Martín Caparrós: la cacocracia y el síndrome de Tourette de Milei
El autor señaló que las dos posturas que sostienen el apoyo al presidente Javier Milei son el ordenamiento económico y la "mano dura", aunque advirtió: "Si el plan económico fracasa, mucha gente que va a tener que hacerse cargo de lo que creyó".
En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), Martín Caparrós criticó la violencia verbal y gestual que ejerce el presidente Javier Milei contra periodistas y políticos opositores, y cuestionó que quince millones de argentinos lo hayan votado. "Qué bueno que era cuando podíamos decir: 'Vinieron los malos y nos corrieron a palos'. Ahora no. Ahora somos nosotros los que ponemos el voto en la urna", dijo.
Martín Caparrós es escritor, periodista, escribió para el diario Noticias, de los Montoneros, donde tuvo a Rodolfo Walsh como editor. Vivió exiliado en Madrid y se licenció en Historia por la Universidad de París. En la Argentina fue parte de la fundación de Página/12 y dirigió la revista Babel. Es autor de más de 40 libros, entre novelas, crónicas y ensayos. Entre ellos la trilogía “La Voluntad*, junto a Eduardo Anguita, y “Los Living”, que fue premio Herralde de novela en 2011. Sus últimos libros publicados son “Antes que nada”, donde escribe sus memorias tras su diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica, y el ensayo “Sin Dios. ¿Para qué sirve creer en lo increíble".
Es profesor at-large de la Cornell University y profesor honorífico de la Universidad de Alcalá. Es columnista del diario El País de España y fue corresponsal en Nueva York del diario Perfil. Ha recibido premios como el Rey de España, el Konex de Platino, el Maria Moors Cabot y el Ortega Gasset. El 8 de julio recibirá el doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires. El jueves posteó en X: "De verdad, es pregunta: ¿hay algún otro país donde el presidente hable de sus conciudadanos en estos términos? Y si la respuesta es, como sospecho, que no, ¿qué le pasó o le pasa a la Argentina para dejarse conducir por un señor tan desgraciado?”
Primero, felicitaciones por el doctorado honoris causa de la universidad más importante de la Argentina. La primera pregunta tiene que ver con el presidente Milei. ¿Los agravios del presidente Milei tienen que ver con un rasgo de su personalidad, como una especie de síndrome de Tourette? Ese síndrome es definido como “vocalizaciones que pueden incluir gruñidos, carraspeos, gritos, ladridos, que pueden expresarse como coprolalia —el uso involuntario de palabras obscenas o frases inapropiadas— o la copropraxia —gestos obscenos—”. Hay libros, como los de Juan Luis González, sobre los problemas psicológicos que arrastra el presidente Milei. Pero más allá de que él pueda tener problemas, el punto central es cómo la sociedad acepta algo así.
A mí lo que me tiene realmente intrigado y sorprendido es esto que vos decís. Por supuesto que hay mucha gente que tiene problemas de conducta y que no puede contener su violencia, su crueldad y todas estas cosas. Lo que no se puede entender es que quince millones de argentinos hayan elegido a uno de esos para gobernarlos y para representarlos. La función del presidente también es representar a todos los ciudadanos de un país. Entonces, si sentimos que ese es el tipo de persona que nos representa, ¿cómo nos vemos a nosotros mismos? Suponemos que somos gente que, a la menor contrariedad, escupe, grita, pega e insulta a todo el que se le cruza.
Es muy extraña la visión que debe o debería tener la sociedad argentina de sí misma para entender, o suponer, que alguien así es nuestro representante más preciso. Eso es lo que a mí me tiene muy complicado. Una cosa, bueno, uno podría pensar que al principio no lo conocían, parecía que eran puestas en escena y que después ya se modelaría. Pero no ha pasado eso, sino todo lo contrario. Y lo curioso y lo preocupante es que lo siguen apoyando. ¿Podría decir “pese a esto”, o debería decir “gracias a esto”? ¿Su violencia verbal, gestual y en sus relaciones con el resto del mundo es un “handicap” para él, o es lo que hace que tantos argentinos lo sigan apoyando? Yo no lo sé y me preocupa.
Marcás una diferencia entre aquellos que pudieron haberlo votado en 2023, todavía conociéndolo un poco, a quienes lo vayan a votar ahora, en 2025. Me parece que la preocupación crecería más si en 2025, ya después de conocido, logra tener un resultado superior al que tuvo en 2023, que fue del 30%. El 56% es el resultado de haber sumado los votos del PRO. Ahora, si, en lugar de 30%, obtiene 40%, nuestra sociedad necesitaría un análisis del orden psicoanalítico-social.
