En el corazón de la selva misionera, una tierra de relatos y leyendas, nació hace 90 años Ramón Ayala. Hoy, este hito del folclore vive reside en el barrio porteño de San Cristóbal y se siente mejor que nunca. Entre mates y chipá, cuenta que el momento más importante es el instante en el que vive; algo que hace que no sólo ensaye, componga y cante sino que además escriba y pinte. El artista se presenta este viernes en Capital Federal para conmemorar sus nueve décadas de vida y su trayectoria en el género musical.
El creador del gualambao, un ritmo propio de su provincia natal, y compositor de temas como “El cosechero”, “El mensú" y “El cachapecero” que luego hicieron populares muchos de sus colegas, incluida la recordada Mercedes Sosa, supo reflejar con sus letras cómo era la vida del trabajador misionero en las largas jornadas de cosecha de yerba mate. En una entrevista con Perfil.com cuenta cómo se siente en este momento de su vida.
—¿Se siente una leyenda del folclore?
— Me han preguntado si me siento una leyenda de la música argentina, me ha halagado demasiado, porque me pareció muy grande el título que me han puesto pero yo lo acepto viniendo del pueblo, porque ellos son los que tienen la voz más grande. ¿Por qué Gardel es Gardel?, porque el pueblo lo ha elegido. No fue señalado por nadie. ¿Por qué Vincent Van Gogh fue ese pintor maldito que andaba por detrás del color y de la vida?, la que perdió al final en una plantación de girasoles, queriendo pintar el sol de la eternidad. Únicamente el artista que está capacitado por el vuelo interior y la locura exterior que le da tanto paisaje y tantos acontecimientos que no puede abarcar de golpe todo y se precipita al abismo del color, de la imagen, para sentirse vivo. Un artista que no ejerce su arte está medio muerto, en cambio el que está vivo es el que atrapa la vida a cada instante. Pienso que el mayor acontecimiento que contribuye a la felicidad de un ser humano está en sentirse a gusto consigo mismo. No estamos por casualidad en la vida, sino por causalidad.
—¿De dónde brota la poesía con la que habla?
—Es producto de la reflexión. Dicen los sabios que todo está dentro del hombre: Dios, el diablo, la risa, el llanto, la vida, la muerte, el canto.
—¿Cuánta influencia tuvo la naturaleza en su obra musical y en sus pinturas?
—La naturaleza es una fuente de acontecimientos y el asombro es parte de la vida. Aquel que no tiene asombro en los ojos, no tiene asombro en la vida. Por la vida podemos aprender a apreciar cuánto vale el oro, un cuadro o una belleza.
—¿Qué dejan sus canciones a quien las escucha por primera vez?
—Una enseñanza. Todas mis canciones tienen cierto clima pedagógico. No hay que cantar únicamente para divertir o para ponerle de fondo a una charla como ocurre en muchas peñas o asados, que ni se dan cuenta lo que están escuchando. El ser humano suele ser un poquito declinador de los acontecimientos fundamentales de la sociedad.
—¿Qué siente como autor de grandes temas que interpretaron otros artistas como Mercedes Sosa?
—Un agradecimiento. Creo que he logrado espantar a la vanidad porque cuanto más avanzas en la vida, más te das cuenta que todo es vano y que si no aprovechas la maravilla de un espectáculo, un amigo o una canción, te estás perdiendo parte de tu vida.
—El fotógrafo Marcos López hizo en 2013 una película basada en su vida ¿el film lo muestra en cuerpo y alma?
—Cuando siento que alguien me dice ‘qué linda esa película’, yo le cuento que en ese momento estaba en mi atelier cerca del viejo almacén y me llama un señor llamado Marcos López. Me dijo ‘se ve que usted no me conoce’, pero se va a acordar de mi toda su vida. Y yo pensé, o me quiere matar o va a atentar contra mi vida. Ahí me dijo que quería hacer una película conmigo y yo le dije aquí estoy, a su disposición.
—Ya sea con la película, sus pinturas o sus canciones se puede decir que Ramón Ayala es un hombre que ha trascendido en la vida ¿lo vive así?
—Pienso que todo lo que uno hace es significativo en la medida de que sea bueno, fundamental y de que haga bien a la gente, que la apoye.
—Con 90 años, ¿cuál es el acontecimiento más importante de su vida?
—Este momento. Este acontecimiento de estar aquí es hermoso.
— ¿Le gusta el folclore actual?
—Cuando el artista se separa mucho de la raíz, se convierte o en un extranjero o en un inventor insólito que ni él sabe lo que está haciendo. Hay que respetar la tierra que lo ha parido y le ha dado la oportunidad de haber nacido en esta maravilla de Argentina.
Además hace una referencia a su voz: “Ni cuando tenía 20 años cantaba así como ahora, y esto es producto del tesón y el estado de conciencia, poner el talento en la conciencia y en el estudio, eso es”.
Crear un ritmo que representa un lugar. “Entre Ríos tiene la chamarrita, Corrientes el chamamé, Santiago del Estero la chacarera, Salta la baguala y la zamba y cuyo con las tonadas... entonces ¿Misiones que tiene?, una bandada de ritmos que se meten por la frontera sin pagar aduanas y que avanzan. Yo noté que por la frontera de Brasil entraban ritmos que son agradables y por parte de Paraguay entraba la galopa y por otros lados entraban una cantidad de ritmos que son nuestros pero no son nuestros. Yo digo ‘¿y por qué nosotros somos el último orejón del tarro?’, si tenemos talento y estamos vivos, vamos a crear para Misiones un ritmo, vamos a tomar estos ritmos que entran y hacer una síntesis y de ahí que salga lo que Dios quiera”, explica Ayala para contar cómo nació el denominado“gualambao” y para demostrar que aún conserva en su ADN la tierra colorada que lo vio nacer.
Sobrino rockero. En las antípodas de lo que se puede imaginar, Ayala es tío de Guillermo Cidade, más conocido como 'Walas', líder de la banda de rock Massacre."Me parece bien lo que hace, cada uno es dueño de empantanarse como quiere", responde cuando se le pregunta por su familiar.
Ramón Ayala se presentará acompañado por su guitarrista (también misionero) Ivan Elizaincin, el viernes 28 en el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF), Sánchez de Bustamante 772. Entradas disponibles en www.caff.com.ar