La guerra comercial entre Estados Unidos y China está por complicarse aún más. Después de un largo verano de análisis de riesgos y medidas de advertencia, los más radicales en el equipo del presidente Donald Trump han ganado preeminencia y están por lanzar su ofensiva.
Las conversaciones en Washington entre las dos principales economías del mundo resultaron en escasos avances la semana pasada en dirección a un alto al fuego. En su lugar, en el horizonte aparecen las inminentes tarifas que Trump ha amenazado con imponer a importaciones chinas por US$200.000 millones, y las represalias prometidas por Pekín.
“Vamos a enfrentar una intensificación de la guerra comercial en los próximos meses”, afirma David Dollar de Brookings Institution, quien fue el principal ejecutivo del Departamento del Tesoro para China durante el gobierno de Barack Obama.
Incluso antes del quiebre de las últimas negociaciones, las señales no eran muy difíciles de descifrar. A inicios de este año, el presidente estadounidense desautorizó públicamente a Steven Mnuchin y deshizo un acuerdo que el secretario del Tesoro había sellado con Liu He, su homólogo chino.
Los radicales ganaron
La semana pasada, mientras ambas partes negociaban, Estados Unidos impuso nuevos aranceles a importaciones chinas por US$16.000 millones. La represalia de Pekín hará que la canasta comercial afectada por la disputa alcance los US$100.000 millones, y aumente aún más.
Si bien los comentarios de Trump sobre política comercial se han enfocado en los últimos días en asegurar un acuerdo para el TLCAN con México, el mandatario también celebró las nuevas restricciones a la inversión de China.
“No se ha puesto la suficiente atención en China, desde hace mucho tiempo”, dijo el presidente a políticos reunidos en la Casa Blanca el jueves para la firma de la ley que dará aún más poderes al Comité de Inversión Extranjera, que puede bloquear la adquisición de empresas locales de parte de firmas extranjeras por razones de seguridad.
El viernes, funcionarios de Trump se reunieron en Washington con homólogos de Europa y Japón, para debatir cómo empujar un cambio de dirección de China.
Todo esto suma un escenario que los analistas ven como un triunfo del ala radical del equipo de Trump, en el debate sobre cómo hacer frente al principal rival estratégico de Estados Unidos desde el fin de la Guerra Fría.
Cambios a largo plazo
Scott Kennedy, un experto en China en el Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos en Washington, afirma que la victoria del ala radical se refleja en la evolución que han tenido las demandas del gobierno en las últimas semanas. Ahora, el gobierno de Trump está demandando de China cambios estructurales de largo plazo, como el término de los subsidios industriales y el robo de propiedad intelectual. Las demandas son las que han impulsado los radicales, entre ellos Robert Lighthizer, el secretario de Comercio de Estados Unidos, y el consejero comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro.