La última semana de febrero conversamos con directivos de Perfil sobre la epidemia del Covid-19, menospreciada en ese momento por casi todos los líderes y médicos del mundo. Hablamos sobre Diamond, Harari, Kurzweil, de la posibilidad de que estalle un problema descomunal. Con la excepción del jefe de Gobierno de Buenos Aires, que alertó sobre la pandemia antes del primer caso en Argentina, no conocí a políticos o médicos que la calificaran como algo más peligroso que el dengue. El primer ministro de Inglaterra se reía de una “gripe” que terminó llevándolo a la sala de cuidados intensivos.
En esa reunión no imaginamos que el virus desataría en pocos días el mayor caos sanitario, cultural, económico y político de la historia. En pocas semanas han muerto más de cien mil personas, los cadáveres se amontonan en fosas comunes en Nueva York, la mitad de la humanidad ha pasado por cuarentenas, están cerradas las escuelas, cancelados los espectáculos, la Bolsa voló en pedazos, cientos de millones de personas están al borde de perder su trabajo. Estamos angustiados. Encerrados, todos consumimos noticias. La revolución de las comunicaciones alteró nuestra percepción del tiempo y del espacio. Todo está aquí, aunque tenga lugar en otro lado. El tiempo se aceleró y parecería que en pocos minutos puede suceder cualquier cosa. Los mayores de 70 años oímos que, para muchos, somos un excedente demográfico que no permite que funcionen bien los locales de hamburguesas.
Se evidenciaron problemas políticos que analizaban desde hace rato algunos autores, sin que los percibieran las élites políticas tradicionales. La mayoría de los líderes del mundo demostraron que no entendían la sociedad globalizada, se creyeron iluminados, intérpretes de mitos arcaicos, se demoraron en tomar medidas y produjeron una catástrofe.
Según Federico Krause, la Ilustración puso en crisis a las religiones tradicionales y surgieron religiones cívicas. La mayoría de los líderes políticos del siglo XX reprodujeron una matriz religiosa, predicaron ideologías, sacralizaron textos y se convirtieron en profetas que conducían masas obedientes. Las utopías totalizadoras se hicieron totalitarias y provocaron enormes desastres.
La Revolución de Octubre quiso cambiar el universo. Se entusiasmó tanto que se propuso acabar con el capitalismo en Marte. La historia animada del camarada Cominternov y el Ejército Rojo cruzando el espacio para atacar a los empresarios selenitas se filmó en 1924, anunciando que en la realidad la invasión sería en 1929 (https://www.microsiervos.com/archivo/peliculas-tv/revolucion-interplanetaria-propaganda-1924.html).
Poco después se filmó El triunfo de la voluntad, primera película de propaganda del nazismo (https://decine21.com/video/el-triunfo-de-la-voluntad-13941). Hitler fue el prototipo de líder del siglo XX: iluminado, conducía masas obedientes en la lucha por el triunfo de sus ideales racistas. Provocó una guerra mundial y la Shoah, uno de los genocidios más espantosos de la historia.
Líderes. En esta crisis, estadistas como Trump, Johnson, Bolsonaro, AMLO y otros despreciaron una enfermedad que se expandía sin obedecerles. En países como Cuba y Corea del Norte los enfermos fueron penados pecuniariamente o de maneras más radicales porque su dolencia era contrarrevolucionaria. El hybris mezclado con supersticiones religiosas o ideológicas produjo los peores resultados.
Nace un nuevo paradigma. El virus no fue creado por los chinos, ni por los norteamericanos ni por los alienígenas
En Nicaragua gobierna una bruja, la vicepresidenta Rosario Murillo. Cubierta de anillos y brazaletes con turquesas, su piedra favorita para sus encantamientos, instaló cientos de “árboles de la vida” que atraían buenas energías. Le costaron millones de dólares a uno de los países más pobres de América Latina. Sus diez hijos son altos funcionarios del Estado, con la excepción de la mayor, Zoilamérica, expulsada de la familia cuando acusó al presidente de reiterados abusos sexuales. La Iglesia Católica celebró en el mundo la Semana Santa con responsabilidad. El Papa realizó la bendición urbi et orbi en la Plaza de San Pedro en una ceremonia solitaria, casi todas las Iglesias siguieron su ejemplo. Los obispos nicaragüenses se negaron a realizar las tradicionales ceremonias religiosas. En Matagalpa el obispo quiso más bien instalar centros médicos para enfrentar al Covid-19. El gobierno clausuró los centros y convocó a actos religiosos multitudinarios, sin obispos ni sacerdotes. A Murillo no le interesa la religión sino organizar multitudinarios eventos que atraigan al turismo.
