El Banco Central de Argentina se convirtió en una especie de prestatario de último recurso. Es el único lugar donde los bancos pueden dejar su dinero de manera segura y rentable a medida que el crédito disminuye en una economía en crisis.
El último plan de rescate del presidente Mauricio Macri, respaldado por una línea de crédito histórica de US$56.000 millones del Fondo Monetario Internacional, involucró aumentar aún más las tasas de interés más altas del mundo, que ahora se encuentran cerca del 70 por ciento. El objetivo es sacar efectivo de circulación, frenar la inflación y apuntalar una moneda que ha perdido la mitad de su valor este año.
Los encargados de formular las políticas quieren que los argentinos mantengan pesos no dólares, y que guarden esos pesos en depósitos bancarios. Eso está empezando a suceder. La moneda se estabilizó en el primer mes del plan del FMI y los depósitos a plazo aumentaron.
Pero después de dos décadas de volatilidad, atraer a los argentinos de regreso a la moneda local no es barato. Los bancos tienen que pagar más del 50 por ciento por esos depósitos a plazo. Para obtener ganancias, tienen que prestar a tasas aún más altas, y es difícil encontrar prestatarios solventes en una recesión.
“Sin riesgo”
Ahí es donde interviene el banco central. Los requerimientos de reservas para los depósitos a plazo son altos, del 25 por ciento. Pero el presidente del banco central, Guido Sandleris, está permitiendo que los bancos mantengan parte de esas reservas en letras a siete días conocidas como Leliqs, en lugar de efectivo.
Las Leliqs están libres de riesgos y actualmente pagan más del 68 por ciento. El banco central ha garantizado que la tasa no caerá por debajo del 60 por ciento antes de diciembre.
Eso da a los bancos un margen respetable. No registrarán grandes rendimientos sobre el capital dada la tasa de inflación del 40 por ciento, pero, aun así, es una protección contra otras presiones, desde los costos de financiación más altos hasta el desplome de los ingresos por comisiones y un aumento probable de los préstamos incobrables, señala Valeria Azconegui, analista de Moody´s Investors Service.
Esperando un auge
Sin embargo, la realidad está lejos de ser lo que era hace un año, cuando los bancos celebraban lo que parecía ser el fin de una larga sequía crediticia.
Durante más de una década después del incumplimiento de 2001, Argentina fue excluida de las finanzas globales y gobernada por populistas de izquierda que impusieron controles de capital. Pero a fines del 2015 fue elegido Macri, con políticas amigables al mercado, y para el 2017 la economía cobraba fuerza.
Los cuatro bancos que cotizan en bolsa de Argentina recaudaron un total de US$2.000 millones en ventas de acciones internacionales el año pasado, para ayudar a satisfacer un esperado aumento de la demanda de préstamos. Empapelaron Buenos Aires con anuncios de sus hipotecas.
Los analistas de Wall Street, desde Morgan Stanley a Itaú, dijeron que los bancos era la mejor manera de apostar a un regreso al mercado argentino. Hasta fines del 2017, tenían razón. Este año las cosas han sido diferentes. Las acciones bancarias han perdido todas las ganancias y más.
El sistema financiero no está en peligro inmediato, en parte gracias a las medidas de seguridad implementadas después de la crisis de 2001, que llevaron a una traumática conversión forzada de los ahorros en dólares a pesos. Desde entonces, los reguladores impusieron requerimientos más estrictos a los préstamos en dólares y los desajustes de divisas se encuentran ahora en un mínimo de 10 años.
Los ratios de préstamos incumplidos aumentaron pero se mantienen en niveles manejables de un 3,5 por ciento para préstamos para hogares y un 1,3 por ciento para las empresas en agosto. Itaú dice que es probable que sigan aumentando y predice un índice de morosidad máximo de 4,5 por ciento para Grupo Financiero Galicia SA, el mayor banco que cotiza en bolsa, en el primer trimestre de 2019.
Para entonces, si todo marcha según lo previsto, el banco central puede reducir las tasas de las Leliq y colocar más pesos en circulación a medida que se recupera la confianza. Pero hay muchos riesgos para el programa del FMI, incluido uno político: Macri se presentará a la reelección en octubre de 2019.
Y si bien los bancos pueden esperar, no se sabe cuánto tiempo lo pueden hacer sus clientes de la economía real.