La tapa de Página/12 del 30 de julio de 2005 que acompaña esta nota decoró una sala de reuniones de la distribuidora eléctrica Edenor desde que el holding Pampa Energía se la compró allá por el comienzo del gobierno de Néstor Kirchner a Electricite de France. Con el título “Sale Asterix, entra Flipper”, reflejaba lo que era el ingreso del llamado grupo Dolphin, de un entonces ascendente empresario energético Marcelo Mindlin, a un sector clave de la economía regulado por el Estado.
Esta semana, en la que finalmente Mindlin se desprendió de la compañía tras 15 años, la portada todavía resistía en esa pared como un recordatorio de cómo funcionan los ciclos económicos en la Argentina, con momentums –dirían en una consultora que cobra caro– de llegada de multinacionales extranjeras como en los 90 de liberalización y privatizaciones; y etapas de argentinización que protagonizan unas veces los grandes dueños del capital de siempre y –cada vez más– figuras emergentes de ese roce tan argento entre la política, el sindicalismo y los negocios, últimamente la vía más aceitada de lograr movilidad social ascendente en el empresariado, por decirlo de alguna manera.
No está claro que los flamantes dueños de Edenor, el ex ministro del Interior de Carlos Menem, José Luis Manzano, y Daniel Vila, su socio en el grupo de medios América, vayan a colgar una captura del portal de A24 para inmortalizar su arribo a la empresa a precio de remate junto a socios como Mauricio Filiberti, del negocio del agua cercano al gremio de Obras Sanitarias, y a Jorge “el Turco” Bestene, peronista y hombre de medios en Chubut. Tal vez no quieran tampoco levantar tanto la perdiz sobre una operación que ya suscita la crítica de la oposición porque hay sospechas de que en definitiva es un entuerto que bancará el Estado dado que para que cierren los números será clave cómo se termine de refinanciar la deuda de US$ 200 millones que tiene la compañía con la coordinadora público-privada Cammesa que le vende la energía eléctrica.
El próximo objetivo de Manzano puede ser Metrogas. Hace rato le tiene ganas y la petrolera YPF busca venderla
De todos modos, tal vez tengan luego otra opción para andar colgando tapas de diario en oficinas de empresas de servicios públicos: el próximo objetivo de Manzano puede ser Metrogas, que la petrolera estatal YPF busca vender hace tiempo y a la que el ex dirigente de la renovación peronista que hoy vive en Suiza con su familia le tiene ganas hace rato.
Ahora, el porqué del interés de un grupo de empresarios de medios y energía por entrar a compañías reguladas en momentos en que la coalición de gobierno cruje justamente porque su líder llamó a “alinear” las tarifas con los salarios mientras reclamó que el crecimiento no se lo lleven “cuatro vivos” da para un seminario sobre riesgos e inversiones organizado por la Universidad Enrique Eskenazi.
Ahí donde una corporación puede ver imposibilidad de ganar plata o demasiados problemas para contarle a la casa matriz, un entrepreneur de la rosca ve una mesa en la que tomaydaquear “yo te aguanto esto, pero también te puedo ayudar con aquello y no te olvides de que a mí me interesaba eso otro”. La cosa sana. El “tablero amplio” del que hablaba en su época Julio De Vido cuando manejaba la energía, justo ahora que talla fuerte su histórico vocero en los medios Federico Bernal, que como interventor del Enargas propone que más que aumentar las boletas de los servicios, las distribuidoras de luz y gas deberían hacer recortes en lo que cobran a los usuarios.
Que la pongan ellos. En otro sector donde puede irrumpir lo que en los claustros de Francia ya llaman el “capitalisme rosqué” es el de las telecomunicaciones. Representantes del grupo Crónica, que la familia Olmos supo construir a patova y plata desde sus orígenes en Forjar Salud, la obra social de los metalúrgicos, ya se reunieron con funcionarios del Gobierno para sondear cómo verían su arribo a Telefónica de Argentina, filial que la multiespañola tiene con cartel de venta en el marco de una reorganización global. Pugnarán ahí con Supercanal, hoy bajo el control del empresario Facundo Prado, que también ya tiró puentes en el Estado.
