Hace unos años, según recuerdo, no era un asunto sencillo dar con un votante de Menem; sobre todo en esa esfera que da en llamarse cultural (sea eso lo que sea). Aunque Menem obtuvo, como es sabido, una mayoría de votos nada menos que en tres elecciones presidenciales, difícilmente daba uno con alguien que asumiera, así sin más: “Yo lo voté”. Ahora mismo, según creo, se piensa en el menemismo como algo que simplemente sucedió, por sí mismo podría decirse, y no como consecuencia concreta de la decisión cuantiosa de buena parte de los argentinos. Ese voto avergonzado a mí nunca me resultó.
No ignoro que el voto es secreto, pero recelaba de ese pudor de quienes, expresándose en la esfera pública, luego escamoteaban así su conducta ante las urnas. Me parece más que apreciable entonces la declaración de apoyo al macrismo de artistas e intelectuales que se dio a conocer hace días. Discrepo de los hostigamientos que suscitó, me resultan prepotentes y necios. Para dar una discusión cabal es mejor que el interlocutor tome posición claramente.
La gestión del actual gobierno yo la encuentro indefendible.
Pero es por eso mismo loable que existan quienes afrontan una empresa tan laboriosa, alegatos tan inciertos, encomios tan arriesgados. Aunque, fijándose un poco mejor, es poco lo que allí se elogia respecto del macrismo en sí, sin valerse de la usual referencia contrastiva del gobierno kirchnerista. Un planteo que funciona solamente si se piensa que en el mundo hay nada más que dos partes, que hay dos y solo dos; y que todo aquel que no es macrista es kirchnerista por necesidad.
Lo que me lleva a recordar, de paso, un grueso error cometido por uno de los firmantes de la declaración, Andrés Malamud, que alguna vez se refirió a mí como kirchnerista en el diario La Nación. Debe de haberse tratado de un lamentable error, sin dudas; no de una brutal simplificación, y mucho menos de mala fe.