Día 558: ¿Quién se come el yogur vencido de Cristina?
Cristina Kirchner, en medio de su detención por un caso de corrupción inmensa, logró que se traiga al imaginario el fin del Gobierno. Pero esperar que se venza el yogur de Milei puede hacer que lo que se venza sea la propia sociedad argentina.
Pymes que cierran, jubilados que cobran haberes de indigencia, recortes a la salud y a hospitales emblemas como el Garrahan o el Clínicas, ajustes que recaen sobre discapacitados, enfermos de VIH y paritarias que no se convalidan por el Gobierno. ¿Por qué resiste la gente sin transmitir su hartazgo? Vamos a tomarnos esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) para tratar de desentrañar esta pregunta.
Cristina Kirchner, en medio de su detención por un caso de corrupción inmensa, logró que se traiga al imaginario el fin del gobierno de Milei. “Este Gobierno tiene vencimiento, como el de un yogur, se cae”, dijo. Alrededor de esta definición empezaron a tomar fuerza hipótesis de cómo se dará un eventual fin de la gestión libertaria.
La hipótesis kirchnerista mediante la cual terminaría este Gobierno fue anticipada en una columna publicada hace dos semanas en PERFIL por Carlos Burgueño. Según el periodista y politólogo, no se va a dar una situación como las de 1989 o 2001, cuando por consecuencia de la hiperinflación, la gente salió a la calle frente a la imposibilidad de continuar la vida.
Burgueño plantea que se va a dar una situación similar a la que atravesó Chile en 2018, cuando con un dólar contenido, baja inflación y superávit fiscal, la vida cada vez más dura de los chilenos provocó un alto nivel de hartazgo que hizo que el aumento del boleto del colectivo genere un efecto de catarsis. Lo mismo pasó en mayo de 1968 en Francia. Para el periodista, ese fenómeno no se produciría este año, sino el que viene o el siguiente.
Quién matizó los pronósticos del kirchnerismo fue Andres Malamud en un muy buen análisis que le hizo en este programa. “La gente no va a salir a las calles a voltear al Gobierno, sino que se va a voltear hacia la vida personal, hacia el delito y hacia la droga, que es lo que estamos viendo y lo que te cuentan las organizaciones sociales”, dijo.
Lo que cuenta Malamud es similar a lo que ocurre en la mayoría de los países de América latina, incluso de los grandes, como México o Brasil. Más allá del grave y triste análisis, es interesante lo que plantea para darnos una nueva dimensión con la que entender lo que sucede, la falta de una manifestación social generalizada y, en ese sentido, los problemas que tiene la premonición de Cristina.
A estos destinos de la delincuencia y la drogadicción, podemos sumarle uno que se está viendo con mucho más frecuencia: el del aumento de la jornada laboral por el multiempleo y las economías de plataforma, fundamentalmente en las principales ciudades de Argentina.
Hoy alguien que se queda sin trabajo tiene una alternativa: si tiene vehículo, puede transformarse en un chofer de plataformas como UBER o repartidor de alguna plataforma. Inclusive con una bicicleta ya se puede tener una salida laboral que, si bien es precaria y no tiene cobertura médica a cargo de la empresa, funciona como amortiguación del avance del desempleo por la caída de muchos rubros en la actividad económica. Hay quienes inclusive, sin perder su trabajo, luego hacen horas extras en este tipo de aplicaciones o en las conocidas “changas”, el clásico rebusque al que los argentinos acuden para llegar a fin de mes.
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Quien sintetizó correctamente esto fue el dirigente radical Martín Tetaz. Le preguntaron por qué no había un estallido social, y contestó: “Porque estamos ocupados”. El diálogo lo citó Martín Rodríguez en su columna de la Revista Panamá titulada “Punto ciego”. En ella sintetizó el problema de la actualidad con la genial frase: “Del estallido social a la implosión personal”. De alguna manera, muy parecido a lo que plantea Malamud.
Esa es la gran diferencia de los años noventa, donde el aumento de desocupación fue el germen de lo que luego sería un estallido generalizado. En esta era, por el contrario, hay sobreocupación. Lo mismo que en los noventa, el desempleo creció primero en las provincias petroleras y mineras por la privatización de YPF y el despido de miles de empleados hasta entonces públicos, mientras que ahora en esas zonas el empleo crece por la minería y la energía. Neuquén es un ejemplo paradigmático.
Malamud se refirió a las diferencias en cuanto a dónde se concentra el desempleo hoy y dijo que es muy probable que haya algún estallido, pero estará contenido a algunas zonas del Conurbano. “No veo Neuquén estallando, veo Neuquén creciendo, pero me imagino algunos municipios del Conurbano estallando y al Gobierno redireccionándolos hacia La Plata”.
“El Gobierno va a decir que a las provincias que hacen las cosas bien les va bien, y a las que votaron mal les va mal. Si el Gobierno logra vender esta ecuación, entonces vamos a ver en Argentina mucha más informalidad, economía negra y bastante más ilegalidad, y también muchas más rebeliones provinciales, no nacionales. La bronca va a existir, pero va a estar contenida geográficamente y redireccionada hacia gobiernos no nacionales”, agregó.
