COLUMNISTAS

50 años: capítulo cuatro

Última entrega del recorrido por una trayectoria de medio siglo de vigencia, con los cambios de la Argentina y el mundo en ese lapso.

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Habíamos quedado en 2004. Ese fue el último punto, la por ahora última escala en el recorrido que les he venido proponiendo para reconstruir un camino paralelo entre la historia de una pasión – mi pasión por la radio, por el periodismo- y lo que hemos vivido como país y como mundo en estos cincuenta años. Tengo que hacer una pequeña fe de erratas personal, o en todo caso, una salvedad, que no altera grandemente el relato pero que fue un acto de injusticia para conmigo mismo, porque hoy, mencionando con dolor la partida de Gustavo Cerati, recordaba yo aquí en Esto que Pasa que él fue uno de mis tantos invitados que tuve tocando en vivo, con Soda Stereo en mi programa Cable a Tierra en la década del ‘80. Conduje programas en el Canal 7, la ATC de aquellos años, entre 1985 y 1987. El más notorio de todos, el más polémico, fue el hoy el mítico Cable a tierra, de 1985 a 1986. En 1987 conduje Proyecto Especial en el mismo canal.

Cable a Tierra se dio en un momento crucial de mi vida. Era en el país donde renacía la democracia, y necesitaba con urgencia una televisión pública en serio, no partidaria, al servicio de los jóvenes que no sabían qué era la democracia. En 1985 cumplí cuarenta años, no era un chico: ya era un padre con hijos crecidos. Pero sentía un profundo compromiso, una obligación con los muchachos y chicas adolescentes que habían surgido a la vida en pleno régimen militar. Eso fue Cable a Tierra. En Cable a Tierra hubo rock, política, divulgación científica, debates entre juventudes partidarias. Era un programa que iba los sábados al anochecer, entre las 19 y las 20.30, y del que me siento orgulloso, en el que se presentaron algunos de los protagonistas centrales de la nueva música argentina, entonces en plena ebullición. Ahí tocaron y cantaron por única vez en su vida en un medio, en vivo y juntos, Charly García y Luis Alberto Spinetta, así prácticamente la totalidad de aquella joven guardia, así como diferentes conjuntos de tango.

Regreso al 1° de enero de 2005. Me han dejado en la calle. No tengo programa de radio. El gobierno de Néstor Kirchner ha decretado explícitamente la supresión de mi permanencia en Radio Nacional, y esto es ejecutado, con obediencia debida, por burócratas grandes y pequeños. ¿A dónde voy? ¿Qué hago? ¿A qué me dedico? Con mucha intensidad y vibración consigo trasladarme a un programa de cable, y también, simultáneamente, arrancar con radio en condiciones muy desfavorables. Para mí, es la intemperie. Esa intemperie durará varios años. Primero paso por CW1 Radio Colonia, una radio de AM, que me vende una módica hora diaria, y luego, después, puedo comprar un espacio en FM Identidad, donde permaneceré hasta el momento de reincorporarme a una radio grande, Radio Mitre.

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Llevo adelante, en aquellos años, mi programa de cable, simultáneamente con los intentos en la radio, una manera de estar presente y poder seguir dialogando con los principales protagonistas de la vida argentina y de seguir editorializando. También la televisión abierta, en aquel momento, me permite un pase muy fugaz por América TV, en donde comparto la pantalla con Alfredo Leuco, entre otros periodistas.

Pero a lo largo de estos años difíciles, sigue estando latente mi necesidad de regresar a una radio de amplio espectro. Esto se produce en 2012, con mi primera incorporación a Radio Mitre, en un programa semanal de los sábados que dura una hora y media. Ya al año siguiente –2013 – Esto que Pasa retorna a su clásico horario de las 17 horas, y el programa tiene gran éxito de audiencia. Para 2014, este año que está comenzando a concluir, es que Esto que Pasa vaya en este espacio, de 19 a 21.

