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Mujeres mayores soportan el peso de recortes del gasto en Japón

En tanto la sociedad japonesa envejece y el gobierno recorta el gasto social, las mujeres mayores se preparan para el impacto.

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En tanto la sociedad japonesa envejece y el gobierno recorta el gasto social, las mujeres mayores se preparan para el impacto.

“Las únicas personas que pueden disfrutar si viven hasta los 100 años son las que tienen dinero suficiente y familia”, dijo Setsuko Betsui, una mujer de 78 años que vive en Saitama y cobra beneficios de 120.000 yenes (US$1.077) mensuales. “Preferiría morirme dentro de dos años”.

Bajo el peso de una deuda pública que asciende a 236 por ciento del producto interno bruto, el gobierno de Japón está recortando el gasto en una población anciana que es cada vez más numerosa. El Ministerio de Finanzas ejerce presión para postergar la edad de inicio de los beneficios jubilatorios de 65 años a 68. Hasta el año 2000 la edad era 60. Ya se han recortado contribuciones destinadas a la atención y la salud de los mayores.

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Al mismo tiempo, una porción cada vez mayor de la población es anciana y vive más tiempo. Los mayores de 65 años representan en la actualidad el 27 por ciento de la sociedad, en comparación con el 9 por ciento en 1980, lo cual convierte a la población de Japón en la más anciana del mundo.

“La seguridad social actual no supone que las personas van a vivir hasta los 100 años”, dijo Yukiko Miyaki, investigadora principal del Instituto de Investigación de la Vida de Dai-ichi.

Mujeres mayores se ven afectadas

En particular, las mujeres mayores sufren una fuerte presión financiera debido a sus menores probabilidades de tener empleos que complementen sus beneficios. Si bien 55 por ciento de los hombres de 65 a 70 años trabajan en la actualidad, sólo 35 por ciento de las mujeres de ese grupo etario tienen empleo, según la Oficina del Gabinete. A medida que avanza la vejez, más difícil resulta encontrar trabajo. Las mujeres comprenden un 88 por ciento de las personas centenarias del país, grupo que creció de 8.500 en 1997 a 68.000 en 2017.

Antes, el gobierno contaba con otras fuentes de apoyo para las mujeres ancianas. Las esposas tenían el beneficio de las bonificaciones de retiro y los planes de seguro de vida de sus maridos y en general vivían con sus hijos cuando sus esposos morían. En la actualidad, los pagos únicos de retiro no cubren las necesidades de expectativas de vida que se prolongan y las unidades familiares se están achicando.

La tasa de pobreza relativa de las personas mayores, que alcanza 19,4 por ciento, supera el promedio de la OCDE de 12,6 por ciento. De éstas, el 52 por ciento de las mujeres solas vive en relativa pobreza, en comparación con 38 por ciento de los hombres solos.

“Cuando llegó a su fin el período de gran crecimiento y terminó el sistema de empleo vitalicio tradicional de Japón, el gobierno no consiguió obtener el consenso de los contribuyentes para traspasar el peso de esta red de seguridad de las familias a la sociedad”, dijo Takanori Fujita, autor del conocido libro “Elders Descending into Poverty” (Los ancianos caen en la pobreza).

Aun hoy, la red de seguridad social de Japón gira mayormente en torno de la unidad familiar, en tanto las esposas dependen de sus maridos después de casarse y más tarde de sus hijos adultos. Este sistema funcionaba bien hace 30 años, cuando la mitad de las familias con una persona mayor de 65 años vivía en un hogar que comprendía tres generaciones.

Pero en tres décadas, la cantidad de personas que viven solas se duplicó. Un 70 por ciento de ellas son mujeres.