Cuando cayó el Muro de Berlín y Francis Fukuyama vaticinó el “fin de la historia”, probablemente por su adscripción neoliberal, la frase fue interpretada como el triunfo del modelo occidental. El comunismo no sólo implosionaba en Rusia, sino también en China, por entonces con las manifestaciones de la Plaza de Tiananmen.
Hoy, un cuarto de siglo después de aquel 9 de noviembre de 1989, todo salió al revés de lo que se pensaba, excepto que se había producido el fin de un ciclo de la historia, y lo que ahora tambalea es la supremacía de Occidente, con un Estados Unidos cuya economía va camino a ser superada por la de China y una Europa en retroceso económico y estancada políticamente.
El corrimiento del centro de gravedad del mundo desde el océano Atlántico hacia Asia ya no vino de la mano de la tan temida universalización de la dictadura del proletariado, sino de la recuperación del mayor peso que históricamente siempre tuvo Asia, interrumpido por el descubrimiento de América, que enriqueció a Europa con el aporte de sus colonias y le dio a Occidente cuatro siglos de contundente supremacía.
Y lo que parecía un triunfo de la democracia liberal sobre el autoritarismo asiático terminó potenciando a Asia, al liberarla del retraso que se autoimponía con la economía planificada, evidenciando, una vez más, que los hombres hacen la historia pero también son hechos por ella.
Mientras que América Latina, después de alinearse gubernamentalmente con Estados Unidos en el combate al comunismo y pasar décadas de golpes militares, represión y muerte, paradójicamente termina siendo la gran beneficiada del triunfo del modelo económico del capitalismo autoritario en Asia, teniendo a China como su gran socio comercial.
Con la intuición de que algo nuevo estaba emergiendo, y al coincidir la caída del Muro de Berlín con el día que la revista Noticias era lanzada, Editorial Perfil realizó trámites ante las autoridades de entonces de Alemania Oriental para traer a la Argentina la mayor cantidad de bloques del Muro que existen hoy fuera de Alemania, los que primero se expusieron en la recepción del edificio que alberga aún hoy a este diario, en la calle Chacabuco y Moreno, y desde hace pocos meses fueron mudados a las nuevas oficinas a las que dentro de pocos meses se trasladarán todas las redacciones de Editorial Perfil, en la zona del barrio de Barracas, declarada por la Legislatura de la Ciudad como Distrito de Diseño y Edición.
Las disrupciones políticas y económicas afectan toda la producción cultural, y el periodismo no podía ser una excepción. Se podría decir que, junto con el nacimiento de la revista Noticias, en 1989 se gestó el periodismo de investigación, impracticable durante los años de dictadura y todavía no lo suficientemente consolidado en los primeros años de Alfonsín. Noticias y aquella Página/12 iniciaron un nuevo orden en el periodismo argentino, del que aún hoy todos los medios profesionales son beneficiarios.
Una nueva cultura de periodismo crítico que hoy es el canon y la norma se instaló para siempre en la mente de todos los periodistas. A un nuevo mundo le correspondía una nueva representación. Cuando la Guerra Fría y las revoluciones armadas quedaron obsoletas, las cuestiones de seguridad nacional dejaron de ser una excusa para amordazar a la prensa.
El kirchnerismo trató de volver a encorsetar al periodismo en sus prácticas anacrónicas de un feudalismo arcaico pero no pudo, a pesar de que ha dedicado sus mejores esfuerzos y todos los recursos materiales del Estado para retrotraer a los medios al paradigma santacruceño predemocrático. Es que ya no se pueden levantar muros de cemento o simbólicos, porque hace 25 años el mundo cambió.
Quizá porque la distancia geográfica aisló naturalmente a nuestro país durante décadas, en Argentina cuesta registrar los cambios de época y hay retrasos para sintonizarlos y adecuarse a ellos. Venir de una geografía alejada como el extremo sur patagónico hizo que al kirchnerismo le resultara natural esa asincronía, empatizando con un país que en 2002 sufrió un retroceso del que aún se está reponiendo.
Pero el Muro de Berlín no cayó para un solo lado: en su demolición impulsó una ola de cambios que hacen irreconocible la geopolítica anterior a su existencia.
Detenernos un instante a reflexionar sobre la revolución mundial que vivimos hace 25 años ayuda a comprender mejor el confuso presente que transitamos.