Elizabeth Peger: Me pareció super movilizador el posteo de Martín, porque ponía negro sobre blanco algo que estábamos indirectamente pensando todos los que teníamos algún sentimiento de rechazo. Justamente tu posteo tenía la imagen del momento del discurso. Había podido expresar de alguna manera lo que nos pasaba al resto al escuchar su discurso, que nos preguntamos por qué la gente soporta y aplaude esto. Porque hay muchos sectores que aplauden. Salía de la redacción de Clarín y me subí a un auto, y nos pusimos a conversar con la persona que conducía el vehículo, que era un votante de Milei. Me dijo que no es lo que le importa a la gente y por lo que votó a Milei, en referencia a ese discurso. No siento que los argentinos tengamos una naturaleza de agresividad a ese nivel.
Sí, por supuesto. Creo que hay dos posibilidades, entre tantas, pero dos principales de pensar esta cuestión. Una sería que no importa si quiere putear de vez en cuando, porque lo importante es que ordenó un poco la economía. Entonces, si es así y si de vez en cuando le da por insultar en un discurso, no importa, porque lo que importa es que haya bajado la inflación al 2% mensual. Esa es una de las posibilidades de análisis, que nadie es perfecto. ¿Se acuerdan del final de la película “Algunos prefieren quemarse”? El tipo se iba a casar con Tony Curtis que iba disfrazado de mujer. Para no casarse al final, decía que era hombre. Y entonces el viejito que quería casarse con él/ella decía: “Bueno, nadie es perfecto”. Me enredé con el final de esa película, que me pareció muy bueno y yo acabo de contar muy mal.
Pero, en fin, uno puede decir, por un lado, que nadie es perfecto y que este es el precio que hay que pagar para que la economía se ordene un poco. No digo “mejore”, porque hay muchísima gente que tiene muy claro que su economía no ha mejorado en absoluto y que tiene muchos problemas para llegar a fin de mes, pero está más ordenada. Entonces, algunos dicen que si este es el precio que hay que pagar para que la economía mejore un poco, están dispuestos a pagarlo. Otros, de una manera más directa y brutal, dicen que se necesitaba un poco de mano dura, de poner orden y de decir las cosas claramente. Esas son las dos grandes corrientes que sostienen al Presidente. En todo caso, para mí, cualquiera de las dos es muy difícil de defender. Pero no estoy seguro de que esa violencia que muestra en estos días el poder no sea, de algún modo, un reflejo de una sociedad que en los últimos años o décadas se ha hecho más violenta. Pero no violenta en el sentido de que hay más asaltos o que hay más delitos de tal o cual forma, sino violenta en el trato cotidiano.
Como vivo fuera, voy poco a Buenos Aires y la veo con un poco de distancia. Me impresiona la dureza del trato cotidiano en muchas situaciones en las calles argentinas, que no era así hace 20 o 30 años. Nos hemos vuelto un país malhumorado y desconfiado, y en principio, un poquito violento por si acaso. Entonces, de algún modo, quizás Milei entendió algo ahí, y puede llegar a saber que le conviene poner en escena y representar él mismo, este deslizamiento de la sociedad argentina. Pero me estoy metiendo en unos análisis un poco livianos, ¿no?
No. Yo viví en Brasil en dos oportunidades. Todos los periodistas argentinos que han ido a trabajar a Brasil siempre se sorprenden de la calidad del trato, de que sean siempre sonrientes y que te tratan siempre bien. Ellos descienden de los portugueses y en Brasil hay morros, entonces la conquista se tuvo que hacer siempre en zigzag. Ellos dicen que nosotros descendemos del Cid Campeador, que comemos carne, que somos muy agresivos. Fernando Henrique Cardoso decía que todas las calles en la Argentina son rectas, mientras que en Brasil son todas con curvas
Más allá de eso —que me resulta curioso como análisis, pero no obviamente concluyente—, lo que uno sí podría decir es que estos los dos argumentos que vos planteás se utilizaron en la dictadura. Es decir, para justificar la dictadura, se decía que era necesaria la mano dura. Algunas personas estaban de acuerdo con la represión, y otras que aceptaban la represión como un efecto secundario para que se pusiera orden. Eso más o menos representa ese mismo 30% que tiene Milei: aquellos que creen que hace falta mano dura y los que lo consideran un efecto secundario de una medicina necesaria. Habrá que ver si ese veintipico por ciento que se sumó, una vez que cumpla su cometido de ordenar la economía, pase a tener necesidades de otro orden.
