Llamado global

A 80 años de Hiroshima y Nagasaki, el Papa León XIV llamó a rechazar la guerra y pidió paz para el mundo

En el Ángelus, el Papa evocó los bombardeos atómicos en Japón, destacó el acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán y lanzó un llamado desesperado ante la crisis humanitaria en Haití.

El papa León XIV pidió frenar la guerra en Medio Oriente "antes que se convierta en una vorágine irreparable". Foto: AFP

En una Plaza de San Pedro colmada de fieles, el papa León XIV dedicó parte de su bendición del Ángelus a conmemorar el 80º aniversario de los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, ocurridos en agosto de 1945. “Estos hechos despertaron en todo el mundo el rechazo de la guerra como vía para solucionar los conflictos”, afirmó el Pontífice, recordando las consecuencias humanas y morales que dejó aquel episodio de la Segunda Guerra Mundial.

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El Papa pidió a los líderes internacionales que tomen decisiones con plena conciencia de su impacto en las poblaciones civiles. “No ignoren las necesidades de los más débiles y el deseo universal de paz”, remarcó desde la ventana del tercer piso del Palacio Apostólico, donde se asomó para dirigir su mensaje.

En su intervención, León XIV también celebró la declaración conjunta de paz firmada por Armenia y Azerbaiyán, un avance diplomático que busca poner fin a décadas de enfrentamientos en el Cáucaso meridional. “Mi deseo es que este paso histórico contribuya a una paz estable y duradera en la región”, expresó, recibiendo aplausos y vítores de la multitud congregada.

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Sin embargo, el Pontífice contrapuso esa buena noticia con la “cada vez más desesperada” situación que atraviesa Haití, donde persisten los homicidios, secuestros, la trata de personas y el desplazamiento forzado de miles de ciudadanos. “Hago un apremiante llamado a todos los responsables para que liberen de inmediato a los rehenes y solicito el apoyo concreto de la comunidad internacional para crear condiciones sociales e institucionales que permitan a los haitianos vivir en paz”, subrayó.

Antes de sus mensajes diplomáticos y humanitarios, el Papa reflexionó sobre el Evangelio del día, invitando a los católicos a “invertir el tesoro de la vida” en el bien común. “Vende lo que posees y dalo en limosnas”, recordó, alentando a compartir no solo los bienes materiales, sino también el tiempo, el afecto y las capacidades personales.

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“El don de Dios que somos no está hecho para agotarse —añadió—. Necesita espacio, libertad, relaciones y, sobre todo, amor. Solo el amor transforma y ennoblece nuestra existencia, haciéndonos cada vez más semejantes a Dios”, reflexionó ante los fieles.