Que los adolescentes se la pasan chateando con el celular a toda hora, que no leen otra cosa, que ahora escriben con más faltas de ortografía, que tienen un vocabulario limitado... frases como estas se escuchan en cualquier reunión de padres. Sin embargo, una reciente investigación hecha por investigadores de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) encontró sólidas pistas en sentido contrario.
Un completo y minucioso análisis de largos diálogos escritos en “ciberlenguaje” da indicios de que el uso intensivo de WhatsApp por parte de estudiantes adolescentes y adultos jóvenes podría mejorar las competencias lingüísticas de sus usuarios, ya que estimula el uso lúdico del lenguaje y también la escritura creativa. Además, mejora algunas capacidades claves para regular los procesos de aprendizaje y no empeora la ortografía.
“Trabajamos con dos grupos de alrededor de veinte estudiantes: uno tenía entre 12 y 17 años y el otro, de 25 a 30 años, que hacía la secundaria para adultos”, le contó a PERFIL Karina Vanzo, profesora adscripta en la Facultad de Lenguas de la UNC. “Ellos aportaron casi 200 capturas aleatorias de sus pantallas de chateos con otras personas y analizamos todos los mensajes desde cuatro puntos de vista: el semántico, el léxico, el fonético y el pragmático, que incluía sumar al análisis cómo usan de los emoticones y otros símbolos que dan contexto a la comunicación”.
Del trabajo, que se transformó en la tesis final de Vanzo, surge que la utilización de “lenguaje chat” implica que los usuarios tienen una buena capacidad cognitiva para poder dominar los usos más creativos de esta particular escritura. “Deben poder discernir rápidamente los diferentes registros de una comunicación. Por otra parte, también encontramos que el leer y escribir mensajes desde sus smartphones incrementa la exposición de las personas a la escritura. Y como bonus, al tener que simplificar el texto, se desarrolla mejor la conciencia fonológica de las palabras. O sea, se reconocen mejor los sonidos del lenguaje hablado”.
Oralidad. ¿Y los errores de ortografía? ¿Escribir “ke” en lugar de “que”? “Me parece que tenemos que pensar que la tecnología llegó para quedarse y hay que cambiar el concepto de qué es un error”, explicó Ana Bocca, titular de la cátedra de Gramática del Texto Español, en la Facultad de Lenguas de la UNC. Y agregó: “En el código escrito tradicional tenemos que seguir ciertos cánones. Pero el lenguaje oral está evolucionando y la norma cambia. Como la escritura tradicional tiene mucho prestigio, eso nos lleva a denigrar esta nueva ‘escritura’, que toma mucho de la oralidad pero sobre el soporte de una pantalla. Yo considero que en este nuevo código linguístico que está surgiendo los errores ortográficos ya no tienen el significado de antes”. Según esta experta, “deberíamos reconsiderar el concepto de error de ortografía y entender que el uso de los signos, símbolos y emoticones es necesario para intensificar o atenuar las expresiones del nuevo ciberlenguaje y usarlos para explicar mejor el contexto”.
Ambas especialistas coinciden en que “no hay que conceptualizar estas situaciones como un deterioro. Son una nueva forma de lenguaje que sintetiza oralidad y escritura y que se desarrolla sobre un soporte realmente novedoso”.
Finalmente, el trabajo de Vanzo destacó que la utilización de una escritura que combina ideogramas, letras y profusión de signos de puntuación sirve para la construcción de una identidad personal más compleja. Y en ese marco las incorrecciones son aceptadas y entendidas por los usuarios como irrelevantes para la comunicación. “Los nuevos hábitos de escritura de los estudiantes en sus chats no cambian lo que ya saben (o no saben) de las reglas ortografícas”, concluyó.
Generación con una impronta visual
Para la doctora en comunicación Roxana Morduchowicz, “existe el mito de que el uso excesivo de pantallas deja a los chicos más solos y aislados, que leen menos y que escriben con más faltas. Pero son prejuicios sin fundamento”. Según le explicó a PERFIL la autora del libro Ruidos en la web, hoy los jóvenes tienen múltiples maneras de comunicarse y por eso están menos aislados.
Además, no leen menos sino que lo hacen de otra manera, en otro soporte. La experta también descarta el mito que afirma que escriben mal. “De hecho, escriben más que antes, especialmente en las redes. Y para contar deben decidir qué comunicar. Por otra parte, es una generación con una fuerte impronta visual. Eso los lleva a interactuar todo el tiempo con diversos lenguajes.
Podríamos decir que no se empobreció el lenguaje sino que ahora tiene más imágenes. Y eso hace que el lenguaje se enriquezca. Es una evolución: pasamos del lenguaje oral al escrito, al audiovisual y ahora digital. Por otra parte, los chicos se adaptan rápidamente a cada entorno. Y saben que en un examen deben escribir usando códigos diferentes que los que emplean con sus pares. Pero la competencia que necesitan para comunicarse es la misma”.