COLUMNISTAS
despues del terremoto financiero

Algo de calma tras el infierno

El Gobierno no debería confiarse en que ya tiene dominada la situación, sobre todo porque es una sensación que ya tuvo en otras oportunidades y no le salió bien.

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La estabilidad cambiaria de los últimos días trajo tranquilidad al Gobierno. | GENTILEZA DE "LA VOZ"

Los últimos días de agosto y los primeros de septiembre coronaron la peor semana de la gestión de Mauricio Macri. A una furiosa corrida del dólar, tras un anuncio presidencial más que fallido, sobrevino una crisis de gabinete inédita, que se resolvió gracias a los que no aceptaron sumarse al equipo.

No se llegó a esa instancia por casualidad. El Gobierno venía exponiendo que no daba confianza a los mercados en lo que decía y hacía. Esa reacción motorizó una excesiva devaluación del peso y una implosión en Cambiemos.

Casi ningún ministro ni secretario de Estado estuvo seguro el fin de semana pasado del puesto que ocupaba. Es más, no faltó quien preguntara sobre su destino fuera de los muros de Olivos, casi al mismo tiempo en que el Presidente miraba el partido de su amado Boca.

Para azuzar el tembladeral, volvió a brillar por su ausencia cualquier información oficial sobre cambios y reestructuraciones en marcha, lo que viene a incendiar cualquier manual básico clásico o moderno sobre la comunicación de crisis. Acaso haya que hacer un tutorial.

Tarde pero seguro, se decidió achicar las estructuras ministeriales, idea que PERFIL había adelantado hace meses como parte de una propuesta de la mesa chica política del oficialismo. No es la primera vez ni el único tema en el que el Gobierno no toma la iniciativa y la realidad le termina imponiendo lo que podría haber lanzado con más estudio y cuidado.

La real capacidad política del Gobierno para enfrentar la crisis se expondrá ante los gobernadores del PJ.

Tras las reducciones de ministerios, varios funcionarios quedaron golpeados por "descender" de categoría y pasar a depender de alguien que hasta ayer era un par. Más allá de los egos, no pocos de ellos cayeron en el desánimo por la falta de previsión de las medidas y tomaron nota de la anárquica confusión de aquellas horas fatídicas del fin de semana. No fueron los únicos: radicales y lilistas, socios del PRO en la coalición, tampoco salieron indemnes. Elisa Carrió merecería una columna aparte. No será hoy.

Finalmente, la única salida concreta fue la de Mario Quintana, uno de los vicejefes de Gabinete de Marcos Peña. El otro, Gustavo Lopetegui, consiguió guarecerse al calorcito de un puesto de asesor que le permitió reaparecer en primera fila el lunes, en la conferencia de prensa de Nicolás Dujovne antes de su venturoso viaje al FMI.

Esa gestión en el Fondo (que, como adelantó ayer este diario, abrirá la canilla de nuevos desembolsos), más un discurso presidencial más lógico, más el respaldo de Donald Trump (que además de todo es el presidente de EE.UU.), más la intervención más activa del Banco Central en el mercado cambiario, hicieron que las aguas tempestuosas se calmaran. La mejor traducción, aunque no la única, fue que el dólar bajara a menos de 38 pesos.

El Gobierno no debería confiarse en que ya tiene dominada la situación, sobre todo porque es una sensación que ya tuvo en otras oportunidades y no le salió bien, por decirlo de manera educada. Macri fue consciente de ello en su visita a Mendoza, donde admitió que la tormenta no había pasado. Luis Caputo, del BCRA, siguió con el relato de que todo iba mejor.

Domar al dólar es necesario para encarar los efectos sociales y económicos de esta crisis. ¿Habrá aprendido el Gobierno que debe mejorar su capacidad política para
gestionar el ajuste? La respuesta la tendrá el resultado de la negociación con los gobernadores peronistas. Huesos duros de roer.