En el ínterin he hecho muchas más cosas además de radio y televisión. He seguido escribiendo permanentemente todas las semanas, durante más de veinte años como columnista del diario El Día de La Plata, más de diez como columnista delDiario Popular, y mi presencia permanente dominical enPerfil, periódico donde escribo desde su primera etapa, desde su número uno.

No sólo he hecho radio, televisión, y escrito columnas. He publicado muchos libros. Algunos de ellos son de cuño eminentemente periodístico. Quizá el que con el tiempo se convierta en el más importante – aunque a todos los quiero y los amo - sea Los hombres del juicio, un extenso reportaje al enjuiciamiento a las juntas militares con testimonios de todos los integrantes de la Cámara Federal, y uno muy conmovedor del fiscal Julio Strassera. Además, mi libro más reciente, Esto que Pasa, que lleva, precisamente, el nombre de lo que algunos llaman “programa icónico de la radio argentina”. Esto que Pasa es un libro de definiciones, posturas y valores.

Me lo tenía merecido, una memoria es un libro polémico, en el que literalmente me desnudo, y desnudo algunas cosas que no sé si volvería a revelar. Es la historia de una vida, un libro donde además comparto muchas fotos y relato intimista, en primera persona de temas muy personales. Tras la prohibición que me aplicaron en Radio Nacional, publico Lista Negra, otro de mis libros de los últimos años. Es un relato sobre el comienzo del dogmatismo y del sectarismo en los medios de la Argentina, algo que empezó mucho antes de la ley de medios, y que sufrí en carne propia, quizás como la primera víctima de ese autoritarismo. De la década del ‘90 quedan libros como Esto que Queda, una colección de reportajes a personalidades importantes de la Argentina, que viene con un CD, un libro obviamente agotado hace tiempo. También me ocupo de la ciudad de Buenos Aires, con Sobrevivir en Buenos Aires, un libro en donde despliego mi pasión y mi obsesión por la observación cotidiana de nuestra ciudad.

A la hora de las primeras conclusiones, ¿qué puedo decir que no haya ya sido dicho? Que esta profesión, que para mí no es otra cosa que un oficio, requiere de trabajo, y yo, en ese sentido, no tengo dudas en reivindicarme como una persona laboriosa. Requiere de continuidad, sin desmayos, sin desfallecer, mantener una curiosidad intacta como periodista; todo lo que sucede en el mundo y en mi país me importa y me suscita asombro como el primer día. Requiere también –y esto es lo que estoy haciendo ahora mismo– de una intervención editorial, cuando uno se siente lo suficientemente seguro como para poder hacerlo a partir de un hecho de la realidad. Pero también, mis queridos amigos, y seres humanos que llevo en mi corazón, es un oficio que tal y como lo he encarado, ha implicado una soledad grande. Ha sido la soledad de la independencia, la soledad de un orgullo a veces excesivo, lo admito, pero sin el cual es imposible dar testimonio de veracidad en todo lo que uno hace.

Incluye derrotas. Traspiés. Trompadas. Cachetadas. Cierres. Censuras. Imposibilidades. Pero, también, la alegría inefable de recuperar el aire, porque los periodistas auténticos, los enamorados de nuestro oficio, terminamos prevaleciendo sobre los burócratas y los cagatintas. E implica también –y así lo he asumido y eso ya no va a cambiar en mi vida- la opción de que lo que uno haga es un espacio minoritario. Aparentemente minoritario. La música celestial sería aparentemente minoritaria y hoy es aquí un éxito de audiencia. Pero hay que atreverse. Hay que atreverse a recorrer los caminos de la soledad si uno quiere, en algún momento, poder mirarse al espejo y ver en sus propios ojos la percepción de una vida vivida con dignidad.

Esto es lo que rescato tras cincuenta años de oficio. Quisiera creer que habrá algunos más: pero no lo puedo yo decidir. Por eso estos cuatro editoriales; era una oportunidad que no podía postergar, para dar testimonio de lo que ha sido medio siglo de una pasión argentina.

(*) Emitido en Radio Mitre, el jueves 4 de septiembre de 2014.