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Análisis

Deja vu tras salida de Trump de pacto nuclear: L. Bershidsky

La decisión del presidente de Estados Unidos de retirarse del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio con Rusia tiene claras ventajas tanto para ambos países.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. | AFP

La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirarse del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) con Rusia tiene claras ventajas tanto para Trump como para su homólogo ruso, Vladimir Putin. Es, sin embargo, un problema para los países en el medio, y para lo que queda de un orden mundial basado en un tratado.

El profesor de la Universidad de Columbia Stephen Sestanovich, quien se desempeñó como director senior para el desarrollo de políticas en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos entre 1984 y 1987 (año en que se firmó el INF), describe el pacto como "el mejor acuerdo de control de armas unilateral que alguna vez haya firmado un presidente de EE.UU.".

Se eliminaron 1.752 misiles soviéticos, incluidos todos los temidos SS-20 dirigidos a los aliados europeos de EE.UU., junto con 859 misiles estadounidenses menos poderosos desplegados en Europa para contrarrestar la amenaza.

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Cuando el presidente soviético Mikhail Gorbachov inesperadamente accedió al trato, que sus antecesores habían rechazado enérgicamente, la economía soviética vacilaba y Gorbachov estaba resuelto a terminar la carrera armamentista con EE.UU. Pero el acuerdo en realidad no era tan unilateral: el liderazgo soviético se veía amenazado por los misiles Pershing II que EE.UU. había desplegado en Alemania, que eran mucho más precisos que los SS-20. Quien quiera recordar la atmósfera de pánico creada en el bloque soviético por los despliegues debe ver la excelente serie de televisión Deutschland 83.

Al mismo tiempo, el sentimiento antiestadounidense aumentó en Europa, y particularmente en Alemania, donde cientos de miles de personas, lideradas por el respetado excanciller Willy Brandt, protestaron contra los Pershing. Movimientos de protesta también surgieron en otros lugares de Europa, donde EE.UU. desplegaba misiles crucero, también en respuesta a los SS-20.

“Fue un debate sobre armas nucleares y no solo sobre cuántos cruceros y Pershing desplegar. Los gobiernos empezaron a tambalear", recordó el alto funcionario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte Jamie Shea, en una conferencia de 2016. En 1983, el canciller alemán Helmut Schmidt, un socialdemócrata, perdió el poder después de que se desmoronara la coalición de su partido con el Partido Democrático Libre pro empresa: el Partido Democrático Libre no quería quedarse en una alianza con un partido cuya izquierda se oponía firmemente a EE.UU. y a los Pershing.

Cuando firmó el tratado, Gorbachov se estaba haciendo cargo de los temores soviéticos de un ataque de Occidente a Moscú, donde el Pershing II podía llegar en unos 10 minutos; Reagan se estaba deshaciendo de la amenaza del SS-20 y tratando de aplacar la inquietud de los aliados europeos por ser objetivos.

Sin embargo, el tiempo no se detuvo a mediados de la década de 1980. Después de la destrucción de los misiles cubiertos por el tratado, Rusia comenzó a mostrar inquietud por las nuevas capacidades de EE.UU., incluidos los drones, que no eran un problema en 1987, y a expresar preocupación de que las instalaciones antimisiles en Europa del Este podrían usarse con fines ofensivos. EE.UU., por su parte, acusó a Rusia de probar y finalmente desplegar misiles que violaban el tratado INF. Al mismo tiempo, China, que no estaba sometida al acuerdo de Reagan-Gorbachov, tenía la libertad de desplegar misiles de corto y mediano alcance, creando una potencial amenaza para los aliados de EE.UU. en Asia que EE.UU. no tenía libertad para contrarrestar. Rusia también se ha quejado de que China no está sometida a las restricciones del tratado.

En estas circunstancias, la retirada de Trump del tratado le permite decir que está haciendo lo mejor para EE.UU. y sus aliados y contrarrestar enérgicamente el engaño ruso. Es políticamente útil para Trump ser duro con Rusia, y si romper el tratado INF lleva a una nueva carrera armamentista, Rusia es el claro perdedor. En el contexto de un empeoramiento de las relaciones con China, es natural que Trump busque más influencia.

Por otro lado, Putin también se beneficia. Como señaló Sestanovich, EE.UU. era “libre en virtud del tratado para avanzar con un programa robusto de nuevos despliegues, al mismo tiempo que genera un flujo constante de acusaciones públicas sobre la duplicidad rusa". Ahora Trump ha renunciado a esta posición conveniente, dando crédito a la visión rusa de que en el mundo de hoy, todas las reglas se perdieron y todos deben valerse por sí mismos.

Rusia ya no necesita ocultar su trabajo con misiles de corto alcance o su despliegue, y puede describirlo como una respuesta a la falta de respeto de EE.UU. por los marcos internacionales fundamentales.

En términos de política interna, Trump probablemente se beneficiará más que Putin. Su decisión de deshacerse de las restricciones quizás obsoletas del tratado INF es más fácil de explicar a los votantes que los argumentos de los expertos en control de armas de que debería haber aplicado más diplomacia y utilizado la autoridad moral que le daba el tratado. Putin, por su parte, parece enfrentarse a menores ganancias al confrontar a Occidente, ya que los rusos quieren mejores perspectivas económicas en lugar de más "grandeza" en la escena global.

Los verdaderos perdedores aquí son los países que quedarán atrapados en el medio. El gobierno británico anunció, tal vez de manera no sorpresiva tras el reciente envenenamiento en Salisbury, que apoyaba a Trump; pero al gobierno alemán no le gusta la idea de una repetición de las manifestaciones masivas que sacudieron al país cuando se desplegaron los Pershing II. Su declaración expresa pesar por la decisión de EE.UU. de abandonar “un elemento importante de control de armas que sirve especialmente a los intereses europeos".

Si se les pide a los miembros europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte que desplieguen armas estadounidenses dirigidas a Rusia, esto podría causar nuevas rupturas dentro de la alianza, impulsando a los europeos a trabajar en un sistema de seguridad que sea menos dependiente de EE.UU. Asimismo, en Asia, los aliados de EE.UU. pueden preguntarse acerca de la conveniencia de desafiar a China, que, al igual que Rusia, ha condenado la decisión de Trump de retirarse del tratado INF.

A juzgar por los comentarios de Trump el sábado, cuando anunció su intención de retirarse del tratado, quiere inducir a Rusia y China a estar de acuerdo en que "ninguno de nosotros desarrolle esas armas". Pero si ese es el objetivo final, EE.UU. podría haber presionado más activamente para que el tratado sea multilateral y negociar disposiciones adicionales que cubran programas de armas específicos chinos, ruso e, inevitablemente, también estadounidenses.

Como están las cosas, los países atrapados en el medio ven otra razón para considerar a Trump tan impredecible como Putin. Probablemente hubieran apreciado un pensamiento más tranquilo y habilidades diplomáticas de Washington, solo para variar.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.