Vale recordar que la palabra “piquete” en los años noventa se creó en esas provincias cordilleranas. Los primeros piquetes no comenzaron en el Conurbano bonaerense, sino en estos lugares en los que hoy, por el contrario, aumenta el empleo por el crecimiento de Vaca Muerta, el cobre y el litio.
Ahora, volvamos a la Argentina del centro. ¿Por qué los argentinos frente al padecimiento que generan las políticas libertarias se vuelvan a trabajar más o a volcarse a las economías de plataformas? ¿Por qué creemos que inclusive preferían el delito o la drogadicción antes que generar un proceso de movilización que desencadene en un estallido social?
Ayer entrevisté para el diario PERFIL del próximo domingo al discípulo del genial historiador Eric Hobsbawm y probablemente el historiador vivo más importante del mundo, Donald Sasson. Dijo que el Estado de bienestar fue un triunfo del progresismo porque los conservadores tuvieron que aceptarlo también como propio y que el triunfo total llega cuando tu oponente acepta tu argumento y lo convierte en verdad compartida.
Probablemente no haya estallido también porque el progresismo aceptó que no puede haber inflación. Entiende que lo primero que hay que resolver es la inflación a cualquier costo. Además, Milei ganó la batalla de que no debe haber déficit fiscal. Hoy, hasta Cristina defiende esta idea en cada uno de sus discursos. Independientemente de cómo se lleguen a estos objetivos, la situación se percibe mejor que cómo era antes.
Un paciente de un odontólogo, probablemente, sufra más en el momento en el que está siendo atendido, que en los momentos de dolor de muela anterior. Sin embargo, se entiende que ese sufrimiento es para estar mejor en el futuro. El discurso médico, en este caso, es defendido tanto por el médico como por el paciente.
No hay estallido porque triunfó la idea de que primero no debe haber inflación sea como sea (lo mismo que el estado de bienestar en los años setenta. En ese caso, aumentando impuestos o teniendo déficit.
Además, hay ciertas ideas flotando en el aire, producto de los cambios del capitalismo contemporáneo. El filósofo coreano Byung-Chul Han habla de la sociedad del rendimiento, de cómo somos nosotros mismos los que trabajamos para nuestra propia implosión.
Han describe la sociedad de rendimiento actual, representada por bancos, oficinas, gimnasios, laboratorios genéticos y aviones, que transforman la negatividad de las instituciones disciplinarias en la positividad y el poder hacer. Los habitantes de la sociedad del rendimiento se ven a sí mismos como emprendedores de su propio destino.
Esa transición tiene un objetivo claro: maximizar la producción. A medida que se alcanza cierto nivel de productividad, la negatividad de la prohibición se termina volviendo un limitante y se sustituye por la positividad del poder hacer. Han nos dice que este cambio de paradigma nos llevó también a tener nuevos problemas y relaciona la depresión con la transición de la sociedad disciplinaria a la de rendimiento.
Es decir, frente a los problemas para llegar a fin de mes, de pagar las cuentas o el alquiler, nuestro sistema de creencias, según esta teoría, está preparándose para pensar en qué proyectos encarar, cómo optimizar nuestro tiempo para generar más dinero y lograrlo.
Si nos convencemos de que podemos con todo, los problemas económicos que tenemos son nuestra culpa por estar desaprovechando el tiempo o no viendo las oportunidades de negocios que hay a nuestro alrededor. ¿Qué tipo de consecuencias psicológicas o personales tienen estas formas de control social?
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Sobre la sociedad del cansancio, Han argumenta que se está convirtiendo en una sociedad de dopaje para mejorar el rendimiento. Plantea que esto no solo se registra en el mundo del deporte, sino que los ciudadanos se están convirtiendo en una máquina de renacimiento para funcionar sin alteraciones. Esto genera un cansancio y agotamiento extremo que destruye la comunidad y aísla a las personas. Han destaca la importancia del cansancio elocuente para reconciliar. El cansancio profundo, en contraposición al agotamiento, permite devolver el asombro del mundo.
Volviendo al historiador Sasson, él decía que el triunfo de una idea se da cuando el ponente la acepta, como la aceptación del Estado de bienestar por los conservadores de Estados Unidos y Europa. El planteo era que se aceptaba que tenía que haber salud y educación pública, sin importar cómo se iba a financiar.
Eso se revirtió en los años ochenta y hoy, a pesar de que llevamos treinta años de políticas neoliberales económicas, el propio progresismo aceptó la idea de que no tiene que haber déficit fiscal, que hay que bajar los impuestos y que no se debe gastar más de lo que se tiene.
En ese planteo se ve que más allá de que la calidad de vida de los países desarrollados empeora desde la caída del muro de Berlín, el progresismo no encuentra un discurso alternativo porque aceptó la idea del oponente, que plantea que hay que reducir el Estado de bienestar.
Por todo esto, el pronóstico de Cristina Kirchner es peligroso para el peronismo, que espera tranquilo que la gente lo vuelva a votar porque el yogur de Milei se vence. Esperar que se venza el yogur de Milei, puede hacer que lo se venza, lo que se degrade, sea la propia sociedad argentina y que cambie el tipo de elección que se va a hacer.
Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi
TV/ff
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