Nicolás Maduro, asesorado por su pajarito de plástico, tuvo actitudes erráticas. Según The Economist, la infraestructura de salud venezolana está devastada. El hospital El Algodonal, uno de los mejores de Caracas, no tiene una ambulancia, ni máquina de rayos X, ni morgue. Tampoco cuenta con agua ni electricidad durante la mitad de la semana. La dictadura dice que prácticamente no hay infectados en su territorio, pero Maduro pidió al FMI 5 mil millones de dólares para combatir la epidemia. No han estado lejos de estas posturas Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador, que sosteniendo creencias mágicas asustan al virus con estampitas.
El autoritarismo no solo produce estragos en las dictaduras del Caribe. Parece que las autoridades chinas sabían que existía el virus desde noviembre del año pasado, pero no tomaron precauciones ni lo comunicaron a la OMS. Más bien persiguieron a los médicos que denunciaron el problema, un oftalmólogo que murió y una doctora a la que desaparecieron. Otra vez los delirios de grandeza de los políticos atentaron en contra de la vida. Mentir para hacer marketing fue una locura: se hicieron daño a sí mismos y provocaron una crisis mundial. Aunque los dirigentes chinos se extraviaron por delirios ideológicos, no tienen sentido las teorías conspirativas. No es posible que una potencia haya inventado el virus para atacar a otra.
La situación del mundo es dramática. Los geriátricos y las cárceles pueden estallar en cualquier momento. Casi la mitad de los muertos por Covid en el Reino Unido fallecieron en hogares de ancianos. Al menos 450 personas se infectaron con el Covid en una cárcel de Chicago. El hacinamiento es un atentado en contra de los derechos humanos. Para prevenir el conflicto en algunos países amnistiaron a los presos en situación de riesgo. Parecería sensato que al menos pudieran acogerse a la prisión domiciliaria, con la excepción de quienes son un peligro para la comunidad, como delincuentes sexuales y asesinos reincidentes.
Tecnología. La sociedad del internet tiene ventajas. Médicos de todo el mundo se conectan para buscar un remedio y una vacuna que combatan el virus. La Facultad de Medicina de la George Washington University imprimió en 3D los pulmones de un hombre de 59 años, hipertenso, infectado con Covid para estudiar los daños que ocasiona y cómo se forman los anticuerpos. Esa réplica acelera las investigaciones.
Existe un intenso intercambio de información de académicos de todas las disciplinas que usan herramientas de la red. Google lanzó una página con información sobre el Covid-19 y la eficacia de las medidas de confinamiento. Quien quiera conocer lo que pasa con el virus cada día en su país o ciudad lo encontrará en https://www.gstatic.com/covid19/mobility/2020-04-05_AR_Mobility_Report_en.pdf.
En la revista The Lancet de Inglaterra existe un enorme archivo con miles de documentos escritos en estos días por académicos de todo el mundo sobre las dimensiones médicas y psicológicas de la pandemia. Nuestro colega Roberto Zapata escribió un documento interesante que resume algunas conclusiones de esa investigación. Todo eso habría sido imposible antes de que existiera la red.
Vivimos en medio de la incertidumbre. No se sabe cuándo se descubrirá una vacuna o un tratamiento efectivo para los infectados. La noticia más desalentadora se produjo el miércoles 8, cuando el virus se reactivó en 91 pacientes que habían recibido el alta en Corea del Sur. Esto podría significar que muta aceleradamente o que se dan otras circunstancias que hacen más difícil encontrar la vacuna. La Universidad de Stanford alerta sobre la precipitación en las teorías y en las medidas que se toman o se dejan de tomar a partir de la poca información que existe.
No se sabe cuánto durará la cuarentena, hasta cuándo la van a soportar la economía y una población confinada y aterrada. Investigaciones realizadas por el Informe Confidencial en Argentina y Ecuador dicen que actualmente más del 90% de la población está dispuesta a que la cuarentena se extienda el tiempo que sea necesario. Opiniones movidas por el miedo pueden estallar en cualquier dirección en la sociedad líquida.
Algunos creen que este fue un buen susto que pasará y todo seguirá igual. No se dan cuenta de que la situación es demasiado grave. Nada es predecible. El mundo está al borde del abismo y no estamos en la mejor ubicación. Es urgente que todos, políticos, intelectuales, dirigentes sociales, empresariales, dejen de lado por un momento sus intereses y piensen en lo que pueden hacer para enfrentar la crisis mundial más profunda y desconcertante de la historia.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.