruega fortalece aún más su posición.

Donde la gobernanza en los Estados Unidos puede depender de la política de la personalidad, y en China del control centralizado, los sistemas basados en reglas de Europa brindan un grado de estabilidad que pocos pueden igualar. Mientras el bloque mantenga su compromiso con el Estado de derecho, su previsibilidad seguirá siendo una de sus ventajas competitivas más poderosas.

*Es decana de la Escuela de Gobierno Blavatnik de la Universidad de Oxford.