Estamos sacando con Miguel Rep una serie en el diario El País que se llama “Cacocracia”, y que trata de contar las historias de todos estos malos que ahora gobiernan en el mundo, habiendo sido elegidos. El epílogo de esta serie, que sale en estos próximos días, empieza diciendo algo así como: “Qué bueno era cuando daban golpes de Estado. Podíamos decir que eran ellos los que eran malos. Ahora los votamos”. Y esa es una diferencia radical, retomando la semejanza que se puede establecer entre la dictadura y este Gobierno. Qué bueno que era cuando podíamos decir: ‘Vinieron los malos y nos corrieron a palos”. Ahora no. Ahora somos nosotros los que ponemos el voto en la urna.
Hacer política a las puteadas: ¿que harán los periodistas calificados de "mierda" por Javier Milei?
Claudio Mardones: Mientras la vida cotidiana se va poniendo cada vez más áspera, la derecha fue articulando nuevas formas. Es una derecha autoritaria con consenso social que logra ganar en las elecciones. ¿No te parece que, en ese contexto, y con la sobreventa de un ajuste, tratando de multiplicar un discurso cada vez más cruel y sectario, quizás el mayor enemigo de Javier Milei puede ser la desilusión de su propio electorado? ¿Qué ves vos si sobreviene la desilusión?
Realmente no lo sé, porque te confieso que yo imaginé que la desilusión, a esta altura, ya habría llegado, y no es así. Yo creo que muchos pensamos que, a esta altura, esa desilusión estaría mucho más presente que lo que está. Da la sensación de que este tipo de medidas que ha tomado Milei, se han tomado tres o cuatro veces en las últimas décadas en la Argentina, y siempre terminaron en desastre. Siempre terminaron en corridas, en corralitos, en hiperinflaciones y en historias por el estilo.
Sí este es el caso una vez, lamentablemente, obviamente nadie va a tener piedad para un señor que no para de jactarse de lo maravilloso que es y de tener el mejor gobierno de la historia. Creo que el contraataque será cruel y brutal. Aunque ojalá consistiera simplemente en el desprecio pero es probable que no. Porque si el plan económico fracasa, mucha gente que va a tener que hacerse cargo de que lo creyó. Y es muy difícil hacerse cargo de que uno creyó algo y echarse la culpa a sí mismo por eso. Es mucho más fácil, este, ponerse muy violento contra aquel que te convenció, como para descargarse un poco de las culpas posibles.
Vas a la Argentina la semana próxima a recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires. ¿Es la primera vez que venís desde que Milei es presidente?
Sí, la primera vez.
¿Sentís ganas de venir?
No tenía tantas por una combinación de dos factores. Uno es que me muevo en silla de ruedas, y Buenos Aires es una ciudad muy difícil para quienes andamos en silla de ruedas. Está muy poco adaptada y hay muy pocos transportes que yo pueda tomar. No va a ser fácil. La última vez que estuve fue hace un poco más de dos años y fue para la Feria del Libro de 2023. Me costó bastante moverme por la ciudad, y no me dieron muchas ganas de volver. En el medio, apareció la elección de Milei y todo el desarrollo de su gobierno, y me quitó aún más las pocas ganas que tenía. Esta vez voy porque realmente hubo un grupo de amigos que se empeñó, no solo en convencerme, sino en organizar todo para que mi viaje fuera lo más agradable posible. Ante esa muestra de cariño, no tenía ganas de decir que no. Pero fue por eso, básicamente.
Vos siempre fuiste prolífico, pero desde que recibiste el diagnóstico de ELA, parece que estás escribiendo y publicando con más ahínco. ¿Qué rol ocupa hoy la escritura en este momento tan especial de tu vida?
Quizás el mismo que siempre, pero duplicado. Yo suelo creer que, en los últimos 30 o 40 años, he tenido dos medias vidas. Una consistía en viajar, repostear y hacer periodismo, crónicas y todo ese tipo de cosas. O ir a encuentros, presentaciones y charlas en distintos lugares del mundo. Y la otra media vida consistía en estar aquí, sentado, delante de mi pantalla, escribiendo. Ahora, la primera media vida se me ha hecho muy difícil, y se ha reducido mucho. Entonces, la que me queda es la segunda: la de estar aquí sentado, escribiendo. Con lo cual, se multiplicó bastante el tiempo de trabajo, de escribir. Y escribiendo es como me siento más cerca de mí mismo. Quiero decir, sigo siendo uno más parecido a aquel que fui. Y por eso, bueno, me paso muchas horas todos los días aquí sentado.
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