Sobre la dictadura de las formas y el vacío repúblicano

La dictadura de las formas tuvo su epicentro discursivo en los gobiernos de CFK. Impuso sus formas justamente, fue brutal con todas las formas críticas de oposición, política y social, impuso modos, relatos, una doctrina de género, y hasta un nacionalismo e institucionalismo vacío de liberalismo y republicanismo que bien entendemos entonces como la muestra cabal de populismo contemporáneo en nuestro país.

Postales del paso del presidente Javier Milei y sus ministros por la Sociedad Rural Argentina. Foto: Pablo Cuarterolo

Milei en su discurso en la Fundación Faro dice haber pasado a una nueva etapa en su narrativa de campaña permanente y batalla cultural. Pero, al hablar de la dictadura de las formas y el vacío republicano o la emergencia del progresismo populista no hay cambio ni distancia real, tienen mucha similitud y cercanía histórica.

Es claro lo último, no tanto lo primero. Pero no por si lo realizará o no, y hasta qué punto se puede validar tal afirmación, sino simplemente dejar en claro que la dictadura de las formas ya la vivimos durante todo el kirchnerismo y su versión del progresismo aplicado.

La dictadura de las formas tuvo su epicentro discursivo en los gobiernos de CFK. Impuso sus formas justamente, fue brutal con todas las formas críticas de oposición, política y social, impuso modos, relatos, una doctrina de género, y hasta un nacionalismo e institucionalismo vacío de liberalismo y republicanismo que bien entendemos entonces como la muestra cabal de populismo contemporáneo en nuestro país.

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Es decir, fue una dictadura de las formas aplicadas desde arriba hacia abajo y sin contenido ni consenso real en tanto no surgían de demandas sociales sino de los mismos grupos de interés que retroalimentaron la opinión pública -y apostaban bajo el lema vamos por todo- al control de la agenda política, la calle y los movimientos sociales.

De hecho, aplicamos a esa época de la dictadura de las formas seudo progresistas el neologismo de: Cri-stalinismo.

Pero esto no le quita responsabilidad a Milei respecto de sus formas, y como liberal, si tiene o no que mantener ciertas pautas además de las que se deben esperar de un primer mandatario, sino más bien que no tendremos nada nuevo bajo el sol si el debate sigue manteniendo el mismo eje que se construyó y creció desde inicios de los años 2000.

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Por esto, sí resulta clave que se cambie a un discurso de fondo en donde las formas, pautas y hábitos permitan la tolerancia y la transparencia, esencialmente una narrativa de lenguaje adecuado y claro, dado que la ciudadanía tiene derecho a entender sobre los asuntos públicos, más cuando las decisiones de los gobernantes pueden poner en riesgo su individualidad, patrimonio y planificación del presente y futuro.

Finalmente, quisiéramos o deseamos menos dictadura y más republicanismo en donde el debate de las ideas obviamente dará lugar a rispidez, disensos e incluso conflictos institucionales, pero para eso la dirigencia política justamente fue elegida: representantes de las preferencias y las diferencias identitarias para administrar los disensos y no exacerbar los conflictos para ponerles un límite y decidir como última instancia social y de civilidad.

(*) El autor es Analista de Asuntos Públicos