Es un sector que está en llamas con Telecom del Grupo Clarín a la cabeza tanto porque le congelaron las tarifas primero y le dieron 5% de aumento ahora cuando pedían 20, como porque le impusieron la prestación básica universal para millones de personas que hoy pagan promedio $ 600 y pasarán a pagar como mucho $ 350, en un caso testigo de lo que viene: que la mejora del poder adquisitivo del año electoral también la financien los balances de las empresas de servicios, mientras aguanten.
En algunos casos puede haber más subsidios, y más si la soja sigue subiendo y termina de entusiasmar al Gobierno (y al FMI) de que el campo puede hacer un mayor esfuerzo fiscal vía retenciones. En otros casos, donde incluso se hayan repartido dividendos en pandemia, habrá menos márgenes de rentabilidad. En otros, como en la cuota de las prepagas, tal vez una reforma integral del sector de la salud. Tras el aumento autorizado que duró menos de un día, los empresarios del sector, pero también los gremialistas que manejan obras sociales, empezaron a buscar material sobre Soberanía Sanitaria, el think tank cercano al ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, que cada vez influye más a nivel nacional.
En ese marco, una medida inminente podría hacerle decir “coño, vendamos ya” a Telefónica: el Gobierno trabaja en la portabilidad numérica de las líneas fijas, esas donde solo llaman Larreta y las encuestadoras pero que en muchas provincias son una vía por la que las grandes telcos retienen a clientes que no quieren perder su número de veinte o treinta años y por lo que no se pasan, hasta ahora, a las cooperativas locales. Pero no son todas pálidas para las empresas del rubro: en Jefatura de Gabinete trabajan en un proyecto de ley para desgravar impuestos para incentivar la inversión en fibra.
Es así como se va se va armando el país manzanero, por llamarlo de algún modo al momentum de los Manzano de|la vida. No sé tú, pero yo no dejo de pensar ni un minuto en que este año un sorprendente tesorero de San Lorenzo, Carlos Rosales, se quedó con la histórica casa de electrodomésticos Garbarino; que un sindicalista como Víctor Santamaría sumó Canal 9 a su holding de fondeo infinito; que un empresario-político-empresario como Francisco De Narváez se llevó Walmart; que el protegido en Tierra del Fuego y financista en las sombras del expresidente Macri, Nicolás Caputo, y su familia se quedaron a través de su empresa Mirgor con la competidora fabricante de celulares Brightstar; que el ex socio de Cristóbal López, Ignacio González Pedroso, y su Grupo Clear aterrizaron en OCA, casi quebrada por la familia Moyano y sus testaferros.
En 2020 el tesorero de San Lorenzo se quedó con Garbarino y un ex socio de Cristóbal López aterrizó en OCA
En definitiva, postales de un 2020 que se fue con la acumulación de capital que supimos conseguir, con actores que aparecen en la inestabilidad argentina menos como unicornios de garaje y más como burros en el barro. Ensuciarse en los salvoconductos del poder, único reaseguro ante la crisis siempre latente. Y tal vez sea con ellos, para verlo con el optimismo resignado irracional de la hora de los brindis, con los que, más allá de gustos, tonos y pruritos el país empiece, porque no le queda otra, un proceso de inversión y generación de trabajo que corte con tres años de recesión y aumento de la pobreza consecutivos y –lo que es más difícil aún– que logre encadenar varios mandatos de distintos gobiernos donde la plata que vaya a proyectos productivos sea más que la que se esconde o fuga o corrompe y que en última instancia es la que alimenta por las distintas canaletas de lo informal la irrupción de los popes del zigzag, los únicos que se animan.
El país, en otras áreas, definitivamente avanza. En aquella tapa de 2005, al pie, se leía un textual del ministro de Salud de entonces, Ginés González García, que postulaba sobre el aborto en la Argentina: “Hay que ampliar la despenalización”. Quince años después, ese título quedó desactualizado.