Nuevos paradigmas

Inteligencia artificial vs. democracia

El cambio de paradigma representa un abanico de riesgos y nuevas posibilidades.

Gente votando en Escobar Foto: Sergio Piemonte

Pocos ámbitos de la vida humana permanecerán intocados al nuevo paradigma que representa el arribo y expansión de la inteligencia artificial (IA). No estamos frente a un cambio de tecnologías, como aquel que ocurrió con la invención de la imprenta o la de los teléfonos inteligentes. Llegamos a un momento de cambio sin precedentes, pues es la primera vez que las máquinas pueden tomar decisiones y crear ideas nuevas.

Cabe distinguir a la IA de otros recursos computacionales. Lo que la caracteriza es que sus algoritmos son capaces de llevar a cabo funciones cognitivas y perceptuales. Aprende cada vez que se ejecuta el modelo.

El cambio tecnológico ha ido más de prisa que nuestra capacidad de asimilarlo. Mientras las agencias internacionales discuten las implicaciones jurídicas y éticas de su utilización, las IA ya están implantadas en los mercados financieros y las operaciones logísticas.

En el caso de los impactos sobre la democracia, el debate está menos avanzado. El Consejo de Europa es pionero en una discusión que vale la pena seguir de cerca, toda vez las IA pusieron en la arena de discusión principios fundacionales de larga data en el viejo continente.

En el caso de los impactos sobre la democracia, el debate está menos avanzado 

En las Américas, las agencias regionales no han empezado siquiera una discusión profunda. El dato es preocupante porque la fortaleza de las instituciones electorales en la región podría ser insuficiente, a la luz del evidente uso de IA en comicios latinoamericanos recientes.

En el plano electoral, la discusión se ha centrado sobre todo en los riesgos sobre la autenticidad del sufragio. Las IA abren la puerta para que las candidaturas envíen mensajes diferenciados a cada uno de los ciudadanos (microtargeting), sin la necesidad de segmentar mensajes, ni mucho menos de garantizar que éstos guarden congruencia entre sí.

Hay también preocupaciones por la posibilidad de que se manipulen imágenes o videos, haciendo creer al electorado que los antagonistas de una campaña tuvieron conductas ilegales o inapropiadas. La IA es un terreno propicio para el anonimato de quienes quieran distorsionar la información, así como para la dispersión de responsabilidades.

 La inteligencia artificial puede ofrecer a las autoridades electorales nuevas posibilidades para optimizar su función

Por el lado positivo, la inteligencia artificial puede ofrecer a las autoridades electorales nuevas posibilidades para optimizar su función.

Pensemos el caso de la geografía electoral. Algunos países ocupan sofisticados modelos matemáticos para lograr que sus distritos tengan magnitudes de población similares. El uso de IA puede hacer más eficientes los métodos de clasificación y optimización que actualmente son utilizados. Pueden incorporarse más variables para la generación de escenarios, sobre todo, las relacionadas con la logística electoral, o con la integridad de las comunidades indígenas y pueblos originarios. Al ser un proceso automático, el proceso queda salvaguardado de dudas sobre la neutralidad del decisor.

Lo mismo ocurre con la ubicación de centros de votación. Si bien históricamente han sido ubicados en lugares cercanos a los domicilios de las y los sufragantes, el uso de IA podría localizar nuevos espacios que hagan más accesible el voto. De hecho, en un futuro cercano, puede pensarse innecesario que cada persona esté asignada unívocamente a su lugar de votación, posibilitando que las personas sufraguen donde les convenga.

Hay, por supuesto, interesantes ventanas de oportunidad para el uso de la IA en la detección de noticias falsas, el monitoreo de fuentes noticiosas y la fiscalización de recursos erogados por partidos y candidaturas.

El cambio de paradigma representa un abanico de riesgos y nuevas posibilidades. Esta generación tiene la responsabilidad de guiar el cambio con oportunidad, creatividad y dirección estratégica. Ojalá que la velocidad del cambio tecnológico no supere nuestra capacidad para generar consensos.