A las empresas de Silicon Valley no les gusta que otros tengan influencia en sus operaciones. Las quejas sobre ofertas públicas iniciales sirven de ejemplo más reciente. Si bien la OPI de mayor perfil del año en el rubro tecnológico, la de Uber, hasta ahora ha sido decepcionante, otras firmas estadounidenses del sector cotizan muy por encima de su valor inicial. Algunos en Silicon Valley dicen que eso significa que los banqueros a cargos de las OPI se equivocaron al fijar el precio y empresas que aún no salen a bolsa intuyen que es mejor optar por cotizaciones directas. Slack se decantó por esa opción el jueves, lo que se traduce en que sus dueños vendieron parte de sus acciones en lugar de crear nuevas a través de intermediarios de OPI. Si puedes sacar a los intermediarios y aún así lograr lo que te propones, ¿por qué no hacerlo?
Es un tema que va más allá de las salidas a bolsa: las grandes compañías de Silicon Valley parecen querer operar plataformas monopólicas inmunes a la resistencia de gobiernos, trabajadores, accionistas o usuarios.
Facebook, YouTube y Twitter crearon plataformas abiertas y exprimieron ese modelo de negocios lo máximo posible, aunque ahora al cierre de la década todas enfrentan duros cuestionamientos como quién debería tener permitido participar, qué contenidos debieran estar o no estar, qué tipo de sesgo oculto pueden tener los algoritmos y quién debería tener acceso a los datos de los usuarios. Podrían terminar siendo reguladas de la misma forma que las editoriales o en virtud de algún otro enfoque.
Esta generación de compañías tecnológicas también ha buscado cambiar la relación entre empleador y empleado. Mientras los sindicatos del sector privado han estado en declive por décadas, algunas de estas empresas han llevado el empleo "a voluntad" un paso más allá mediante contratistas al tiempo que Uber y Lyft luchan por clasificar a sus conductores. Google tiene más trabajadores temporales y con contrato definido que empleados de tiempo completo con contrato indefinido.
Como estas plataformas en gran medida no son objeto de regulación en EE.UU., las decisiones sobre sus operaciones quedan en manos de la gerencia, que en definitiva rinde cuentas a los accionistas. No obstante, los ejecutivos de Silicon Valley suelen aislarse de la presión de los inversionistas. Muchas compañías han creado acciones que brindan derechos a voto adicionales a fundadores y primeros inversionistas, lo que significa que a menudo no hay recursos para los accionistas descontentos con la gestión de las empresas.
Debido al enorme control que Mark Zuckerberg ostenta en materia de votación, puede operar Facebook como si fuera su propio feudo personal.
Más allá de las acciones son "superpoderes" de voto, Silicon Valley ha buscado cambiar la manera en que funcionan los mercados públicos, quitando importancia al papel que desempeñan los inversionistas activos a través de plataformas de inversión automatizada como Wealthfront y Betterment. También aspiran a crear una "bolsa de valores a largo plazo" que, entre otras cosas, daría más derechos a voto a los accionistas a largo plazo, replicando las estrategias adoptadas por Zuckerberg y otros.
Este estilo tipo Viejo Oeste no puede y no debería durar para siempre.
Una mayor participación del gobierno podría propiciar que Silicon Valley respete y recompense a los accionistas y si bien Silicon Valley se queja de que los accionistas tienen foco en el corto plazo, las valuaciones elevadas de Amazon, Tesla y muchas compañías de gran crecimiento y de tipo software como servicio sugieren lo contrario.
La regulación puede incrementar la confianza en las plataformas, generando más uso de los consumidores y quizás mayores niveles de anuncios.
Pasar de trabajadores con contrato definido a empleados o incluso trabajadores sindicalizados puede conducir a una fuerza de trabajo más dedicada y estable, algo particularmente importante a medida que se aprietan las clavijas en el mercado laboral estadounidense.
Incluso en el caso de los suscriptores de OPI, Silicon Valley es rápido en desmerecer su valor. Los suscriptores pueden ser más capaces que las cotizaciones directas de colocar acciones en manos de compradores que van a ser fieles en tiempos difíciles y en el caso de compañías que crecen despilfarrando dinero y deben recaudar capital más adelante, mantener esas relaciones con banqueros y accionistas puede facilitar futuras ofertas secundarias. Un Silicon Valley en proceso de maduración no debería desmerecer a los intermediarios tan rápidamente. No son tan malos.
* Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.