Durante el fin de semana, el New York Times informó sobre varias alzas de precios del sanitizante para manos Purell y otros desinfectantes provenientes de tiendas locales para venderlos a márgenes elevados en internet. La nota fue publicada como un artículo de interés para las personas, que refleja la manera en que las enérgicas medidas contra la especulación habían dejado a estos empresarios potenciales con un exceso de oferta y ningún lugar para vender. Sin embargo, la reacción pública contra ellos fue rápida y mordaz, y al menos uno ya fue incautado por un fiscal general del estado.
Tal como señaló Bloomberg Businessweek recientemente, es difícil detectar precios desorbitados para servicios esenciales, y mucho menos comprobarlos, a menos, por supuesto, que alguien se jacte de ello en un periódico importante. Pero aun así, vale la pena tratar de entender por qué consideramos que la práctica es tan objetable.
Uno podría pensar que los altos precios del desinfectante en medio de una epidemia simplemente representan al mercado en funcionamiento, una forma de llevar productos escasos a las personas que más los valoran.
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Estoy seguro de que eso es lo que se dicen los especuladores de precios. Y esa historia es correcta para algunos mercados.
Pero esa no es la manera correcta de pensar sobre desinfectantes en este momento en particular. He aquí la razón: la disposición a pagar por algo no es solo una medida de valor, sino que también depende de su riqueza. Todo el mundo necesita desinfectante en este momento. Entonces, si puede pagar US$87 por una botella de Purell en lugar de los US$2 usuales, probablemente no significa que esté más preocupado por el riesgo de infección que su vecino; simplemente significa que cuenta con mayores ingresos disponibles.
Por lo tanto, comprar desinfectante a bajo precio y venderlo a precios elevados transfiere efectivamente los suministros de desinfectante de las personas de bajos ingresos a las más acomodadas. Según el artículo del Times, esto es especialmente cierto cuando arrasan las estanterías de las tiendas en vecindarios de bajos ingresos, como Dollar General, y venden en una plataforma como Amazon que es desproporcionadamente accesible para quienes gozan de mejores remuneraciones.
Al exponerla de esta manera, la práctica suena bastante injusta. Además, es deficiente desde una perspectiva social: las personas más pobres estarán entre las más afectadas por la pandemia actual porque su atención médica y vivienda tienden a ser menos seguras que las de los estadounidenses más pudientes. Y es posible que tengan que salir, incluso cuando prefieran quedarse en casa, para mantener sus trabajos, tal vez, o comprar alimentos, en lugar de recibirlos en la puerta de su casa. Esto implica que necesitarán desinfectante para protegerse a sí mismos y a los demás. Por el contrario, aquellos con más recursos también tienden a tener trabajos que se pueden realizar desde casa, al menos temporalmente, por no mencionar una mejor salud de referencia. Estarán mucho mejor preparados para mantenerse en cuarentena si fuera necesario.
Además, los trabajadores de bajos ingresos mantienen la infraestructura troncal en industrias con alto riesgo de exposición y uso masivo por parte del público, incluidos el transporte público, supermercados, bancos y servicios de atención médica. Por lo tanto, incluso si está pensando principalmente en usted, también deseará que esos trabajadores se mantengan saludables.
Pero ellos no tendrán acceso al desinfectante si el precio sube a un nivel lo suficientemente alto como para igualar la demanda inmediata con la oferta.
Mi reciente investigación, junto a Piotr Dworczak de la Universidad Northwestern y Mohammad Akbarpour de la Universidad Stanford, sugiere que en situaciones como esta puede ser mejor para la sociedad forzar los precios por debajo de los niveles de compensación del mercado para asegurarse que todos tengan acceso; eso es exactamente lo que las leyes que prohíben el aumento de precios intentan hacer. Y ciertamente no deberíamos querer que las personas se lleven bienes esenciales desde áreas de bajos ingresos y los vendan en los barrios más acomodados.
Hay una consecuencia grave al mantener el precio bajo, por supuesto: terminamos con el racionamiento, ya que no habrá suficiente para todos. Pero esto afecta a todas las personas, ricas o pobres, más o menos equitativamente, porque a menudo se administra directamente por tiendas que ponen límites a las cantidades que cada cliente puede comprar.
Necesitamos desesperadamente aumentar el suministro de desinfectantes, productos básicos del hogar y otros bienes esenciales. Pero, por mientras, debemos hacer el máximo esfuerzo para llevarlos a las personas que más los necesitan y distribuirlos de la manera más equitativa posible. Aunque el alza de precios podría ser parte del funcionamiento de los mercados en la práctica, esto está muy lejos de ser ideal durante una crisis internacional de salud pública.
BC